Capitulo 48 Proposición Indecente.🐍

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Al cruzar el umbral de mi hogar un Augusto sonriente viene hacia mí con pasos torpes, lo espero en cuclillas con los brazos abiertos, lista para recibirlos entre ellos. Es emocionante ver cómo mi hijo ha comenzado a caminar, lo cual lo hace más letal y destructivo, pero fuera de eso es una visión hermosa y especial. Al fin llega y lo alzo besándolo y abrazándolo fuertemente. Pasada la sesión de arrumacos procedo a contarle a Amalia sobre la novedad que traigo. Su reacción no se hace esperar.

—¡Hija, voy a rezar fervientemente para que Dios te abra el camino y te den este empleo! —Exclama juntando las manos en oración, tan ilusionada como yo.

—Amalia, ¿sabes lo qué eso supondría para nosotros tres si consigo ese puesto? ¡Seria estupendo! —En un arranque de emoción doy vueltas con Augusto en brazos y él comienza a reír.

—Tú no pienses en mí, solo en tu hijo y en ti—. Me recomienda mientras se dirige con diligencia a su altar de santos. Me detengo y voy detrás de ella.

—Claro que pienso en ti, sabes que eres como mi madre y si a mí me va bien, a ti también y no se diga más—. Le aclaro viendo como reacomoda las imágenes sobre su altar.

—Bueno, hija, así será... Ahora a rezar mucho. Éste de cabeza, tú de espalda, a ti te enderezo cuando hagas el milagro, éste tiene suficiente ron. El refuerzo santoral está listo, ¿tú qué piensas? —Me pregunta seriamente evaluando cómo quedaron sus santos. Sonrío. Le pregunta a la persona menos indicada. Yo sé sobre Santos tanto como ella sabe de Internet.

El timbre suena y me salva de contestar. Salgo disparada abrir la puerta con mi hijo en brazos, mientras dejo a Amalia debatiendo con sus santos. Tras abrir la puerta me hago a un lado para que Nela accede a la vivienda con varios paquetes en las manos. Me quedo mirándola sin entender qué trae entre manos, ella simplemente dice "Hola" sin siquiera mirarnos y sigue su camino, cruzando la casa en dirección a mi habitación. Cierro la puerta y de inmediato Augusto y yo seguimos a la pelirroja. En su andar saluda a Amalia, que también curiosa se une a la comitiva.

—¡Por fin llegué! —Exclama cansada tirando los paquetes sobre mi cama.

—¿Qué traes ahí? —Pregunto señalando lo que trajo.

—Ropa para que uses mañana y estés a la altura de las circunstancias—. Contesta con su típica gran sonrisa.

—Nela, no puedo aceptar todo esto, debiste consultarme—. Le digo perpleja y tremendamente abrumada por lo mucho que debió gastar.

—¡Por favor, Valería, no seas absurda! —Replica irritada, —Si deseas conseguir ese empleo, lo lógico es que estés presentable y con tu horrorosa ropa es seguro que no lo obtendrás, debes estar de acuerdo conmigo que la imagen que proyecte será un atributo adicional a parte de tu currículum. La firma a la que asistirá mañana es de las mejores y no pretenderá ir con tu horrible falda negra e insípida blusa rosa, el cargo que se oferta es de ejecutivo, no de personal de limpieza, que es como te verías con esa facha. Ahora permite que te ayude, porque al parecer se te olvidó cómo lucir bien—. Termina su monologo grandilocuente señalando mi simple camiseta celeste y pantalón caqui. Soy consciente de mi sencillez al vestir, pero es el precio por la comodidad.

—Valería, hija, escucha a Nela, tiene razón—. Amalia me aconseja en mejores términos—. Ven, dame al niño para que te concentre en lucir bien,—Me quita a Augusto de los brazos. El bebé curiosamente se ha mantenido callado, tal vez es su manera de expresar que también está de acuerdo con la pelirroja.

—Por fin alguien razonable en esta casa—. Nela espeta con desdén—. Ahora tú, catirita, ¿me entendiste? —Me vuelve a confrontar.

—Sí... es que... me vergüenza que gastes tanto dinero en mi—. Admito con las mejillas ardiendo.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora