Me dirijo hacia la habitación del padre de Valería para dispensarle la visita que le debo. Ayer ingresó al centro Oncológico para un simple procedimiento quirúrgico del cual salió muy bien. Eso tiene a mi rubia de lo más contenta. Para la ocasión me he vestido con formalidad, camisa celeste de puños, pantalón azul marino, zapatos lustrosos y cabello peinado hacia atrás, aún. Hasta ahora no me he presentado cómo debe ser, esperando que el revuelo por el reencuentro se calmara. Voy confiado en estrechar lazos de amistad, recordando lo amable que se comportó conmigo, incluso con su actitud altiva y arrogantese ofreció a ayudarme; a fin de cuentas esa es su manera de ser y no merece que lo juzgue.
En cuanto me acerco a la zona de la suites, observo que un sujeto trajeado de negro apostado en medio pasillo franquea el acceso a mi punto de llegada y me mira con expresión de asesino a sueldo.
—¿Hacia dónde va, señor? —Pregunta con una voz exageradamente grave, tal parece se tragó un locutor y no logra deshacerse de él.
—Voy a hablar con el señor Larrazabal—. Contesto con normalidad.
—El señor no va a tender a nadie hoy—. Me informa de manera cortante.
—Pues entonces dígale que aquí está Alejandro Sandoval y verá que me recibe—. Le explico alardeando, mientras le doy vueltas a unas de mis yuntas. Este no sabe con quién habla, si casi soy familia del paciente.
El hombre me mira de arriba abajo, evalúa si soy lo suficiente importante para tal atrevimiento. Luego de su ofensivo escrutinio se dirige hacia otro sujeto que asumo es su superior. Le habla susurrando, por lo tanto no logro escuchar nada. El otro hombre de seguridad repite la misma descortesía, me mira de arriba abajo, con la diferencia que sonríe de manera que me da mal espina. Sin abrir la boca toca la puerta de la habitación, desaparece en su interior y me deja con su compañero que se me queda mirando con esa sonrisa sardónica, como si supieran algo que yo no sé. Debería tomar nota de sus nombres, para luego pasar mi queja sobre ellos. Al regresar el segundo hombre de negro me hace señas con la mano para que me acerque, lo hago y para mi sorpresa soy esculcado como hacen en las películas los policías a los criminales. No puedo creer el trato vejatorio que recibo. Ahora si voy a elevar mi queja.
—¿Por qué hacen esto? —Pregunto ofendido. Si alguien tiene cara de que no romper ni un plato soy yo.
—Es el procedimiento, señor—. Se limita a decir mientras me manoseando por todos lados. Nunca había sido tan ofendido—. Ahora si puede pasar, lo espera—. Me dice con voz grave sosteniendo la puerta para que entre.
Recuerdo a lo que vine y olvidado la humillación cuelgo mi mejor sonrisa entrando a la habitación. Ya aclararé las cosas con el dueño del circo.
—Buenas, ¿cómo es... ¡Ay!
Interrumpo el saludo para esquivar un objeto que viene directo hacia mi persona. Por poco me pega. ¿Qué pasa aquí? Estoy seguro que no me equivoqué de paciente. El padre de Valería sigue jugando al tiro al blanco, esta vez me lanza el control del televisor, que vuelvo a esquivar. ¿Qué demonios le ocurre? Corro detrás de un sillón en una esquina de la habitación esquivando un vaso que se hace añicos al chocar contra el piso. ¿Se le fundió el cerebro por tanta droga experimental? Me sigue lanzando cualquier cosa que tenga a la mano, sin llegar a pegarme, gracias a que me protege el sillón.
—¡Maldito sin vergüenza! ¡Patán de lo peor! ¡Bosquejo de persona! ¡Especie de vegetal que imagina que piensa y anda!—Comienzan los insultos. Lo único bueno que saco de la bizarra situación es que demuestra mucha energía a pesar de su convalecencia.
—¡Marcos, ¿qué haces?! —Exclama una mujer que entra a la habitación. Por fin llegó alguien que controle a la bestia. Me asomo sobre el borde del sofá y consigo que la dueña de la melodiosa voz es una rubia despampanante con cierto parecido a Valería, supongo que su madre.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...