Todo vuelve, hasta lo inesperado.Mar, arena y sol, es la constante en nuestras vacaciones. El resort tiene tanto que ofrecer, que no nos alcanza el día para ir de un lado al otro buscando aventuras. Augusto se la pasa genial, riendo, chapoteando en el agua. Era mi objetivo, que la alegría irradiara todo el cuerpo de mi hijo, y que sin importar lo pequeño que sea aún, y los recuerdos desaparezcan de su pueril memoria, como olas que traen nuevas experiencias, se transformen en sensaciones maravillosas que trastocan su alma. Que cuando vuelva a ver el mar, no se resista su sonrisa. Que cuando vuelva a sentir la brisa marina acariciar su piel, evoque la felicidad que rodeó su infancia. Esa es mi aspiración como madre, que viva una experiencia difícil de olvidar, que sobreviva en forma de emociones.
Desde la tumbona en la que me encuentro plácidamente tomando el sol, observo a mi chiquito en clase de natación en la piscina del hotel, junto con otros niños. Sonrío detrás de mis lentes de sol. Es gracioso verlo tomando las clases y como da sus primeras brazadas, me convence en inscribirlo en algún centro de natación cuando volvamos a casa. Qué grande está Augusto, independiente, sus tiernos rasgos de bebé van dando paso al de un chico que habla mejor, salta, corre, reconoce los colores y conversa nombrando a sus amigos. Todavía me cuesta creer que ayer cumplió tres años. Qué rápido pasa el tiempo. Me encantó cómo lo celebramos, él y yo, en perfecta armonía comiendo en un restaurante italiano que descubrimos gracias a la excursión por la isla. Fue un momento idílico e inolvidable, que incluyó un pastel con sus tres velitas.
—Hola, ¿puedo acompañarte? —Suena una voz masculina. Giro la cabeza perezosamente para ver quién molesta. Es un sujeto que ha tomado la tumbona a mi lado derecho. Lo reconozco, esta mañana mientras desayunamos insistía en sonreírme del mismo modo ridículo, creyendo que lo hace ver atractivo. Lo ignoré olímpicamente, así no provocar malentendidos o falsas esperanzas, pero tal parece que no entiende las indirectas. Es el típico fortachón, músculos por todos lados, bronceado y de ojos oscuros.
—Las poltronas son libres—. Le recuerdo en un tono agrio. Y vuelvo la vista hacia la piscina. Augusto intenta mantener su cuerpo a flote ayudado por el instructor.
—Lo que realmente pretendo es saber tu nombre—. El sujeto expone abiertamente sus intenciones.
Que tremendo fastidio. ¿Por qué no la pueden dejar a una tranquila? ¿Por qué hay hombres que no resisten sus necesidades antropológicas de abordar mujeres? Cree que al estar sola busco compañía. Qué idiota. Por esa razón no hago contacto visual con los hombres en el hotel, pero algunos pasan por alto las señales.
—Entonces debiste empezar por preguntarlo, así yo directamente te respondo que no estoy interesada y ahorramos tiempo—. Digo sin ocultar que me molesta su intromisión.
—No quise ser avión—. Lo escucho decir y se me escapa sin pretender la risa. No es que me parezca gracioso, por el contrario, el tipo es un pesado fanfarrón, pero que no reconozca que precisamente es un avión es irónico—. Me alegra ver esa sonrisa—. Suena como galán de oficio.
—Ya. No deseos ser grosera, pero estoy tomado el sol mientras hago tiempo, espero a mi hijo—. Le explico como último esfuerzo para que desista y me deje tranquila. Él mira hacia el grupo de chiquillos que chapoteando en el agua en clases de natación. Luego regresa su mirada afirmando con una sonrisa de oreja a oreja.
—Ya veo. No quiero molestar, pero necesito decirte que me pareces una mujer hermosa y Cupido me flechó, no puedes culparme por ello—. Confiesa abriendo los brazos. Me digno a mirarlo.
—¿Y dices no ser un avión? —Le pregunto alzando las cejas.
—No lo pude evitar, estoy enamorado, qué te digo. Mira, me llamo Diego, estoy con unos amigos hospedado en este mismo hotel—, señala hacia un grupo de personas reunidas varias poltronas más allá que nos miran sin disimular—. Y me preguntaba si podría invitarte a tomar un trago, para conocernos, simplemente conversar. Tú dispone el lugar y la hora que yo estaré puntual esperándote—. Propone con una soltura que implica sus costumbres de conquistador.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...