Capitulo 35 Rendirse Jamás

83 7 1
                                    

SanLuis; Reconozco.

Abrazo por ultima vez a David, más que todo como agradecimiento por su apoyo incondicional. Nos despedimos prometiendo volvernos a ver y seguir siendo amigos. Sin perder un segundo salgo del vehículo llena de esperanzas. El Daewoo de Alejandro se encuentra en el estacionamiento a un lado del mío. Son los únicos carros que quedan en el minimarket y como son pasada las diez, es de esperar que el establecimiento lo hayan cerrado. Oh, mi ogro está en el apartamento, no en los brazos de Aurora... Un momento. Me detengo en medio trayecto por el susto que me asalta en forma de frío en el estómago. ¿Y si ella está ahí con él? De sólo pensarlo me pongo mala del estómago... ¡Sí es así, soy capaz de sacar a esa mujer por los pelos! La tipa será más alta que yo, pero ni por casualidad más fuerte. De que puedo con ella, puedo. Y eso lo demostraré ahora mismo.

Al pie de las escaleras me detengo por segunda vez a buscar nerviosa dentro mi bolso el juego de llaves del apartamento, pero algo llama mi atención, es una tarjeta. Ya recuerdo, es la invitación de la que me habló Alejandro, la que él mismo había guardado. La saco de inmediato y al descubrir que está escrita con su puño y letra la presiono contra mis labios para atajar un grito. Mis remordimientos impiden que la lea. Oh, sé que lo que está escrito ahí demostrará mi enorme estupidez. Puede más la curiosidad que el miedo, así que la vuelvo abrir y leo su contenido.  

Y en efecto sucede, la verdad es implacable y revela mi grado de estupidez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y en efecto sucede, la verdad es implacable y revela mi grado de estupidez. Me sostengo del pasamano para no caer de rodilla y me siento en las escalinatas, simplemente mis piernas no me sostienen, las palmas me sudan y un frío recorre mi cuerpo. Humille, ofendí y maltrate a un hombre que me quiere, y ¿por qué? Por mis estúpidos celos. Como dice el mismo Alejandro, no me controlo, voy directo a la yugular, pero esta vez me excedí, lo sé, lo vi en su ojos cansados que me miraban sin reconocerme. No, esta no me la perdona. Arrastro mis cabellos hacia atrás con desesperación y luego me cubro la boca con la mano. Las escenas vienen a mi memoria como castigo a mi soberbia, Marta aludiendo quién vendría a la fiesta, por supuesto, fue ella, todavía guarda la esperanza que ellos se reconcilien, también fue la que me soltó que cuidaría las niñas, porque Alejandro tenia planes para salir conmigo, y yo de babieca creí que su cita era Aurora. Pensándolo fríamente, (cosa que reconozco no hago muy a menudo) ¿Por qué saldría con ella si nunca más se volvieron a ver?

¡Por Dios, Valería, qué talento el tuyo para confundir todo, para no pensar antes de ejecutar tus brillantes ideas! No lo dejé hablar. Alejandro trataba de explicarse y yo solo lo atacaba. Ahora estoy absolutamente segura que esa mujer no está con él allá arriba. Ojalá hubiese sido más sensata antes, no estaría pasando el mal rato, quiera Dios que no sea muy tarde para rectificar, que mis errores no hayan arruinado la oportunidad de seguir con Alejandro, que pueda rescatar nuestra relación. Me levanto con un peso extra sobre los hombros y con miedo, aún sintiéndome fatal. No gano nada en recriminaciones, más valdría invertir el tiempo en enmendar mis equivocaciones. Si toca arrastrarse y pedir perdón, toca, no tengo elección. Subo las escaleras y abro la puerta del apartamento. El lugar está en completo silencio y oscuro, la única luz proviene de la sala. Es mi primera parada y para mi suerte consigo a Alejandro explayado y profundamente dormido en el sofá, una botella casi llena de Jack Deaniel's reposa encima de la mesita, además un vaso con algo del whisky.

Cuando Tenga Alas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora