Ohhh, hace mucho calor, me sofoca. Llevo mi mano a la frente sin abrir los ojos. Un ligero dolor de cabeza amenaza con intensificarse... ¿Qué es este peso sobre mi cuerpo...? Abro los ojos con pesadez, mis párpados pesan como una tonelada. Juro por los años que me reste de vida (que se han reducido considerablemente), no volver a beber jamás. La luz de la mañana traspasa la persiana al igual que los recuerdos se cuelan por los velos de mi memoria. Ya comprendo por qué me encuentro desnuda bajo las sábanas y quién está encima de mí y entre mis piernas. ¡Ay, no, no...! Respiro profundamente para calmarme y no dar gritos como loca. ¡Oh, me acosté con Alejandro...! Bueno, ese es el mayor eufemismo del siglo, hicimos mucho más que dormir juntos.
Lo que debo hacer antes de someterme a una evaluación de daños y perdidas es intentar safarme de este pulpo que me tiene cautiva con todas sus tentáculos. Es primordial que no se despierte. No estoy en condiciones ni física ni mentales para hacer frente a los cuestionamientos que vendrán. Primero retiro con cuidado su brazo... Luego la... pierna... ¡Ay! Pesa mucho, parece como si estuviera muerto. Un momento, eso sería una solución muy conveniente, él muerto, podría pretender que nada de esto sucedió, no habría testigo. ¿Qué digo? Debo seguir bajo los efecto del alcohol para pensar semejante locura. Vuelvo a intentar liberarme... Me asusto cuando se mueve. Falsa alarma, sigue durmiendo y para mi suerte se acomoda de modo que puedo salir de la cama.
Como Dios me trajo al mundo contemplo el desastre a mi alrededor. La habitación es un completo caos, la reproducción exacta de los estragos que dejaría una orgía. Cama desarreglada con el respectivo hombre desnudo boca abajo sobre ella, vasos por doquier, la botella vacía tirada en el piso junto con almohadas, ropa, zapatos y condones. Doy un paso hacia atrás y piso algo que me hace saltar de la grima. Es un condón usado. ¡Qué asco, lo pise! Corro hacia el baño esquivando obstáculos. Ahí detrás de la puerta tengo colgado un kimono de seda. Lo cojo y cubro mi desnudez con rapidez. ¿Qué hice? Me comporté como una ramera salvaje. Voy hasta el espejo encima del lavabo y me miro. No soy otra persona, soy la estúpida de siempre, que de paso durmió con el cabrón que el rompió el corazón, que por cierto, está próxima a casarse con otro hombre, el novio más bueno que existe en el mundo. Con la mano en la frente bajo la cabeza conmocionada. Oh, nunca pensé que me convertiría en la clase de mujer que le pone los cuernos a su novio.
Cubro mi cara con ambas manos, enredada en un mar de sentimientos confusos. Sólo yo soy culpable de lo que aquí ocurrió. En vez de utilizar el valioso tiempo de anoche en ordenar mis ideas y tomar decisiones, como era mi intención, me dediqué a ponerle los cuernos a Deniel, y si mi memoria no me falla, hasta el propio Alejandro trató de contenerme; pero no, yo como siempre de desaforada me lace al vacío sin pensar en las consecuencias. Vuelvo a mirarme en el espejo. Valería, te comportaste como una ramera. Abro el kimono y veo con horror como mis pechos están cubierto de ¡chupetones! Por eso me duelen. Los miro en el espejo y ahí la imagen es peor. Quiero gritar.
—Permiso, permiso—. Alejandro entra con afán al baño. Me sobresalto con su presencia y porque viene completamente desnudo a orinar.
Giro para darle al espalda, lo ultimo que necesito es verlo en tan vergonzosa situación. Escucho cuando el chorro cae, cae, cae y cae... Se detiene, pero vuelve a caer. ¿Es qué no tiene fin? No, eso lo tiene que estar haciendo a propósito, para incomodarme.
—Disculpa, rubia, pero cuando la naturaleza llama, es imposible negarse—. Dice un estúpido chistecito empujándome para que me quite y él pueda lavarse las manos—. Con el camino libre ahora corro fuera del baño—. ¿Por qué estás huidiza, como si estuvieras apenada? —Pregunta desde el baño
—Me es incomodo verte orinar— Contesto en la habitación buscando con la mirada por todas partes dónde carajo dejé mi biquini.
—¡Después de lo de ayer no deberías! —Lo escucho reírse. Sale con una gran sonrisa en el rostro, lo bueno es que una toalla rodea su cadera, lo malo es que se aproxima con la intención de abrazarme—. Buenos días, mi amor—. Lo esquivo huyendo al otro extremo del dormitorio—. ¿Qué sucede? —Pregunta ceñudo aún con los brazos abiertos.
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Cuando Tenga Alas ©
RomanceAunque mis alas estén rotas, sé que llegado el momento conseguiré... volar. Valería: Quien todo lo tiene en medio de una gran soledad. Alejandro: Quien tiene mucho que perder y nada que arriesgar. Lo que parece imposible se convierte en realidad...