CAPITULO 5. El beso

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*Selen*

-¿Cómo estas Selen? Te veo fantástica. Esto de ser Sin facción parece que lo llevas bastante bien.- Theo repaso mi aspecto y se detuvo detallando el maquillaje de mi rostro.

- Hoy es mi primer día de abandonada, deja me empezar con buen pie.- mi tono de voz denotaba sarcasmo, pero mi ebria actitud confundía un poco.

- Ya sabes que te esperamos en el complejo, solicita plaza en la plantilla de Sin Facción de Osadía. La mamá de Mario coordina los trabajos de Cocinas y lavandería del complejo Osado, allí estarás bien. Promete me qué iras. ¿De acuerdo?

- De acuerdo.- Asentí al alto y obstinado Osado que me tenia atrapada entre sus brazos.

- Cualquier problema no dudes en acudir a nosotros. ¿Vale?- me exigió sujetando mi barbilla con sus dedos y fijando la mirada de un azul oscuro enigmático en la mía.

- Ok. – Sonreí arrancando me una honesta sonrisa.

Theo Eaton era el Osado más genial que había conocido en mi iniciación, era de los pocos amigos que realmente habían cuajado para mí. Aunque nuestra relación no era muy intensa él casi siempre se preocupaba de mí, como si yo fuese su hermana o algún tipo de responsabilidad para él, ello me hacía sentir bien, que alguien como él se tomara la molestia de verificar mi estado.

Mario nos vio estudiando sus posibilidades de introducirse en la conversación y se acercó a saludar me junto con Max, el cual ya no tenía un centímetro de piel por tatuar en sus increíbles y musculosos brazos, no podía negar que su dieta era completamente proteica.

- Hola Selen, pareces distinta. – comenta mi ex compañero de iniciación, y sus palabras, normalmente banales, salen con lentitud.

- Y tú – respondo, y es verdad, parece más maduro y sosegado, era evidente que ser miembro de pleno derecho de Osadía otorgaba a los iniciados una tranquilidad más asentada.- ¿Qué hacéis por aquí?

- Disfrutar de la noche, pues no sabemos si la muerte nos reclamará en la mañana.

- Carpe Diem- coincido; no sé si me gusta este Mario filosófico, hay algo en él que no me cuadra.

- No sabía que tuvieras un tatuaje – comenta mirándome el hombro y recorriendo el diseño que voltea por mi espalda a bajo. Le da un trago a la botella que porta en su mano y su aliento espeso y etílico llega a mi rostro. No paso por alto que el día que me lo hice lo encontré en el taller de tatuaje acompañando a Max, pero ni si quiera lo recuerda.

- ¿Un lobo?- cuestiona interesado en mi tatuaje. Vuelve la vista un momento para mirar a sus amigos Osados que continúan a sus espaldas hablando sin él.

- Algún día te contaré su historia.- Estoy tentada de explicarle que es mi lobo interior que se lamenta por su meta inalcanzable encandilado por la belleza lunar etérea e inexpugnable.

Mario con su sonrisa patentada me muestra sus dientes blancos y proporcionados y me siento orgullosa de notar que esta noche en concreto ya no me afecta de la misma forma que durante la iniciación, soy capaz de reaccionar de una forma más normal y no quedarme bloqueada. Parecía que las sustancias administradas hacia un rato habían conseguido desarrollar algún tipo de inmunidad frente a él.

Theo sonrío positivamente al ver mi buena reacción ante él. Tenía que aprender a controlar cuanto antes mis emociones para que jugaran a mi favor y no en contra. La información es poder y mi rostro era un libro abierto en estas cuestiones, todavía tenía que trabajar en ello, seguía siendo obvio que perdía las bragas por Mario. El rubio paso su mano por su cabello casi blanco ceniza, lo hubiera dado todo por poder hacer eso yo misma. Se acerco levemente a mí, quedando a escasos centímetros, su aliento denotaba que llevaba varias consumiciones de alcohol.

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