CAPITULO 19. El detonante

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*Selen*

Cuando mi cabeza toca la almohada tras la larga jornada laboral, sonrío pues estaba deseando relajar los músculos de mi espalda, destenso la musculatura sobre mi cama, pasé todo el día enfurruñada y de mal humor después de todos los extraños acontecimientos de la noche anterior. No llevo ni dos minutos tumbada cuando mis sentidos se activan al escuchar el familiar zumbido de mi móvil al entrar un mensaje de texto, conciso y escueto. El número es desconocido, pero la firma no deja a dudas.

"A las 23.30 h en el vestíbulo del edificio.

Brad."

¿Se ha vuelto loco? A estas horas tan solo quiero dormir y descansar. Estuve todo el día trabajando en el complejo Osado me llamaron para cubrir a un compañero enfermo, así que aunque libraba tuve que ir. En realidad estoy agradecida, pues no tuve fuerzas para enfrentar a Tina que seguía durmiendo esta mañana cuando me marché a trabajar.

No he visto a Brad desde anoche en que me volvió a rechazar. Estoy cansada de su cambiante actitud, ahora sí, ahora no, te necesito ayuda me o no te atrevas a juzgarme, ahora te protejo y ahora te hiero. No lo comprendo y tampoco sé si quiero hacerlo. Me siento perdida y frustrada ante su presencia y no quiero estar cerca de él, porque mi impulso más primario me obliga siempre a ponerme en ridículo total, pero sé que acudiré como fiel perrito faldero a su llamado sin cuestionarlo. Todo mi cansancio se evaporó ante el hecho que pretende quedar conmigo -¿Será una especie de cita? -Suspiro a sabiendas que eso no ocurrirá más que en mis fantasías.

Echo un vistazo hacia la cama de Tina y está desparramada en la cama, con el cabello revuelto tapándole la cara. No quiero alertarla así que en sigilo me muevo con cautela solo tengo cinco minutos para llegar, la curiosidad mató al gato, y en mi caso la curiosidad que despierta Brad en mí acabará dañando me. Me coloco las botas de nuevo y en cuanto estoy fuera de la habitación me ato los cordones y aliso el cabello con los dedos de mis manos, ya está demasiado largo, normalmente se encargaba de cortarlo mi abuela, desde que falleció dejé de hacerlo, como si así le rindiera tributo u algo así.

Brad me espera algo impaciente en la puerta del edificio dando golpecitos con la punta del pie en el suelo, luce tan atractivo como siempre. Viste una camiseta oscura de manga corta y unos jeans grises, alza sus verdes esmeraldas para verme y veo sus blancos dientes asomar en una sonrisa poco creíble.

- Pareces preocupado.- le comento.

- Eso es porque lo estoy. Ven, quiero que me acompañes a un sitio.

Me conduce por un callejón cercano mal iluminado por el que ni en broma me atrevería a entrar voluntariamente, desprovisto de cualquier mobiliario urbano salvo por algún que otro mendigo abandonado durmiendo sobre cartones. Nadie se inmuta por nuestra presencia, alguno saluda con la mano a Brad al reconocerlo. El se agarra de mi mano y evita cruzar mirada con mis ojos.

Pasamos por una puerta, que a pesar de tener varias cerraduras está completamente abierta a merced de quién deseé transitar la. El interior tiene suelos de madera oscura y polvorienta, se gira hacia mí y detiene el paso, la luz es trémula pero la suficiente para ver con detalle el anillo dorado claro que le rodea las pupilas al intenso verde esmeralda de sus iris impresionantes, y por un momento no quiero estar tan cerca de él, o no podré responder de mis actos.

- La conversación que mantuvimos ayer, la de la limpieza genética de abandonados... comprobé que tu reacción fue la correcta, ahora sé que puedo confiar en ti.- Se me acerca un poco más, de modo que la distancia entre nosotros es casi insignificante.- Verás, en realidad no acepto que me cataloguen como abandonado y limiten mis posibilidades, no voy a permitirlo.

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