CAPITULO 74. Un mal viaje

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*Brad*

Miro el reloj y al verificar la hora en la esfera bufo por lo bajo, es bastante tarde para andar por estas calles, el auto lo dejé en la calle de atrás aparcado entre una chatarra herrumbrosa desvencijada y un contenedor de basura de reciclaje de plástico, espero que los abandonados no les de por desguazar me el coche, pues esta parte del sector abandonado no es de las que más controlo.

Esquivo varios charcos, pues calló un pequeño chaparrón, que no limpió nada pero embarro todo lo que pudo. No me molesta la lluvia, siempre me ha gustado, pero esta es sucia y cargada de polución, así que no es muy agradable mancharse el calzado. El cielo parece encapotado, por lo que podría volver a caer otra tormenta, apremio el paso sujetando con firmeza la cintura de María para asegurarme que en un traspiés no cae de bruces al suelo, pues va cargada hasta las cejas de lo que sea que esnifó y bebió.

Algunas gotas caen de las cornisas de los edificios que hay sobre nosotros mojando la chaqueta de algodón oscuro que puse sobre los hombros de María, siempre llevo en el coche una por si acaso.

Avanzamos lentamente pero sin pausa, dejando alguna figura encogida junto a algún contenedor de basura, no es raro en este sector encontrar borrachos en las esquinas, gente herida y tirada en la calle, algún joven resacoso o con una vía en la vena, esta es una facción en guerra consigo mismo siempre. De improviso aparece un bulto oscuro entre dos autos por delante de nosotros, alza levemente la mirada en una especie de bruma psicótica, el elemento no parece peligroso, de baja estatura y delgadez llamativa, al analizar nos se arrebuja contra un vehículo para dejarnos paso al vislumbrar que contra mí está en inferioridad.

Evitamos seguir en la misma acera que el tipo cruzando rápidamente la calle y rebusco en el bolso de María las llaves, me dijo que no vivía lejos de la antena repetidora, esta se encuentra en el borde exterior del sector abandonado, casi tocando el sector de abnegación. Prometo que si consigo ser elegido como líder de los Sin Facción esta facción mejorará sus condiciones de salubridad y seguridad.

María no ha dejado de hablar incoherencias todo el camino, murmura con voz rota pequeñas frases inconexas.

- ¿Eres un sueño?... Sí... no eres de verdad. – Afirma intentando enfocarme. Sus grandes y oscuros ojos brillan reflejando la escasa luz de una farola parpadeante, parecen refulgir como dos antracitas oscuras y fantasmales perdidas en las tinieblas de las drogas.

- ¿Estás bien? – Le cuestiono, aunque la pregunta es obvia no reacciona a mis palabras.

Su rostro parece palidecer ante la luz mortecina de la farola, acentuando la profundidad de las cuencas de sus orbes, el cabello negro y largo le cae por la cara, llevando un flequillo escalado con volumen hacia delante, se lo retiro con la mano hacia detrás deteniendo el paso para apoyarla contra la pared. Este movimiento hace que su atención se fije en mí de forma intensa.

- ¿Eres real? – Vuelve a preguntar. – Lo pareces. – Definitivamente la muchacha está delirando. Así que decido rebuscar su identificación en el bolso, estamos delante de su edificio, sin pensar lo dos veces me la hecho al hombro como si un costal de harina se tratara y trato de encarar el portal que tiene la cerradura reventada. ¡Genial! La seguridad brilla por su ausencia.

Solo tengo que subir dos plantas, así que con delicadeza sin zarandear la mucho asciendo hasta completar los tramos de escalera. El portal huele de una forma infame, algún indigente lo usará de retrete, así que maldigo por lo bajo.

Toco las mejillas de María al depositar la en el suelo, están heladas a pesar de mi chaqueta que le cubre los brazos y espalda, ni siquiera percibe mi tacto, va bien colgada, por la "mierda" que tomó.

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