Las entrañas del infierno

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Después de presentación amistosa con uno de los dos dioses creadores, me asignaron una habitación para "descansar", según Sublatti. Posteriormente de haber dormido unas... ¿décadas? ¿siglos? ¿milenios? No tenía ni idea de cuánto.
Me acosté de la cama al ver que la consejera salía de mis aposentos, diciendo que más tarde vendría. Estaba tumbada sobre la extraña cama(por cierto muy cómoda) en posición lateral, sin poder cerrar los ojos. El gran sueño había provocado impedir dormir por un tiempo, o eso creía. Pensaba en todo lo ocurrido antes de llegar a los infiernos, como nueva sirviente de Satanás. Mis padres, los ángeles, mis compañeros de trabajo... Lo extrañaba. Mi vida había cambiado radicalmente, y tenía que acostumbrarme todavía. ¿Qué sería de mí en el futuro?
Pasadas unas horas, alguien abrió la puerta.
–Tenemos que irnos –detecté la voz de la diablesa.
Giré mi cuerpo para mirarle, pues estaba situada dándole la espalda.
–Ya estaba despierta –me levanté de un salto.-Supongo que ya estoy preparada para partir.
–¿Has dormido algo? –cruzó sus brazos.
–No he dormido nada –contesté andando hasta su lado.
–¿Nada? Pensaba que los ángeles necesitábais unas horas de descanso o algo así... –Dijo pensativa.
–Yo no soy lo que tú crees –contesté cubriendo mi cabeza con la capucha.
Vi que observaba el corte en mi ropa de la batalla, posó su mano derecha en ello, y se iluminó reparándose en poco tiempo. Eso era... ¿magia blanca?
–Es molesto llevar ropa rajada, así que la he arreglado para que vayas bien a tu primera visita del infierno. No será muy largo, te lo prometo. Te mostraré lo básico, y veré con Satan lo que puedo hacer contigo.
–Está bien –hice una reverencia–. Me gustaría saber por qué le llamas Satan.
–Bueno, es un mote cariñoso que le puse. Hace mucho tiempo que nos conocimos. Él ha sido mi maestro y mi cuidador, hasta nombrarme consejera. Él... No es lo que aparenta, Lelahel. Los tuyos siempre han tenido una idea equivocada sobre él- se dio la vuelta y comenzó a caminar, y seguí sus pasos.
–Ya no soy de los suyos, me desterraron y rechazaron. Yo ya no tengo el nombre como ángel, solo Lelahel, no tengo mundo ni hogar.
–¿Sabes? Esto podría ser lo que estás buscando. Un hogar. Un apoyo. Un lugar en el cual confiar. Yo vivía sola entre los libros, sin nadie a mi lado. Mi verdadera vida comenzó el día en el que él me encontró. Vio algo en mí. Me tomó de la mano como un padre y me llevó aquí, diciendo que éste sería mi hogar. Sé que puede ser grosero e impulsivo, pero tiene más bondad y sinceridad que todos los ángeles juntos. Nunca imaginaría que trajera a un ángel aquí y adoptarlo. Al igual que a mí, vio en tí algo especial. Yo que tú aprovecharía de su amabilidad. Odia y mata a quien le traicione. Puedes estar tranquila si consigues su confianza y respecto-hizo una pequeña pausa.-Salgamos del castillo, te enseñaré algunas cosas que muy pocos verán.

~~~
Las tierras de los demonios era más extenso de lo que imaginaba. Comparado con el cielo, ésto era extraordinario. Sublatti en primer lugar, me llevó a los hogares de los demonios, muy diferentes a lo que estaba acostumbrada a ver. Denominaba las enormes casas pintadas de rojas o negras, típico de allí. En las puertas, habían hachas o escudos colgados en ellas. Eso signficaba una muestra de respeto o adoración a su dios.
–Algunos dicen que es un agradecimiento a Satan por salvarlos de la derrota de los ángeles en la primera guerra de la creación. Muchos murieron, muchos heridos, y pocos supervivientes-informó la diablesa.
La guerra... ¿Era la guerra dónde había estado presente? Primera guerra de la creación...
–Sublatti –le llamé la atención interrumpiendo sus explicaciones. Ella calló y abrió de nuevo la boca para hablar.
–Dime.
–¿Cuánto tiempo ha pasado de la primera guerra?
–Pues... Unos tres millones de años, creo.
¿Tres... millones? No puede ser... ¿Tantos? Eso quería decir... Tenía tres millones y veinte años. Estaba realmente petrificada de su respuesta.
–Lelahel, ¿pasa algo? No tienes buena cara... –dijo ella interferiéndose en mis preguntas.
–Eh... No es nada. Todavía cuesta adaptarse aquí –mentí.
–Entiendo. Llevas muy poco tiempo aquí. Te presentaré un lugar que te gustará. ¿Sabes volar, no?
Asentí.
–Es mejor ir volando, está un poco lejos –abrió sus alas diabólicas, y alzó el vuelo. Junto con ella, yo también me alcé para volar.

~~~
Más tarde, aterrizamos cerca de una cueva del casi mismo tamaño que el castillo de Satanás. Desde el exterior, apenas podía verse su interior, solo oscuridad.
–¿Quieres saber que hay dentro? Te recomiendo que no te acerques demasiado o le hagas algo, Satan podría enfadarse si se entera- puso sus dos manos sobre la cadera, caminando hacia el interior de la gruta.
Desde dentro, no parecía tan sombrío, aunque era amplio y largo de recorrer.
–Al final estará la sorpresa. Espero que no te asustes –Sublatti sonrió pícaramente.
Esperaba que su sorpresa no fueran mis padres, desde luego. Prefería que fuera otra cosa. Al terminar, se divisó un hueco que podría ser un pasadizo, y a su lado una gran bestia dumiendo. Ésta tenía el aspecto de un perro de tres cabezas, de pelaje negro y unos afilados dientes.
–¿Qué es eso? –pregunté señalando con timidez.
–Es Cerbero, la mascota favorita de Satan. No solo nos creó a los diablos, también a unas bestias que le servirían fielmente.
–¿Esto lo sabía el Creador?¿Por qué los hizo?
–Justo después de su derrota, él quería vengarse del dios de los cielos dándole su propia medicina: crear una especie nueva lo suficiente fuerte, pero no lo consiguió. Hizo muchas, aún así no le convenció ninguna. Bueno, Cerbero es otra cosa. Le cogió bastante cariño y lo dejó aquí para que nadie le hiciera daño. Yo algunas veces vengo cuando está durmiendo, pues si me ve, intentará comerme.
Caminé hasta estar muy cerca de la criatura.
–¡Espera! ¡No vayas! ¡Te intentará comer!¡Solo Satan puede acercarse! –gritó susurrando.
–Cerbero... Hola... –le dije al monstruo.
Abrió uno de los ojos de las tres cabezas y se levantó con una mirada asesina dirigida a mí. No le gustó mis palabras.
–¡Lelahel! ¡Apártate de ahí! ¡Rápido! –exclamó Sublatti a mis espaldas.
–Sé que no me hará daño, ¿verdad?
La bestia rugió y después su estado de ánimo cambió a felicidad. Subí mi mano izquierda tranquilamente para acariciarlo, y bajó una de ellas, dejando que mis dedos se deslizaran por ella. Noté que también su cola se movía llena de confianza.
–¿Ves? No es tan malo como se ve, ¿a que sí, Cerbero? –Le rasqué su cuello, haciendo que se tumbara.
–Increíble... –Musitó.

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Después de esto, la consejera anunció que debíamos marcharnos, pues ella tenía que hablar de unos asuntos importantes con el jefe de los demonios. ¿Sería por lo que había visto en la visita?

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora