Después de mi descanso, fui a echar un vistado a Sublatti, como me dijo Satan. Bajé al calabozo, y me arrimé a la pared para ir sigilosamente hasta el ángel y la consejera. La celda se encontraba al final, una de las más apartadas, en peor estado. Vi al prisionero sentado en el suelo, cerca de ella, que se mantenía firme.
–Eres Sublatti, ¿verdad? –Preguntó confiado.
La diablesa no se movió su sitio, que estaba en el exterior de la cárcel a una esquina.
–Sí, lo soy. No te confíes que te haya salvado de una muerte dolorosa por Satanás –contestó friamente.
–Sublatti es un nombre muy bonito y extraño. Te debo una. Nunca había visto un demonio con bondad –dijo, haciendo que ella se avergonzase.
–Gracias...
–Yandak, un placer. Comandante, o bueno, ya no.
Ambos tuvieron un breve silencio incómodo, hasta que ella se giró para mirarle. Sus ojos se encontraron y se mantuvieron así durante un momento.
–Nunca había visto a alguien con ese color de ojos... –Dijo el ángel–. Es... Impresionante.
Ella no contestó, pues se sentó a su lado.
–¿Por qué has venido aquí?
–Ya lo dije antes, necesitaba saber qué planes tenía tu jefe.
–Eso es realmente estúpido. Te arriesgas al peligro, sabiendo que no vas a conseguir nada –repuso Sublatti.
–Puede que no, diablesa. Tendré que pagar por mis actos, pero sé que algo bueno encontraré, estoy seguro de ello –le sonrió.
Por su parte, su vigilante de celda se quedó pasmada por su contestación.
Después, aparecí en escena.
–Te lo avisé, comandante. Veo que me hiciste mucho caso –reproché al prisionero.
–¡Lelahel! –Exclamó Sublatti–. ¿Se conocíais de antes?
Suspiré, mirando con desprecio al ángel.
–Cuando fui a visitar a Cerbero, noté en él algo de nerviosismo, y me los encontré en el agujero. Les dije que se marcharan... –No terminé la frase.
–Bueno, bueno, tenía que cumplir mi misión –dijo él intentando dar su inocencia.
–Te arriesgaste para joder, ¿verdad? Querías ver al mismísimo Satanás en persona –dije enfurecida.
El ángel se quedó sin recursos.
–Lelahel, no deberías de estar aquí. Yo me encargaré de él.
Asentí.
–Te lo advierto, comandante, intenta hacerle algo a alguien del infierno, y no lo contarás –señalé al prisionero con el dedo índice, amenazando.
Desaparecí de allí, dejando al prisionero y consejera solos.
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Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]
FantasyJusto antes de la primera guerra de la creación, demonios y ángeles vivieron una buena temporada en armonía, hasta la aparición de un nuevo ser en la entrada del cielo con el objetivo de ir al infierno para encontrar su hogar: el paraíso. Intentando...