Enfrentamiento forzado

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Con las dos espadas divinas en mis manos, recorrí todo el establecimiento donde estaban el trono del Creador y del comandante. Por mi sorpresa, contemplé toda la destrucción del exterior. El gran jardín también había sido afectado por esta guerra, que al parecer, había concluido.
Andé con pasos lentos, observando todo lo que tenía a mi alrededor. Este caos... Todo por ese miserable humano. Miles de ángeles y demonios muertos cubriendo el suelo con sus cuerpos inertes y sangre derramada.
–¿Dónde estarán? –me pregunté.
Buscaba a mis padres, con la esperanza de que siguieran vivos. ¿Ellos perdonarían la deshonra que les había traído?
Desesperada, corrí por todas las calles, sin tener ningún rastro de ellos. Encontré la casa abandonada que protegía a Adán(o Vinn). Seguía intacta, vieja y con la madera a la vista. Los recuerdos aparecieron en mi mente, cuando una voz los interrumpió.
–Lelahel... –Era una voz ronca, triste.
Me giré y vi que eran ellos.
–Padre... Madre... Yo... –Titubeé.
–Tú has provocado esto, no mereces vivir... –dijo mi padre con la mirada angustiada.
–Lo siento... –respondí.
-¡Eso ya no importa! ¡El daño ya está hecho! Ni siquiera mereces ser hija mía...
Sus palabras crueles hirieron mi corazón. Mi madre me observaba sin pronunciar palabra alguna. Lo único que hizo fue apoyar su mano en el hombro de mi padre.
Mis dos armas brotaron de nuevo esas llamas de distinto color. Sentía rabia, tristeza, angustia... Imposible de describir.
Ambos nos acercamos para enfrentarnos el uno contra el otro. Yo no quería que eso hubiera pasado. Combatir contra él a muerte.
Desenfundó su espada, listo para el desafío.
Con sus alas, se incorporó un poco del suelo y dio el primer golpe con su arma. Crucé mis dos espadas para defenderme, pues no tenía intención de atacarle. Volvió a hacer lo mismo, pero esta vez me desplicé por el suelo para esquivarle. Siguió intentando hacerme daño, aunque no lo consiguió. Sus ojos no eran los mismos de siempre, se parecían a los del comandante, ya muerto.
–Padre... Sabes que no queremos esto... –dije muy flojo.
–¡Cállate! ¡Tú no eres mi hija! ¡Eres una farsante! –Espetó.
Miré a mi madre. Ella negaba con la cabeza, sin saber por qué. Di unos pasos hacia ella. Ambas nos quedamos por un momento quietas, observános.
Un impulso. Eso hizo que hiciera algo horrible. Extendí el brazo izquierdo y le ataqué, estando ella indefensa. La espada atravesó su torso y sus vestiduras comenzaron a tomar otro color. Soltó un pequeño grito de dolor, abrazándose a sí misma.
Mi padre, al ver la situación, volvió a la carga, pero le impedí el paso girando mi brazo libre. Sin quererlo, la otra espada se incrustó en su estómago, haciendo que escupiera sangre. ¿Por qué había hecho eso?
Sin motivo alguno, metí más adentro las armas de las graves heridas de mis progenitores.
El ángel que estaba a mi derecha, mi padre, cayó primero. El otro, mi madre, estaba agonizando todavía.
–Hija... Sabes que tú no quieres esto... –susurró y, con estas últimas palabras, murió.
Yo todavía sostenía con mis dos espadas sus cadáveres. Mis manos quedaron libres, y dejaron caer los cuerpos al suelo. ¿Qué había hecho?
Unas lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Chillé sin decir palabra alguna dirigiendo mis ojos hacia arriba. Primero, me arrodillé justo en el centro de los dos cadáveres y oculté mi cara con mis manos ensangrentadas.
–Padre... Madre... ¡SOY UN MONSTRUO! Ya... Nunca más seré un ángel... –me derrumbé quedando yo también acostada, pero boca a bajo.
Otra vez volvió la vista borrosa. Todo se empezaba a ver oscuro, pero en una zona, había luz. Parecía que alguien estaba viéndome allí, y era demasiado luminoso.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora