La gran misión

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Corté la discusión que tuve con Yandak. Sus palabras me dañaban. Él no entendía lo que en verdad sentía. Aunque... tampoco sabía lo que era. No quería separarme de lo tenía. Sublatti y Satanás. Ellos eran mis mejores amigos, pero... ya no estábamos juntos. Mi cabeza me atormentaba con reproches de la separación. ¿Lo habría hecho bien o tendría que pagar con mis actos?
Ese día, Satan me reunió con él con suma importancia. Fui a la sala del trono, donde estaba el dios sentado en su trono, sin pestañear ni mirar a un lugar en concreto.
–Señor, estoy aquí –hice una reverencia poniendo una rodilla en el suelo y con la cabeza hacia abajo-.  ¿Qué desea de mí?
–Esto es muy importante, y solo puedo contar contigo –dijo con una tonalidad de voz que desconocía.
–Le escucho.
-–Quiero que mates a la diosa del destino, Paradise. Es una molestia y sé que podrás derrotarla.
–Es una diosa... No sé si podré, pero, si es su deseo, yo lo cumpliré.
–No vuelvas hasta que tengas su cabeza.
–Sí, señor. Le trairé su cabeza como me pide. Yo solo soy órdenes. Ahora mismo partiré –alcé un poco mi rostro, para ver sus ojos. Vacíos, sin vida.
–Ya puedes retirarte –terminó la reunión y volvió a estar como lo estuvo cuando llegué.
Me levanté, despedí y salí de la sala, cerrando la gran puerta. Me apoyé sobre ésta y me senté en el suelo. ¿Tenía que hacer esto?

"¿Este es mi castigo?  ¿Enfrentarme a alguien que desconozco? Espera... ¿diosa del destino? ¿Desde cuándo hay tres dioses? Entonces... He de luchar contra una diosa... No sé si saldré viva de ésta pero me esforzaré por complacer las órdenes de Satan. ¿Él me recuerda aún o solo cree que soy su servidora? Seguramente estaba en su alma... Aunque ya no la tiene" –me dije abrazando mis piernas.

Mi capucha negra se deslizó hacia atrás, haciendo que mi pelo se soltara y tapara gran parte de mi cara.
–¿Qué es lo que he hecho? Ellos no merecían esto... Yo... solo quería estar con ellos por que...
Un ruido que provenía del medallón dorado interrumpió esa razón. Lo miré y vi que el alma tormentada intentaba ser liberada.
–¿Quieres salir?
Dio un golpecito en el cristal central del collar, sin romperlo.
–No sé que es lo que buscas. Te liberaré. Espero que sepas lo que haces, Satan.
Abrí el medallón y de él salió el alma encarcelada, con la forma de Satanás. Entre sus manos salió una enorme bola negra, y la dejó flotando un momento. Ésta se hizo cada vez más grande, dando lugar a su forma en óvalo. Hizo como si abriese de ésta una puerta forzada, diciendo:
–Abréte, puerta de la oscuridad. Ve hasta el Gran Destino.
Se volvió más grande y se transformó en un portal como los que yo hacía.
–Vaya... –Dije sorprendida.
El alma hizo un gesto educado para pasar.
–Es por aquí –su voz era idéntica a la antigua de Satan.
–¿Crees que podré hacer esta importante misión?
–Lo lograrás, Lelahel. Yo creo en ti -dijo sonriendo.
–¿Eres tú el verdadero Satan, el que conocí y le di mi amistad? –Di unos pasos hacia él e intenté tocarlo con uno de mis dedos, pero se traspasó.
–El mismo. No puedo volver a mi cuerpo, pero si estar en tu medallón, y en tu corazón también. Al igual que yo antes, tu alma está abrumada, sufriendo.
–¿Ya no sufres?
Negó con la cabeza.
–Ahora estoy en tu posesión, ya no necesito estar triste o enfadado. Ve, Lelahel. Lucha por nuestra amistad –estas últimas palabras se escucharon como si se desvanecieran y Satan regresó al interior del collar.

Su aparición me llenó de orgullo y apoyo. Sabía lo que tenía que hacer. Me adentré en el agujero, que me llevó a un largo pasillo, todo entero de color negro. El medallón desprendía una extraña luz que me ayudaba a ver el camino. Tenía que ir todo recto.
Esa luz... ¿era mi alma?

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora