Por última vez

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Caminé por los pasillos intentando olvidar lo ocurrido. Me dirigía a la sala del trono para hablar seriamente con Satanás respecto a las bestias que hallé en las mazmorras. El portón para entrar estaba cerrado, pues la abrí dando una gran patada. Entré y me incliné ante Satan.
–He vuelto, Satan –saludé.
Él no dijo palabra alguna, solo lo correspondió haciendo un movimiento con uno de sus dedos.
–Sé lo que has hecho... ¿Me utilizaste para que trajera avtodas esas inocentes bestias, no es así? ¡Me obligaste a machacarlos sin piedad y me hipnotizaste para que no lo recordara! ¿Por qué? ¿Era necesario haber hecho esto, Satan? ¡Soy tu amiga, no un objeto! –Le reñí muy enfurecida. No obtuve ninguna respuesta, ni un reproche ni queja. Él no me miraba, era como si yo no estuviese allí–. No tienes nada que decir... Por esto podría vengarme, pero... Tú eres mi amigo, y siempre te seré fiel. Jamás te haría daño, Satanás –mi tono de voz pasó a ser calmado y flojo. Di la vuelta para regresar a la salida–. No sé lo que pretendes con esto, y espero que te haga feliz. Es probable que nos veamos por última vez, Satan –cerré el portón y seguí mi camino hacia las mazmorras.
Bajé por las escaleras, y observé el estado de las criaturas. Estaban peor. Me arrodillé ante el grifo, quién sostenía la piedra dorada que contenía en su interior al dragón que salvé de las manos del jefe de los demonios, agarrándola con las dos manos y con fuerza. Acaricé sus patas cubiertas de pelo, susurrándole unas palabras.
–He de irme, grifo. Prometo que enviaré alguien para que os sanen las heridas y, pronto, llegará un ser que traerá la paz en todos los lugares. Ella protegerá a los tuyos, te lo asesguro –mientras hablaba, noté que su pico temblaba, intentando pronunciar alguna palabra, siendo en vano.
Me puse de pie y seguí más allá de las celdas, llegando a la de Sublatti.
–Lelahel, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar con Satan? –Preguntó, levantándose del mugroso suelo.
–Sí, es cierto, pero ya no puedo servirle más. Voy a ir a un sitio, donde puede que no regrese –bajé la cabeza, sin poder decirle la verdad.
–¿Qué dices? Eso no es verdad, Lelahel. Escuc...
–Esta será la última vez que veré el infierno, el castillo... Todo lo que consideré mi hogar –le interrumpí, sonriéndole.
–Y sigue siendo tu hogar, ¿verdad?
Me quedé pensativa, sin responder.
–Sublatti, te pido que si me ocurriese algo, haz todo lo que te ordene, lo que te pida, lo que deseé, aunque no lo quieras. Si ves algo extraño en tu celda, atraviésalo sin miedo, ¿está bien? –Dije cambiando de expresión. Salí de allí, después de dejar a la diablesa en silencio.

~~~
Volé por los alrededores del gran infierno, recordándome a aquel día. Mi llegada. Él me llamó, y yo acudí a su llamada, abandonando el cielo, los ángeles, mi pasado.
Aterricé enfrente de la cueva en la que estuve el segundo día de mi estancia. Anduve hasta llegar a una enorme bestia, siendo Cerbero, la mascota de Satanás. Desde un primer momento, se encariñó conmigo, sin mostrar agresividad ni odio.
El perro de tres cabezas notó mi presencia, incorporándose y moviendo su cola alegremente.
–Hola Cerbero... ¿Cómo estás? –Cerbero se agachó para que le rascase su largo cuello, haciendo lo que me pedía. Hizo un ruidito de ronroneo, tumbándose de nuevo–. He venido a despedirme. ¿Sé bueno, vale? No te entristezcas cuando no esté, ¿entendido? Te pido que hagas lo que él te ordene, pues seguro que te utilizará para su experimento –abracé la cabeza central de la oscura criatura, recibiendo su abrazo con las otras dos cabezas apoyadas sobre mis hombros–. Adiós, Cerbero.
–Adiós, Lelahel –dijo alguien en mi interior, sabiendo que era la bestia.

Las despedidas eran muy duras para mí, pues vería el infierno con mis propios ojos por última vez.
Por mis mejillas se derramaron unas pequeñas lágrimas, aguantando las ganas de soltar más.
Por último, llamé a la puerta del Maestro, sin tener ninguna respuesta. Me acerqué a ella y dije unas palabras.
–Maestro, gracias por tus sabias enseñanzas y por cuidar de mí cuando estaba perdida. Ahora, sé lo que debo hacer y quién soy en realidad. Me gustaría quedarme pero... No puedo. Esto... Lo hago por los que me importan, por los que merecen luchar. Sublatti, Satan, Cerbero, las bestias, los demonios, usted... Es por lo que voy a luchar. Voy a hacer una locura y puede que el mayor error de mi vida, y no será en vano –me separé de la puerta, y, decidida, me dirigí al cielo, pronunciando un nombre.

"Diana".

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora