Era el lugar donde estaban. Estaba en el infierno, pero desconocía donde estaba situado. La cueva parecía igual a la de Cerbero y la única diferencia que tenía era que tenía dos plantas. Llegué a la primera e investigué por allí. No hallé nada, aparte de rocas negruzcas.
Bajé hacia la siguiente, pero esta vez, encontré lo que necesitaba para saber si estaban allí. Oí un sollozo de un niño, lo cual me sorprendió. Me acerqué a la escena de donde procedía el llanto. Vi una figura sosteniendo algo. Era una silueta que conocía de sobra. Era ella. Anduve hasta estar a unos metros, escuchando como ella tarareaba al bebé una dulce canción para calmarlo.Azazel...
"¿Azazel?" –surgió ese nombre en mi cabeza.
Era su padre...
La voz me volvió a hablar. ¿Era ese el nombre del pequeño?
Di unos pasos hacia ellos, pronunciando lentamente su nombre:
–Azazel.
La diablesa se giró, mostrando su rostro y la del niño dormido. Tenía un cierto parecido a alguien...
–¿Lelahel?¿Qué haces aquí?
–Sublatti... Cuánto tiempo... ¿Es tu hijo, verdad? Se llama Azazel...
–¿Cómo has llegado hasta aquí? –Dijo intentando no despertar a su hijo.
–He venido del pasado para protegerte a ti y a tu hijo. Estáis en peligro. No deberíais estar aquí. Satanás os encontrará. ¿Dónde está...?
–Yandak se ha ido un momento, ahora vendrá. Supongo que leíste la carta...
–No me importa lo que ponga en ella –dije seriamente–. Tenéis que iros de aquí AHORA.
–No podemos –contestó una voz a mis espaldas. Era Yandak.
–Creía que no nos encontrarías. Satanás no sabe que estamos aquí.
–Os encontrará. Lleváis un tiempo sin aparecer, ¿crees que él es tonto? Yo iré a distraerle, buscad una manera de salir –volteé mi cuerpo para subir a la primera planta.
Hice un portal para llegar al castillo de Satan, y entré para buscarle. Por un momento, olvidé que tenía unas alas para volar, aunque pasaba de usarlas. Corrí hasta la entrada de la sala del trono, donde supuse que él estaría, pero no fue así. Observé a mi alrededor, sin encontrar nada. Parecía todo tan oscuro, vacío, siniestro. Las paredes con colores rojizos pasaron a ser de color negro, incluído el sillón. Eso no fue lo que me sorprendió. La sala había ampliado."Qué extraño, recordaba esto más pequeño" –me dije.
No podía ver lo que había más allá de lo que había descubierto, aún así, preferí adentrarme en esa oscuridad que lo ocultaba.
Mi medallón se iluminó, ofreciéndome un campo de visión para observar. Allí estaba él.
–Satan... –Murmuré.
El dios no había cambiado en absoluto. Se encontraba sentado en el suelo, y transmitía una gran tristeza.
–Lelahel... Creía que no volverías a mí... ¿Dónde está Sublatti? –Su voz cada vez se escuchaba más flojo.
–Pues... Verás...
–Mírame a los ojos, Lelahel.
Obedecí a sus órdenes. Mis ojos y los suyos estuvieron conectados, pero poco a poco fui notando que su expresión de tristeza se convertí en enfado.
–Lo sabía –se levantó y se dirigió a la entrada.
–¿Qué quieres decir? No lo entiendo.
-Maldita traidora... Sublatti.
No, no podía ser. ¡Sabía dónde estaban!
–Satanás, por favor... –Supliqué de rodillas–. No les hagas daño...
Él no tuvo en interés de escuchar. Me lancé a uno de sus pies, agarrándolo para impedirle andar.
–¡Satanás por favor! ¡No puedes hacerle esto!
De un movimiento con el pie prisionero, me lanzó contra una de las paredes. Me costaba levantarme. Vi como se iba.
–Satan... Te lo ruego... No...
–Los traidores merecen morir –fue lo último que salió de sus labios.
Mis piernas apenas podían mantenerse en pié del impacto, pero logré ergirme. Sabía que era el momento de utilizar mis alas.
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Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]
FantasyJusto antes de la primera guerra de la creación, demonios y ángeles vivieron una buena temporada en armonía, hasta la aparición de un nuevo ser en la entrada del cielo con el objetivo de ir al infierno para encontrar su hogar: el paraíso. Intentando...