El entramiento de Darkia

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En poco tiempo, John y su padre hablando comenzaron a llevarse bien, con una relación de padre e hijo. El chico no se movió de su lado, sin tampoco dirigir palabra a Ia, quién estaba disgustada por su reacción. Por supuesto, el dios le habló de toda la historia de los tres mundos, mientras que yo observaba lo que ocurría en la Tierra.
Sublatti le paró llamándole volando detrás de ella. Ambos se pararon para tener otra conversación.
–Si quieres enfrentarte al gran jefe, deberías entrenar.
–¿Todavía sigues llamándolo jefe? ¿Y con quién voy a entrenar? –Reaccionó ella algo molesta.
–Seré una renegada, pero siempre seguiré siendo un demonio. Yo te entrenaré. Un ángel no puede ganar a un demonio si utiliza técnicas básicas. Deberías conocer la manera en la que luchamos los demonios, y así, podrás ver su debilidad y vencerlos.
Ella afirmó y aterrizaron en otra de las ciudades arrasadas por estas criaturas.
–Otro lugar destruido, estos seres nunca están contentos.
–El plan de los demonios era conquistar la Tierra y extinguir a sus habitantes –respondió la diablesa.
¿El plan de Satanás era ese? Pensaba que ésto lo hacía para vengarse del Creador... Ha cambiado desde que me fui. Sabía que ese jefe de los demonios que conocí había desaparecido y se había convertido en un dios codicioso.
–Pero si tienen el infierno, ¿para qué quieren más?
Ella bajó la cabeza avergonzada.
–Nosotros somos una especie avariciosa y queremos tenerlo todo. Lo nuestro y lo de los demás.
–Entiendo –contestó rozando con la punta de los dedos las ruinas de un enorme edificio.
–Ya es hora de que aprendas a luchar. Acércate para que te observe –cruzó los brazos dando vueltas alrededor del ángel.
–Las alas están bien, el cuerpo robusto y sano, una buena espada... Pero la armadura está hecha añicos. Tranquila, yo te la arreglo –colocó sus manos sobre ella y empezaron a brillar. La armadura relucía un hermoso brillo plateado, como una procedente del cielo. Además, también tenía una capa marrón con capucha y una funda para guardar su espada.
La demonio le habló sobre el arma, del cuál ella desconocía su poder. Estaba completamente segura de que Diana ya la poseía antes, pues recordé cierta similitud el día que fui asconsiguió
Después, ella habló sobre su infancia, cosa que desconocía de ella. Cuando pararon de hablar, la diablesa empezó la lección. Agarró la espada de Darkia, sacándosela de su funda, y abrió las piernas mientras flexionaba las rodillas. Levantó el arma, manteniendo los brazos casi doblados. Agachó la cabeza un poco, y miró al frente con cierta seriedad.
–Primero –dijo–, abre las piernas, flexiónalas, pero no del todo. Coja la espada y manténgala en guardia, que es muy importante. Levante los brazos y la cabeza bájela un poco. En sus ojos tiene que ver su adversario desafío y valentía. Si muestra miedo, el enemigo no os verá como justo rival.
Su nueva aprendiz asintió y le devolvió la espada.
–Te toca.
El ángel, sin problema alguno, consiguió hacer el procedimiento emseñado.
–Muy bien –sonrió satisfecha de su trabajo–. Aprende rápido. Levante más el rostro. Los hombros hacia delante. Abra más las piernas, un poco más.
Obedeció, quedándose inmóvil.
–Muy bien. Ahora le enseñaré a asestar el primer ataque –de pronto, de sus manos apareció una espada brillante, de hoja blanca, con un mango de color esmeralda.
Lo recuerdo. Con ella se enfrentó a mí por primera vez, en cambio yo tenía solo uno de madera.
–Vaya... Una espada divina, latenciónque no puede arder –interrumpió el Creador desde mis espaldas, llamando mi atención.
–¿Divina? ¿Conoce ese arma? –Pregunté desconcertada por su conocimiento.
–Su nombre es Emerald, la espada de la belleza. Solo aquellos que tengan un alma lleno de hermosura podrán portarla. Fue creada por la Diosa Madre antes de desaparecer. Junto a ésta, fueron creadas dos más, pero nunca se han sabido de ellas.
El pequeño John hizo un sonido de asombro, fascinado ante ésto.
–Creador –me situé a su lado–, ¿dónde está el vrodillas Victorinus?
–Fue guardada en el cielo hace muchos años, después de la primera guerra. Solo se utilizará cuando sea necesaria. Mientras tanto, descansará por un tiempo.
Observé mis manos. ¿Cómo era capaz de invocar a esa espada durmiente y la de Satan?
Cerré los puños, continuando con lo que estaba viendo. Justo cuando me puse a observar, vi que Darkia perdía el equilibrio intentando hacer un movimiento de Sublatti, haciéndole caer hacia atrás. De pronto, estallé a carcajadas por su desgracia. Todos me miraron sorprendidos ante mi reacción con esa caída.
–¡Qué torpe, jajajajaja! Cómo ha podido resvalarse así... –Seguí con las risas durante un rato, contagiando al hijo del Creador.
Al cesar la burla, la diablesa con preocupación, atendió a la torpe dei otra parte, ayudándole a incorporarse.
Repitió el procedimiento, saliéndole bien esta vez, pero mucho más lento, según su maestra. En mi opinión, no sabía el motivo de esa enseñanza, pues no vi ninguno de esos movimientos en Sublatti. Habría una posibilidad de que había cambiado en estos años, justo después de irme.
Ambas pararon el entrenamiento, pues ya estaba anocheciendo y se avecinaba una tormenta, como esa vez... Cuando perdí...
Me fui a una esquina de la sala, y rompí a llorar en silencio. Me senté ocultándome en mis rodillas.

"¿Por qué estoy llorando? Yo... Les extraño. Echo de menos a mis mejores amigos... Sublatti... Satanás... ¿Qué será de ellos? Ella está con Darkia y él morirá en un futuro... ¿Era eso lo que yo quería? Yo hice que me olvidaran y acabaran separados..." –reflexioné mientras me desahogaba entre el llanto.

Noté una mano sobre mi brazo, tranquilizándome.
–No te preocupes, Lelahel. Todo irá bien –escuché la voz infantil de John, y más tarde, alguien se apoyó en mis hombros, siendo Ia.
Miré al chiquillo a sus oscuros ojos, secándome los míos antes.
–¿Tú crees? He hecho cosas horribles... Ellos no se merecen esto. He sido muy egoísta, y por mi culpa han ocurrido desgracias...
–Eso ya no importa –contestó la humana–. Lo pasado, pasado está. ¿Vas a quedarte ahí llorando en vez de buscar respuestas, como aquella vez? –Se levantó decidida–. No te culpes por todo lo que ha ocurrido. Darkia nos ayudará, y tú a ella. Si estuviese en peligro, la única que puede salvarle eres tú, por eso estás aquí. Deja de llorar y enfréntate a la realidad. ¡Tú jamás has tenido la culpa!
–¿De quién fue, sino? –Pregunté, terminando la conversación y retirándose con el Creador.
John se quedó a mi lado, sonriendo.
–Darkia está entrenando mucho para luchar contra los malos, ¿no? Cuando le gane, habrá salvado a todos y seremos felices...
–No creo que sea así, pequeño.
Movió la cabeza junto a los enormes rizos oscuros de su cabeza, confundido. Sin decir nada, volvió con su padre y su madre, con quien no se atrevía hablar.

Noté que en mi vestimenta faltaba algo, descubriendo lo que era. Mi medallón. ¿Qué había sido de éste? Antes de venir aquí, lo dejé en las manos de Sublatti, pero en ese momento, ya no lo tenía... ¿Dónde podría estar?

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora