Donde empieza todo

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Ia y yo nos quedamos observando la situación de Darkia mientras el Creador fue en busca del alma perdida de John, pues su otra parte humana había fallecido y de ésto despertado la venganza e ira de Darkia.
Ella recién había abierto los ojos, y parecía que se sentía mareada y confusa. Estaba encerrada en una celda de rodillas con las muñecas encadenadas a la pared. Intentó liberarse de éstas pero le faltaban fuerzas para ello. Bajó su cabeza, rindiéndose. De pronto, sus ojos se inundaron y comenzó a llorar en silencio. Alzó la mirada, contemplando ante ella otra cárcel. En ella se podía divisar unos cuantos demonios encarcelados. Era extraño... ¿Qué hacían allí?
Los dos vigilantes, aquellos que le trajeron a aquel lugar, se acercaron a la celda con intención de burlarse de la prisionera.
–¡Mirad! Es ese ángel de alas negras. Seguro que los tontos de los suyos le expulsarían de los cielos. Qué patético –dijo uno de ellos.
–Cuando lo vea el jefe nos dará una buena recompensa –sonrió el otro demonio con avaricia.
Darkia volvió a bajar la cabeza y la levantó.
–Yo no soy un objeto. Ustedes matasteis a John... –Replicó el ángel. Observé en sus ojos un gran cambio. Planeaba hacer algo.
–¿Qué dices insolente? –se apoyó uno de los demonios en la reja de la celda.
–Vete al infierno –contestó.
El diablo, burlándose, soltó unas risas contagiosas, haciendo enfadar a la priosionera.
–¡Mira cómo de enfada! Como continuemos así vamos a acabar mal –siguieron con las risas.
Continuaron hablando mientras que la furia el ángel caído ascendía y tiraba de las cadenas. Llegó un momento que éstas se hicieron pedazos, liberando al ser enrabiado. Los vigilantes se retiraron, atemorizados. Darkia le dio una fuerte patada a la puerta, abriéndola sin problemas. Caminó lentamente hacia ellos, y por el camino encontró una espada, el cual me resultaba familiar.
–Esa espada... Es divina –dije.
–¿Qué quieres decir? –Preguntó Ia.
–Tú... No eres un ángel normal... –Escuchamos decir a uno de los diablos asustados. Ella apuntaba con el arma desafiante.
–Yo no soy un ángel. Yo soy humana.
Ellos se miraron confusos ante su respuesta.
–¿Ya no os reís? ¿O los grandullomes tienen miedo? –Preguntó vacilante.
–¡Eso no es verdad! ¡Los demonios no tenemos miedo a nada! –Replicaron los demonios a la vez.
–Pues yo pienso que sí es verdad... ¡Venid a por mí, cobardes!
Con esto, comenzó la batalla. Uno de ellos le atacó con los puños, siendo esquivado por la elevada agilidad de su contrincante. Volvió a atacar, aunque Darkia contraatacó y cortó la cabeza de éste, haciendo caer su cuerpo. La diferencia de poder era muy grandes, al igual por las ansias destructivas y venganza.
La cabeza del derrotado rodó hasta su compañero, quien no se atrevió a luchar. Con el miedo, se vio obligado a arrastrarse intentando huir. Su enemiga llegó a él para matarle.
–E-eres un mons-truo –tartamudeó.
–Igual que todos vosotros.
–Te-e-n pie-dad de mí, ángel.
–No hay piedad para aquellos que me quitaron lo que más quería.
–Te-e lo daré to-to-do, pero no me mates, por favor –suplicaba, sin convencerla.
–Tú no me puedes dar lo que me quitasteis –sin dejar al demonio hablar, clavó su espada sobre su cuello, manchándola de la sangre de éste y la sala.
–Ni tú ni nadie podéis devolverme lo que una vez tuve. Ahora John podrá dormir en paz.
De pronto, la espada que agarraba con su mano izquierda comenzó a ardar sin motivo alguno. La mantuvo alta para no quemarse y la observó con curiosidad. Sus llamas eran negras y abundantes, con cierto parecido a los ojos de su portadora.
–Es la legendaria Revage –dijo una voz procedente de la celda. Sin darme cuenta, sabía de quién era esa voz femenina.– Esa espada arde cuando nota el odio de un ser –dijo acercándose a la puerta, mostrando su físico.– Tú eres un ser muy raro y noto el odio en tu rostro.
Darkia se miró en charco de sangre, notando su cambio de ojos y pelo.
Buscó la llave de esa celda, liberando a los prisioneros.
–¿Qué hacéis aquí dentro siendo demonios? –Preguntó el ángel.
La arrodillada diablesa que le habló se levantó, mirando fijamente a Darkia.
–¿Qué os ocurrió para volveros oscura? Pensaba que los ángeles caídos ya no existían aquí.
Ella desvió la mirada sin responder. La demonio le miró más de cerca, como si le conociese.
–Veo dolor, sufrimiento y desesperación... ¿No serás aquel al que rescaté y llevé a un pueblo cercano?
–No es verdad –dijo Darkia sin creerse que un demonio le había rescatado.
–Sí que lo es. Eres un ángel que sufrió una transformación, creía que eras humana. Si te hubieran visto los otros vigilantes, estarías muerta.
–¡Contesta a mi pregunta! –Gritó enfurecida esquivándole.
La prisionera liberada suspiró sentándose en el suelo.
–Al rescatarte, uno de ellos le contó al jefe que había cogido algo y me había marchado. Me hicieron un interrogatoria y me castigaron por no creerme.
–¿Qué les dijiste?
–Que había salvado humana y creyeron que había salvado un ángel. Me declararon culpable por traición y aquí estoy. Los demonios son crueles y malvados.
¿Los demonios, crueles? Yo no opinaba lo mismo que ella, pues había vivido junto a ellos.
El ángel le volvió a ignorar y salió de la celda, seguida de la diablesa.
–¡Espera! ¿Adónde vas?
Ante sus palabras, Darkia le miró con tristeza, alejando su mirada de sus ojos verdosos.
–A ninguna parte.
–Ellos también me quitaron lo que más quería. Déjeme que vaya con usted, por favor –se arrodilló a sus pies, suplicante.
–¿Y de qué me sirves? –Le respondió con desprecio.
–Sé que ellos mataron a los ángeles y a tus humanos. Yo te puedo guiar hasta el gran jefe y así tener vuestra venganza.
Convencida esta vez, sonrió.
–Está bien, pero no molestes.
–No seré una molestia. Tened esto como un favor por liberarme de la prisión. Muchas gracias. Le seré su guía al mundo de los demonios y lucharé a su lado.
Darkia afirmó con la cabeza y ayudó a su nueva acompañante. Se marcharon del castillo. A las horas después, si llegar aún el Creador, las dos viajeras se detuvieron en un lugar que según parecía, era el pueblo destruido que vi al volver a mi alma. La diablesa tomó un descanso mientras que Darkia paseaba por lo que era en ese momento, la Tierra destruida. Rozó sus dedos con el suelo, y dirigió su mirada al atardecer, lo contrario del amanecer que yo deseaba tango contemplar.
–John... –Dijo unas palabras más que no logré entender, escuchando como final su voz en mi interior.

¡Te prometo que lo haré, hermanito!

Esas promesas... Y ese escenario... Ahora lo comprendía todo. Ia tenía razón.
"Darkia... Tú y yo somos el mismo ser, pero soy el amandcer y el atardecer, dos cosas muy distintas, al igual que nosotras. Si el amanecer va primero... Y el atardecer será después, es decir, yo aparecería primero y después tú... Ahora es donde comienza todo. Contigo, con el atardecer".

Al caer la noche, se reencontraron, y Darkia se durmió. Al amanecer, ella despertó viendo que la diablesa no había dormido en toda la noche.
–Buenos días –le saludó.
–¿No has dormido?
–Algunos demonios no necesitamos dormir por la noche. Solo con descansar un rato y ya tenemos energía. ¿Qué estabas haciendo ayer?
–Fui a dar un paseo por aquí, ya te lo dije.
–Tardasteis un poco. ¿Os suena este lugar?
–Era como mi segundo hogar –respondió con suma tristeza.
–¿Y vuestro primero? ¿El cielo?
La joven negó.
–¿Entonces?
–Si quieres que te lo demuestre, dime tu nombre.
–Mi nombre es...

"Sublatti" –me respondí en mi mente, sin que pudiera escucharme.

Hablaron entre ellas respecto a la transformación repentina de Darkia, y como consuelo le dijo:
–Perder a alguien querida es lo peor que puede pasarle a alguien. Comprendo tu angustia.
El ángel se mantuvo en silencio, sin creer lo que comentó la diablesa. Ella... Era Sublatti, aquella a quien le di mis últimas palabras, mi última sonrisa y mi último aliento, pidiéndole ese gran favor que apenas acababa de comenzar.

"Tú perdiste todo lo que querías por mi culpa, igual que Satan... Intentaré hacer lo que pueda para recuperar a aquellos a quiénes extrañas y cumplir mi promesa: volver a ver el amenecer los tres, los tres mejores amigos".

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora