La verdad de Ia

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Mis ojos se cerraron, mientras que notaba como mi cabello volaba por el agua. Me ahogaba, me moría. Y, mejor dicho, prefería morirme. Había fallado, sido derrotada. Y, sobretodo, humillada.
Seguí con mis deprimentes pensamientos cuando algo agarró mi brazo y tiraba de él, intentando ascenderme. Abrí los ojos. Era la humana, quién me salvó de Darkia, Ia.
Consiguió llevarme hasta la superficie y me arrastró hasta unas piedras alejadas de la lluvia, donde podría secarme un poco. Me dejó sentada apoyada en una de las rocas. Respiré. Sentía todavía esa sensación de ahogo, pero con el tiempo me calmé. No había salido nada de agua por mi cuerpo, aunque tosí un poco.
Ella se sentó a mi lado.
–¿Estás bien? Pensaba que te habías ido... Menos mal que vi algo extraño en el agua... ¿No sabes nadar?
Negué con la cabeza, pues era incapaz de hablar.
–Vaya... Si preguntas por Darkia, desapareció en cuanto te marchaste. Pero... Es imposible que sea ella –dudó un instante, moviendo la cabeza.
–¿Quiere decir que era falsa? –Dije con voz ronca.
–Efectivamente. Puede que la hayas creado tú misma, o alguien.
–Me ha hablado, pegado una paliza y tocado la frente. Sentía como si yo misma me estuviera pegando.
–¿Sabes lo que quiere decir, Lelahel? Que la auténtica Darkia está apunto de aparecer y... No sé que más –su rostro alegre cambió a ser melancólico.
–¿Ella hará todo esto? ¿Me destruirá?
–No estoy segura... Todavía no existe en la realidad, quién sabe, puede no lo haga. No todo es como imaginamos que son.
Abracé mis rodillas, comenzando a sollozar de nuevo.
–Me ha derrotado... Mi propia luz... Miserable, decepcionante, triste. Soy muy débil todavía... –Susurré.
–¿Por qué sigues aquí? ¿Qué te trajo hasta aquí? Es raro pensar que un ángel de las primeras generaciones siga aquí...
No pronuncié palabra, secándome las lágrimas. Miré sin rumbo el húmedo suelo.
–El Creador y su estúpido engendro...
–¿Adán? Entonces... Lo conociste.
Asentí.
–Te contaré una cosa que solo el Creador sabe, ¿entiendes?
–Entiendo –respondí, callándome para escucharle.
–Hace mucho tiempo, el Creador creó dos nuevos seres, dos humanos de distinto sexo. Los llamó Adán y Eva, aunque más tarde ambos se cambiaron los nombres. Esa Eva... Era yo. Se suponía que los dos tendríamos sentimientos y compartiríamos nuestras vidas para hacer crecer nuestra especie... Pero él me rechazó. Desobedeció a su propio creador. Me miraba con asco, desprecio. Yo quería entregarle mi amor, aunque él careciera de sentimientos. Él salió defectuoso y yo perfecta. Le pidió poder al Creador y se marchó, sin saber nada más de él.
»Después de su ida, fue la primera guerra. Ya éramos muchos humanos, pero yo no había tenido decendencia ni hombre. Pasaría mi vida sola, sin nadie a mi lado. Los humanos fuimos desterrados a la Tierra, un lugar al que nos costó acostumbrarnos.
»Un día, el Creador me reunió con él, para hablar de un asunto. Quería hacer un dios, alguien que pusiera fin al sufrimiento. Me ofrecí sin pensármelo. Lo que tenía que hacer era inyectar lo que quedaba del alma de la Diosa Madre en la mía, pero no salió demasiado bien. Ésto provocó que despertara mi lado oscuro, el cual me atormentaba con ataques internos. El Creador tuvo que partir mi alma en dos, naciendo Paradise. Él le expulsó apresándola en el Vacío. Con esto, a las dos nos salieron dos círculos encima de nuestras cabezas, convirtiéndonos en diosas. Recuerdo lo último que dijo ella antes de irse: "Tu destino ya está elegido".
»El Creador ya había terminado su investigación. Según él, un ser podía transformarse en dios cuando el alma estaba dividida, de sangre pura y haber pasado antes una situación crítica. Yo era una diosa, pero tenía el alma incompleta y el corazón lleno de soledad. Llevaba millones de años viva, sin saber porqué. Él me lo explicó. Me dio el poder de ser joven siempre, pero no inmortal.
»Entonces, él decidió ayudarme con mi problema. Me entregó su corazón, aunque no pudiera verle el rostro. Con uno de sus dedos acarició mi barriga, y, con esto, tuve mi primer hijo, John.
Estaba fascinada con su historia. Mis ojos estaban muy abiertos por el interés.
–Ese chico, con el que estabas ese día, ¿es tu hijo?
–Sí, lo es. Pero... No debe saber que yo soy su madre. Para él yo soy su hermana mayor. Tampoco sabe quién es su padre. Ahora vivimos los dos con una pareja humana. Él cree que son sus padres, pero nunca han podido tener un hijo.
–Oh... –Exclamé–. Yo... Conocí a Adán, quién se puso de nombre Vinn. Los dos tuvimos un hijo, llamado Miguel. Le ayudé, le di mi confianza. No sabía qué era en verdad –hice un poco de silencio, para hacer una confesión–. Yo fui una de las causas de la primdra guerra de la creación, fui deshonrada, maté a mis padres, miré a los ojos del Creador, obtuve el poder de dos espadas divinas, tuve un hijo mestizo, lo abandoné, dormí durante tres millones de años y me uní a Satan.
–Es cierto... Gracias, Lelahel.
Le observé atónita por su agradecimiento.
–¿Por qué? –Pregunté.
–Gracias por hacer todo esto. Eres muy fuerte por soportar todo este dolor. Perdiste a tus padres, presenciaste una guerra, destruiste a Paradise, sacrificar tu alma a pesar de ser partida y luchar por los que quieres –me tocó una de mis manos, el cual estaban abrazadas a mis piernas.
Ia parecía triste por sus ojos, pero no para de sonreír.
–Nuestro destino está decidido por Paradise, pero haré algo por ti. Ojalá pudiera liberarte de esto, pero me he es imposible.
–Sé que algo malo me ocurrirá, Ia. Cuando mi alma se desvanezca, ¿qué será de mí? ¿De mis amigos? ¿De todo lo que me importa? Sufrirán por mi culpa. Quiero pedirte algo –me acerqué a su oído y le susurré mi deseo–. Sé que Paradise está ahí, en tu interior. Seguro que lo escuchará.
–Pero... ¿Es lo qué quieres?
Asentí, segura de mí misma.
–Entonces, ¿dónde está mi versacrificarme
–Parece ser que se introdujo en un pequeño bebé que se encuentra en los cielos. Ahora estará casi adulto, su nombre es Diana.
–Diana... ¿Y tú, qué harás antes de cumplir tu destino? –De un salto, me puse en pie.
–Haré la voluntad del Creador. Lelahel –dijo muy seria–, necesito que hagas una cosa por mí. Dile a Satanás que el Creador tiene un libro en el que dice que un ángel le derrotará, el cual está en la Tierra.
No le contesté. ¿A qué venía esto?
–Necesito que se lo digas, ¿vale? Puede que esta sea la última vez que nos veamos. Recuerda: siempre estaré para lo que necesites –sonrió. Ella me mostraba su cariño hacia mí, como si me conociera desde siempre.
De pronto, un pensamiento salió de mi cabeza.

"Diana... Es Darkia. Si ella se convertirá en lo que he visto, destrozará todo lo que me importa. Tengo que deterle antes que sea tarde, aunque tenga que sacrificarme".

–Ia, he de partir. Tengo cosas pendientes –me di la vuelta y anduve, haciendo un portal con destino el infierno.
–¿Qué vas a hacer?
–Decidir el final de mi destino –traspasé el portal, llevándome al castillo del jefe de los demonios.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora