Sabía que ese ángel iba a por mí. Era el comandante de los cielos, Tintael.
Señaló a mi dirección y gritó:
–¡Atraparla!
Al momento, un montón de guardias fueron en mi busca. Hora de huir. Me oculté entre la gente mientras avanzaba. Empujando, los apartaba para despejar el camino de huida, aunque no tuviera escapatoria. Ni siquiera había despistado a ninguno de mis perseguidores, pero tampoco estaba para pensar.
Llegué al final de la parte donde los ángeles contemplaron a ese humano. Maldito sea. Confíe en él, le di mi amistad, y así fue como me lo pagó. Mi castigo por confiar en los desconocidos. Mis padres me advirtieron que nunca confiara en nadie hasta que demostraba su lealtad.
Miré para atrás para saber a que cercanía se encontraban los guardias. Sin querer, me choqué con alguien del despiste. Al mirar quién era, me inmovilizó.
–¿Padre? ¿Madre?
–¿Hija?¿Qué haces aquí? –Preguntaron los dos. Mi madre sonreía como siempre, y mi padre mantenía su seriedad.
–Ahora no puedo deciroslo, tengo que... –Intenté escabullirme, lo que fue imposible por que mi padre me retuvo.
–Lelahel... –me miró preocupado.
–¡Quieta ahí! ¡Ya no hay escapatoria! –nos interrumpió la voz del comandante. Ya era tarde para seguir corriendo. Entre dos ángeles, agarraron mis brazos para no escapar. Mis padres estaban atónitos por la situación.
–Hija...
–¿Es vuestra hija, Montray y Onuel? Vaya deshonra os ha traído. Ha ocultado a un ser extraño de los nuestros.
Mi madre se tapó la boca de la sorpresa. Era una vergüenza. Bajé la cabeza mirando al suelo, pues no me atrevía a mirar a nadie a los ojos.
–Eso es mentira, comandante. Mi hija nunca haría eso, ¿verdad, Lelahel? –preguntó mi padre esperando mi respuesta, pero jamás la obtuvo.
–Llevárosla de aquí. Declararé su sentencia por traición.
Me obligaron a ir con ellos, y no pude evitar oír los sollozos de mi madre mientras mi padre la consolaba con susurros. Nunca fui el ángel que ellos esperaban ni lo iba a ser.
Hice el camino de la vergüenza con las miradas de todos los míos fijadas en mí. Después, entré en la sala del trono del comandante. Él daría mi sentencia. Mi castigo por ser una irresponsable e inmadura.
Me pusieron frente a él arrodillada, dejando también caer sobre mis hombros mi dorado cabello. Tintael pidió a sus sirvientes que se marcharan, y comenzó el jucio.
–Hoy he venido a juzgar por tu grave crímen, Lelahel, hija de dos humildes ángeles. No me esperaba que fueras así –se sentó en su asiento–. Ese humano, ¿dónde lo encontraste?
No respondí, sin mirarle a los ojos.
–¡Responde!- gritó.
-Lo vi intentando entrar en las puertas del cielo –contesté.
–Me lo imaginaba. Eras la vigilante de las puertas del cielo. ¿Por qué no informaste a nadie de la situación?
–No... no lo sé.
–Verás, jovencita, ese humano al que conociste no debió nunca salir de donde venía. Era un secreto del Creador y mío.
–Habéis creado a un monstruo –murmurré.
–El primero de ellos nació sin sentimiento alguno, solo con la capacidad de reproducirse y tener descendencia.
Sus palabras helaron mi sangre. Era la verdad sobre Vinn.
–Él me dijo que se llamaba Vinn –dije.
–Su nombre original es Adán, el primer humano. El Creador cometió un error al darle poderes. Le avisé de que ocurriría una catástrofe –se quitó el sudor de su frente con la mano–. ¿Por qué te pidió ayuda?
Con la garganta seca, contesté al rato.
–Dijo que quería volver a casa, y lo refugié por un tiempo aquí.
–Entiendo. Ese fue tu error. Confiar en él. Nunca debes confiar en nadie. ¡Nadie! Por ello, mereces tu castigo, pagar por tu deslealtad. La deshonra. Vivirás toda la vida con la deshonra en tu corazón, y nunca pertenecerás a los nuestros –dijo firme. No quería que me viera llorar, pues mis lágrimas no cambiarían nada. Lo único que podía hacer era mantenerme en silencio y aguantar el castigo.
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Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]
FantasíaJusto antes de la primera guerra de la creación, demonios y ángeles vivieron una buena temporada en armonía, hasta la aparición de un nuevo ser en la entrada del cielo con el objetivo de ir al infierno para encontrar su hogar: el paraíso. Intentando...