La lucha comenzó. Darkia pegó un gran salto y dio el primer ataque dirigiendo su golpe a mi pecho. Hice un escudo con mis dos espadas, repeliendo su ataque. Fui un poco arrastrada hacia detrás por la increíble fuerza de su arma. Ambas teníamos espadas divinas, pero yo tenía más ventajas por tener dos.
Esta vez, las dos atacamos a la vez, y fueron constantes. Estuvimos un rato dando chocazos con nuestras armas ardientes, y así sucesivamente.
Mi enemiga retrocedió, sonriendo.
–Eres buena, todo lo que esperaba de mi otra mitad.
–Cállate, yo no tengo nada que ver contigo –gruñí.
–Vaya... Qué remedio... –Hizo un movimiento con sus hombros, sabiendo mi respuesta.
Se alejó, dando pasos hacia atrás, hasta colocarse en el centro del campo.
–No me has dejado más opción que hacer esto –clavó su espada en el suelo, y ésta se fue agrietando. Ella cayó al vacío, y yo, también.
Los pedazos del suelo fueron cayendo, como si no tuviera fin. Descendí saltando de roca en roca, esquivando algunas que se entrometían en mi camino.
De pronto, todas ellas fueron juntándose de nuevo, y, así, volvió a estar como antes."¿A qué ha venido esto?" –dije aterrizando.
Darkia no estaba. Miré a mi alrededor, sin dar con ella. Sentía su presencia muy cerca.
Como imaginaba, de la parte azul del terreno apereció una presencia. Era ella, pero con un traje de otro estilo más largo y un poco más vieja. Sobre su cabeza flotaba una aureola azul, por lo que...
–Esto no es todo, Lelahel. Como tú, yo también soy una diosa... Y, eso no es todo... ¡Te mostraré mi verdadero poder! –Se alzó abriendo sus brazos. Sus ojos cambiaron de color azul y su aureola brilló. De repente, a sus espaldas salieron diez espadas ardiendo diferentes colores: negro, blanco, blanco y amarillo, verde, rojo, rosa, azul y plateado. Todas ellas espadas divinas, y dos las conocía.
–No puede ser...
–¿Ahora qué? Dos contra siete. Yo gano, Lelahel...
Le miré enfurecida, dispuesta a seguir luchando.
–¡No me rendiré aunque tú seas luz! –Grité.
Darkia sonrió.
–Yo soy la luz de la oscuridad, aquella que te destruirá...
–¡Si tu eres la luz de la oscuridad, Darkia, yo seré la oscuridad de la luz! –Emprendí el vuelo para atacar.
Una gran fuerza regresaba a mí. Era el poder. Volvía a ser una diosa. Mi cuerpo fue rodeado por un aura oscuro, y Darkia, por el contrario, claro.
Le ataqué, pero fue inútil. Se protegió con sus espadas y se desplazó dando vueltas a mi alrededor.
Sin motivo alguno, mis armas desaparecieron de mis manos.
–¿Pero qué...? –Pregunté, atónita.
Ella rió burlona, cruzando los brazos.
–YO tengo el control de todas las espadas divinas existentes del universo, incluidas las tuyas. Ahora no tienes escapatoria... ¡Ríndete!
Negué con la cabeza.
–Tendrás que matarme si quieres la victoria, escoria –dije volando un lado a otro.
No tenía armas con el que luchar, pues... Lo único que era capaz era de esquivar, esperando a algo, un milagro.
Desde su sitio, Darkia señaló hacia mí, y sus espadas fueron a mi dirección. Era el momento de correr. Salir pitando. Sin pensármelo, me di la vuelta y emprendí la huida, siendo perseguida por las armas de Darkia. Di muchas vueltas, descendí, ascendí, sin poder despistarlas. Escuchaba su risa, su burla. Era más poderosa que yo, pero no me iba a detener.
–¡No dejaré que le hagas daño a mis amigos! –Grité, sin parar de batir mis alas.
Ella desapareció, dejando un rastro humo en su lugar. Seguí con lo mío, hasta que ella apareció a unos escasos metros. Frené, olvidándome de mis perseguidores.
–No puedes huir eternamente... –Susurró.
Giré mi cabeza. Me habían alcanzado. Tres de ellas me golpearon en la espalda con fuerza, siendo derribada. Caí dándome un gran porrazo en la parte delantera de mi cuerpo. Estaba muy débil, desarmada y sin escapatoria.
–Mierda... –Dije apretando los puños.
Me levanté con algo de dificultad. Ya no tenía fuerzas para volar.
–¿Ves? Sin tu arma no eres nadie. Tu existencia me amarga, Lelahel, pero... Jugaré un poco más contigo.
Sin darme oportunidad, las armas me rodearon. Lo que iba a pasar no iba a agradarme y, sobretodo, doler.
A la vez, fueron pegándome y haciendo arrañazos leves, como si estuvieran siendo personas quiénes me dieran esa paliza. Me protegí la cabeza con mis brazos, y solté unas lágrimas. Lágrimas de derrota.
Los golpes cesaron. Miré al frente, viendo como ella avanzaba con una sola espada en la mano.
–Arrodíllate ante mí, oscuridad –amenazó apuntando su arma hacia mi rostro.
Hice lo que me ordenó.
–Vaya... Has sido más fácil de lo que creía. Acabaré contigo...
Con la cabeza hacia abajo, agarré con mi mano derecha la hoja afilada, sin importar el corte me haría.
–¿Qué haces?
Tiré de ella y la lancé lejos de nosotras. Volví a levantarme y le miré a sus oscuros ojos.
–¿Y tú? No eres nadie sin tu arma... –Me lancé hacia ella, tirándonos a ambas al suelo. Le cogí del cuello y rechiné mis dientes en señal de rabia.
Notaba como en mi cara y en la palma de la mano caían gotas de sangre.
Enfurecida, comencé a darle puñetazos en la cara sin parar. Ella se quejaba y le salieron moratones debido a mis impactos. Me incorporé y la dejé allí tirada, sin perderla de vista.
Darkia reaccionó levántandose mareada. Me acerqué otra vez a ella, con intención de seguir la pelea.
–No permitiré que dañes a alguien, que mates, que amenaces, que conquistes... ¡Y menos a mis amigos! –Le di dos puñetazos, haciéndola retroceder.
–No eres la única que tiene gente por proteger. Debo destruirte por mi familia...
–¿Familia? –Cuestioné bajando mis brazos.
–Claro... –Sonrió pícaramente. Me proninó una patada en el pecho, dejándome casi sin respirar en el suelo. Con un movimiento de la mano, recuperó su espada–. ¡Te lo has creído! Ahora... –Dijo levantado su espada, pero una voz le interrumpió.
–¡Ya basta, Darkia!
Esa voz... ¡Ia!
–¿Y tú quién eres?
Sin responder, fue atacada y lanzada, siendo yo liberada. Di una vuelta a mi cuerpo, mirando a la recién llegada, que me ofreció su mano para ayudarme. La agarré y me impulsó para levantarme.
–Debes irte. Es peligroso.
–¿Y tú? No podemos...
Ella señaló a sus espaldas, donde había un portal.
–Ve hacia allí. Yo iré después y hableremos, ¿vale?
Asentí.
Ella se apartó, iendo a por Darkia, quién estaba enfurecida. Mi vía de escape. Atravesé el portal, sin mirar atrás.~~~
El lugar donde estaba era la Tierra, pero era distinto. No podía ver el amenecer, solo un cielo gris. Unas gotas de agua caían desde arriba, pareciendo un ambiente triste.
Di unos pasos, manchándome mis pies descalzos de tierra mojada. ¿Por qué estaba pasando esto?"¿Dónde está ese bello amanecer?¿Esa armonía?¿Por qué todo está todo tan oscuro y triste?¿Por qué?" –lloré. De amargura, de dolor, de tristeza, de derrota, de fracaso.
Mi cuerpo y ropa se mojaban, y parecía que mis lágrimas no caían.
"No he podido vencerle... Soy una fracasada... No he podido protegerles de ella...".
Di más pasos, hasta que caí sobre el agua. Me hundía. No podía respirar ni salir de allí. No sabía nada. Me agarré la garganta, sin resultado. El agua entraba por mi cuerpo y éste se hundía más y más. Estaba perdida, iba a ahogarme.
"Lo siento...".
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Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]
FantasyJusto antes de la primera guerra de la creación, demonios y ángeles vivieron una buena temporada en armonía, hasta la aparición de un nuevo ser en la entrada del cielo con el objetivo de ir al infierno para encontrar su hogar: el paraíso. Intentando...