Amanecer y atardecer

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Había regresado. Estaba débil, apunto de consumirme en la oscuridad. En el centro, estaba Paradise, flotando mientras reía a carcajadas, moviendo sus hombros.
Mi transformación estaba casi lista, pues solo faltaba una parte de mi rostro.
Ella se tapó el rostro continuando riéndose. Era el momento. Hice aparecer a una de mis armas y me acerqué con sigilo. Cuando estuve lo suficiente cerca, separé la cabeza y su brazo de su cuerpo, cogiendo la cabeza por el pelo con la mi otra mano libre.

Pe-pero...

"Nada de peros, ahora voy a decidir yo misma mi destino. Y el tuyo está apunto de acabar" –miré hacia un lado y con mi mano libre incrusté la espada en su rostro, derrotándola antes de que dijera palabra.

Le había vencido, pero, ¿a qué precio? Partiéndome el alma a cachitos y convirtiéndola en dos partes. Entonces, ¿quién era en ese momento si la verdadera Lelahel había desaparecido frente a mis ojos?

"Por fin... Acabó" –lancé la cabeza de Paradise a un lado. Respiraba aliviada,contenta de haber ganado.

De pronto, uno de los tres colores del suelo empezó a iluminarse, siendo aquel en el que estaba situada, el dorado. Algo hizo que flotara, sin saber cómo. A mi alrededor volaban unas esferas doradas que se introdujeron dentro de mí y mi cuerpo se iluminó. Observé también que encima de mi cabeza se formó un una circuferencia dorada que transmitía divinidad. Aterricé en el suelo, sientiendo un poder inmenso, enorme. ¿Qué era todo esto?

"No estoy para tonterías, tengo otra cosa que hacer" –recuperé el trofeo de la batalla e invoqué un portal con destino en busca de la otra parte de la diosa del destino, ya inexistente.
El portal no era el mismo que los otros. Desprendió una gran luz que cegó mi vista por un instante. Decidida, pasé por el portal, llevándome a un lugar desconocido.

~~~
"¿Qué es esto?" –me dije al ver el sitio donde estaba. Parecía un campo repleto de vegetación y de naturaleza.

Ante mis ojos, había una humilde casa. Cerca de ésta, se encontraban dos criaturas, una de ellas una mujer adulta y un niño, ambos sin alas ni cuernos. ¿Eran humanos? Eso quiere decir... Que uno de los dos era lo que buscaba. Me acerqué silenciosamente ocultando la cabeza. Les observé de cerca. La chica tenía un diminuto libro en sus brazos, leyendo su interior mientras que el niño le escuchaba. El pequeño desconocido se percató de mi presencia. Él tenía el pelo marrón largo rizado, ojos pequeños y marrones, de cuerpo delgado. Suponía que no habría llegado a los siete años. Señaló en mi dirección.
–¿Quién eres? –Preguntó con una voz infantil.
La humana me miró. Al igual que el chico, tenía el pelo un poco más largo y castaño, con los mismos rizos. También tenían en común los ojos. Ambos iban vestidos de aldeanos. Le dijo unas palabras al otro humano y éste se marchó corriendo alegremente. Su cara de felicidad cambió a seriedad, cerrando el libro que poseía.
–¿A qué has venido, ángel? ¡No dejaré que toques a John! –Gritó. Su voz me recordaba a alguien, dándome la respuesta de quién era de los dos.

"No. No es quien busco".

Ella se quedó sorprendida.
–¿Hablas por telepatía? No mueves la boca... –Me miró. Al ver la aureola, su respiración cambió–. No puede ser... ¿Quién eres?

Sin responderle, le mostré la cabeza de Paradise dejándola a sus pies.
–¿Ella es...?

"Sabes quién es, ¿cierto? Ya no existe, ha sido derrotada".

–Imposible... Nadie la derrotaría excepto yo...

"Yo le he derrotado, pero... No he venido de charla... ¡Acabaré contigo al igual que tu otra parte!" –invoqué a mis espadas y me alcé sin necesidad de mover mis alas.

Ella dio unos pasos hacia atrás, y sus ojos cambiaron de color, pasando de marrones a rojos. Sobre su cabeza, apareció ese misterioso círculo, exacto al mío, pero otro color, también rojo.
–No solo tú eres una diosa... Lelahel.

"¿Diosa? ¿Qué quieres decir?".

–Al derrotar a Paradise, mi oscuridad, que era una diosa, has obtenido el poder de una de los tres grandes dioses. Lo que tienes en tu cabeza es una aureola, lo que demuestra que eres como yo.
Sin escucharle, le ataqué. Ella lo esquivó rápidamente, sin devolverme el ataque.
–Esta lucha no es necesaria, Lelahel. No quiero hacerte daño, ¿entiendes?

"Debo... Hacerlo... Por Satan" –volví a la carga, sin hacerle nada.

–No lo pongas más difícil, por favor. Yo no soy igual que ella ni soy ella, ¿entiendes? –Dijo suplicante.
Rabiosa, empecé a mover y atacar con mis armas ardientes a lo loco. Ella los esquivaba sin problemas. Me estaba descontrolando debido a mi nuevo poder. Volé un poco más hacia arriba, y, con la ayuda de mis espadas, se formó una esfera mediana de oscuridad, y se lo lancé, siendo retenido por que se protegió haciendo un escudo de luz. Sin darme cuenta, la perdí de vista.
De pronto, sentí como si me apuñalaran en el estómago, oyendo su voz muy cerca.
–Tú te lo has buscado, Lelahel.

Tenía una de sus manos en mi barriga, y ésta se iluminó, derrotándome. Caí impactando fuertemente en el suelo. Apreté mis puños, enfurecida. Ella estaba a mi lado, de pié.
–Cómo imaginaba, eres débil contra los ataques de luz. Jamás pensé que ella haría algo así, sobretodo a un ángel. No puedes tener ese poder, es demasiado para ti.

"¡Espera! Déjame hacer algo antes... Te lo suplico" –le rogué, mirándole a sus llamativos ojos.

–Está bien, haz lo que sea. Espero que no vayad a atacarme por la espalda –se dio la vuelta, esperando.

Agarré mi medallón y lo abrí, extrayendo el alma de Satan, que ya estaba en serenidad.
"Con el poco poder que me queda, partiré esta alma en tres seres: el dios, la gran bestia y el ser más pequeño e insignificante... Parti get nefilitid montre('Parte esta alma pobre')... ".

Dicho esto, se partió en tres fragmentos y volaron dirigiéndose a distintas direcciones.

"Ahora puedes continuar. Tú ganas" –dije.

Ella se agachó y colocó su mano sobre mi cabeza.
–Esto te va a doler un poco, pero será rápido –sonrió.
Su mano se iluminó. Mi fuerza divina fue perdiéndose hasta volver a ser yo. Ya no poseía el poder de un dios, pero me sentía aliviada.
La desconocida se alejó, dispuesta a irse.
–¿Vas a quedarte ahí llorando por tu derrota o a buscar respuestas?
–Yo... –Me tapé la boca, sorprendida de que movía los labios y mi voz regresaba.
–Acompáñame, te mostraré algo.
Me levanté dolorida, haciendo lo que pedía. Ella se dirigió a una pequeña colina, donde se podía ver arriba de nosotras una enorme luz de distintos colores rodeada de nubes.
–Precioso, ¿verdad? Aquí lo llamamos cielo, aunque no es el cielo que conoces. Ahí no vive nadie, solo el Sol y la Luna.
–Es... bonito.
–Esto es el amanecer. Se produce cuando el Sol sale para iluminar la oscuridad que reina en el cielo en la noche. De día, la luz aparece y, de noche, la oscuridad. Pero hay dos fenómenos que lo mantienen en armonía y equilibrio. Amanecer y atardecer –su mirada se quedó en ese extraño amanecer tan bello.
–¿Entonces el atarcecer es cuándo la Luna oscurece la luz?
–Exacto, por eso siempre está en equilibrio. La luz y la oscuridad separadas pero unidas, como tu luz y tú.
–Pero si...
–He encontrado tu luz, Lelahel. Está en el cielo. Algún día os encontraréis de distintas maneras.
–Vaya... ¿Qué será de mí entonces?
–Soy Ia, lamento no haberte dicho mi nombre antes. Seguramente sepas que soy la primera humana y todo lo demás.
–No has contestado mi pregunta, Ia.
–Es verdad. Tu destino ha sido ya decidido, y no puedo hacer nada por ti, pero por los que quieres seguro que sí. Para tu final queda un poco, pero te prometo que dejaré que tu luz decida su propio destino.
–¿Por qué yo no puedo elegir mi propio final? Me da igual lo que una diosa diga, yo haré lo que tenga que hacer –me senté sin apartar la mirada del cielo.
–Si es lo que tu crees, así será. Espero que volvamos a vernos -me ofreció la mano para ayudar a levantarme, sin aceptarla–. Podrías traer a tus amigos a que vieran esto, ¿no crees?
–No estaría mal –regresé a por la cabeza de Paradise e hice un portal.
–Aquí estaré si me necesitas, Lelahel. Recuerda: el destino está en tus manos.
Asentí y me fui de allí, dándome cuenta que había estado en la Tierra.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora