Amistad perdida

170 22 2
                                    

Durante unos cuántos días, Vinn y yo compartimos buenos momentos juntos. Nunca pensé que él fuera tan buen amigo, aunque no experimentara sentimientos. Dejé de ir al trabajo y me ausenté en casa, dejando preocupados a mis padres.
Por las noches, el humano y yo hablábamos tumbados en ese suelo donde comenzamos a ser amigos.
Ese día. Lo recuerdo perfectamente. Él y yo estábamos como siempre en la casa abandonada, charlando sobre los ángeles. Sabía que Vinn mostraba mucho interés en el tema, pero ese día me interrumpió.
–¿Quieres oír los latidos de mi corazón?
Esa pregunta me sorprendió.
–Bueno... –respondí con vergüenza.
–Confía en mí. Somos amigos, ¿no?
–Sí... Está bien.
Me indicó que apoyara mi cabeza en su pecho. Algo en su interior se escuchaba. El latido era normal y constante, pues era un sonido agradable. Parecía como si me hablase.
–¿Lo oyes? –cuestionó él.
–Sí, es muy agradable –contesté cerrando los párpados para sentirlo mejor.
Su respiración y corazón hacían que sintiera tranquilidad. Me alegraba de tener a alguien a mi lado. Como otras veces, me quedé completamente dormida de nuevo. Al rato, sobresalté despertándome.
–¿Qué ocurre?–dijo él preocupado del susto.
–Vinn, tengo que volver a mi casa, dónde está mi familia . Llevo mucho tiempo fuera y seguro que están mis padres muy preocupados.
–Está bien. Me quedaré aquí esperándote.
Nos levantamos y lo abracé con fuerza antes de marcharme. Fui volando hasta mi verdadero hogar, y di unos golpes en la puerta mientras entraba.
–¿Madre? ¿Padre?
Mi padre salió de una de las habitaciones al escucharme.
–¿Hija? ¿Dónde has estado? –Me abrazó. Él como todos los ángeles, tenía su cabello rubio casi blanco debido a la edad, sus ojos claros, con una robusta armadura plateada y una mirada firme y madura.
–Yo... Verás... –murmurré.
–¡Nos tenías muy preocupados! Te habías ido sin avisarnos, te ausentas en el trabajo...
–Lo sé, padre. He estado de viaje, soy ya bastante mayorcita y quería...
–¿Buscas pareja? –me miró sorprendido. Tenía que mentirle para no poner en peligro a Vinn.
–Exactamente. También deseaba reflexionar conmigo misma –mentí. Las mentiras no se me daban muy bien, pero él se lo creyó.
–Entiendo. Ya sabemos que eres mayor y puedes cuidar de tí misma, pero queremos que nos lo cuentes, ¿vale? Estabábamos tan asustados de tu desaparición que íbamos a enviar a algunos soldados para buscarte, hija. No nos pegues esos sustos...
–Está bien, padre. Te lo prometo –agarré con cariño sus enormes manos.
–¿Te irás de nuevo otra vez?
–Sí, he de irme de nuevo.
Me dio un dulce beso en la frente.
–Ten cuidado, Lelahel. Vuelve a casa cuando nos necesites.
–Volveré –prometí, pensando que podría cumplir esa promesa. Salí de casa intentando no llorar. Mis padres me querían y yo a ellos también.
Volví con Vinn, que me esperaba sentado en un rincón de la casa abandonada.
–Has vuelto... –Dijo con una expresión poco común en él.
–¿Te pasa algo? Estás muy raro.
–¡Qué va! Estoy perfectamente –se levantó y dio unos grandes pasos hacia mí–. Estoy feliz de tenerte de nuevo conmigo. Pensaba que ya no volverías –acarició mi dorado cabello.
–Eso no es verdad, nunca te abandonaría –dije sonriendo.
Su rostro se pegó en mi cuello, y soltó un suspiró que me dio escalofríos.
–Hueles muy bien, angelito.
–...Vinn...
Él me tapó la boca con una de sus manos.
–Tranquila, estoy bien –su tono de voz cambió repentinamente–. Quítate la armadura.
–¿Cómo? –pregunté apartando su mano.
–Quítate la armadura. ¿Confías en mí o no?
–Confío en tí.
Dejé la armadura a un lado, dejándome más o menos el mismo estilo de ropa que Vinn puesto.
–Así está mejor. Las armaduras sólo ocultan las palabras que susurra el corazón –dijo con confianza.
–Tienes razón.
–¿Me dejarías escuchar los latidos de tu corazón?
Asentí.
Apoyó su rostro en mi pecho. Sentí que cerró sus ojos para oír mejor.
–Tu corazón late muy fuerte, es como si gritara.
–Cuando experimentamos emociones, el corazón late de distintas maneras.
–¿Qué sientes para que te lata tan rápido?
–No lo sé... Estoy contigo, es algo raro de explicar.
Dejó de oír los latidos para mirarme.
–Por eso mi corazón siempre está igual, por que no siento nada –dijo decepcionado.
–Ya... Pero siempre serás mi amigo, Vinn.
Parecía que no escuchó a lo que dije. Estaba pensativo.
–Si tuviésemos descendencia... mis hijos tendrían sentimientos y mejorarí... –susurró como si tramara algo.
–¿Qué estás diciendo?
Sin contestar, me arrinconó contra la pared, pegándo su cuerpo con el mío. Sus labios se iban acercando con los míos. ¿Qué intentaba?
Aparté mi rostro de él y lo dejé caer al suelo.
–Vinn...no... Te estás confundiendo... Somos amigos.
Se levantó bastante enfadado.
–No dejaré que te vayas, Lelahel. Serás mía –dijo abriendo sus brazos–. No te haré daño si no te resistes.
–¡No! –Me preparé para huir, abriendo mis alas y emprender el vuelo, pero él cogió uno de mis pies deteniéndome–. ¡Suéltame! –grité asustada.
Una de mis alas falló y caí a unos metros de él. ¿Por qué se comportaba así? Tenía mucho miedo.
Me levanté rapidamente y subí las escaleras mientras el humano me perseguía. Sin darme cuenta, esas escaleras me llevaron a una habitación sin salida. Estaba atrapada.
–No puedes huir...
–Vinn... No... por favor –retrocedí hacia una de las paredes–. No quiero hacerte daño.
–Yo a ti tampoco, pero me vas a obligar a hacerlo –me dio un puñetazo en la cara y caí inconsciente.

~~~
Me desperté rogando que esto que había ocurrido no fuera realidad. Una de mis manos acarició el moratón producido por el golpe. Veía bastante borroso, pero con el tiempo volví a ver bien. Estaba en el mismo lugar, tumbada. Él estaba de espaldas.
Al incorporarme, me di cuenta que estaba totalmente desnuda.
–Pero...
-Veo que te has despertado.
–¿Por qué estoy así? –oculté mis pechos con mis brazos.
–Tendrás una bonita descendencia, ángel.
No. No. No. No era posible que me hubiese hecho esto.
–No... ¡No es verdad!
–Ya me dirás cuando tengas a tu futuro hijo híbrido.
–¡¿Qué me has hecho?! –sollocé.
–Mejorar mi raza. Ahora me voy.
–¿Dónde irás?
–Al infierno. Desde allí crearé un portal para volver al paraíso. Usaré el poder que me dio mi creador.
–¡Es peligroso! Te matarán si te ven.
–Ya no espero más. Adiós, ángel –andó dirigíendose a la salida de la habitación.
–¿Y dónde está nuestra amistad? ¿No somos amigos? –le chillé.
–Ya no –dijo por última vez, marchándose de allí.
Lloré. Esto era el castigo por haber protegido a un humano. Ser traicionada por éste. Mis lágrimas cayeron en abundancia por el dolor. Me vestí sabiendo que ya era demasiado tarde para arreglar mi error, poniéndome también la armadura. Salí de la casa buscando un lugar donde hubiera escándalo. Siguiendo mis oídos, llegué al lugar en el cual estaban bastantes ángeles agrupados hablando entre ellos. Aparté pasando hacia delante, hasta llegar a una fila llena de guardias. Logré apartar a uno de ellos, poniéndome en la cabeza del grupo, teniendo enfrente al humano traidor.
–Vinn, no lo hagas.
–Me da igual lo que digas, Lelahel. Ni tú ni estos me harán cambiar de opinión –con sus manos creó un portal en el que se veía perfectamente la entrada al infierno.
–No lo hagas... Desatarás el caos...
Sin obedecerme, cruzó el portal. Sus pies parecían quemarse, y corrió mientras el portal desaparecía poco a poco. Me arrodillé dando golpes con los puños.
–¿Qué era eso? –dijo alguien.
–Ha dicho que era un humano.
–El secreto del creador ha sido descubierto... –dijo otro.
Me levanté mirando hacia detrás. Entre la gente, estaba el comandante de los ángeles, mirándome. Él sabía que yo tenía mucho que ver con esto.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora