El gran poder del honor

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"Os encontré, esta vez yo os destruiré" -pensé colándome en la guarida donde estuve un tiempo observando la Tierra.
Mis pasos captaron la atención del Creador y Ia, aquellos que rompieron el trato y mintieron al mundo. John no estaba, así no estaría presente en la matanza.
-Has vuelto... Tú...
-Cállate, falsa diosa. ¿Sabes qué ocurrirá?
-Conque vuelves a estar viva, Lelahel... Me sorprendes, eres una caja de sorpresas.
-¡No tenéis derecho a hablar! ¡Jamás os perdonaré! Después de lo que he hecho... Odio las mentiras -las dos espadas aparecieron en mis manos-. Vuestra existencia se acabó, ya sé lo que necesitaba -aparté de un manotazo a la humana y fui al dios. No puso resistencia y sin pensarlo, le clavé las espadas en el corazón, y gimió.
-Esto es lo que merezco, ¿no, Lelahel? Ya me lo dijiste una vez... Vendrías... -al sacarlas, su sangre manchó parte de ropa y cara.
-No permitiré que destruyas los tres mundos, ahora entiendo a Satan... Por tu culpa, él... ¡Muere! -mis manos se descontrolaron y comenzaron a rajar al agonizante Creador.
Al terminar con él, Ia me miraba con rabia.
-Le has matado... ¡ESCORIA! Pagarás por esto... -se arrodilló sin hacer nada-. Te subestimamos...
Le amezacé con las espadas apuntando a su cuello.
-Libera a Uzziel, ahora.
Negó, sonriendo.
-Nunc... -corté su cuello agarrando su cabeza y haciendo ésta pedazos. Ella se desintegró y hizo acto de presencia aquella niña que me resucitó, Uzziel.
-Uzziel... Estás aquí...
-¡Lelahel! ¡Soy libre! -me saludó con alegría-. Llevo tanto tiempo ahí encerrada por culpa de esos dos -mira a su alrededor y nota las manchas de mi ropa-. Mmmmm tienes algo rojo... Espera, ¿es sangre? ¿Les has matado?
Asentí. Parecía asustada aunque le había gustado la respuesta. No dijo nada, señalando a mis espaldas. Al girarme, estaba John.
-Imaginaba que estabas aquí.
-Lárgate si no quieres estar como tus padres. No dejaré que te lleves a Uzziel -me interpuse en su camino protegiendo a la recién llegada.
Él se retiró levantando los brazos.
-Está bien, está bien. Por la pérdida de mi padre, he heredado su poder y no se me permite herir a un ángel y menos a una humana.
-¿Eres humana?
-Bueno... Se puede decir que sí... -contestó con timidez.
-He venido porque noté que mi padre desaparecía. ¿No crees qué sé lo que ha hecho? Yo estoy del lado de Darkia, ella es mi hermana mayor y deseaba darte algo -su cuerpo se iluminó y salió una esfera dorada-. Este es el poder de la destrucción, el poder del cielo. Yo no seré capaz de tenerlo, pero tú sí, con esto serás invencible. Honra a los seres que se fueron por culpa de la guerra y los que siguen vivos. Darkia ya ha terminado pero tú no -me pasó el objeto y elevó devolviéndome la aureola dorada, volviendo al suelo-. Invoca tus armas.
Obececí. Sus llamas no
-Ahora será Meiyo/Honor, la espada del honor. No solo eso, no será necesario que las agarres.
Vacilé y las solté, viendo como flotaban a mis lados.
-Hala... Increíble.
-Esa es tu nueva habilidad del montón que posees, como la magia negra. No merezco ser un dios, solo soy una creación del mayor criminal y traidor jamás conocido. Acaba con esta mentira, te lo suplico -se arrodilló ante mí.
Alejé las espadas voladoras y me puse a su altura.
-Debes saber algo antes de irte, seguramente me quedan años de vida, no podré protegeros de esa basura contratada por tu querido papá.
Él se levantó a la misma vez que yo dejando la sala limpia de los cadáveres.
-Lo sé, si es así, ella...
-También, si yo me voy, vendrá conmigo si quiere.
-No te preocupes, el futuro depende de su hijo. ¿Le ayudarás? Es típico en ti.
-Nacerá en unos meses, varón, ojos verdes como su abuela, pelo negro heredado de su madre, cuerpo robusto y la mentalidad tranquila de su padre. Dominará la espada de la victoria y librará a Satan de su sufrimiento.
Hice un portal y llamé a Uzziel.
-Nos vamos.
-¡Espera! ¿Y él quién es? -le tomé y le arrastré-. Vale... ¡Adiós!
Desconocía los conocimientos y poderes de Uzziel, después de todo era una niña. Le empujé tras una cansada charla por el infierno. Llegamos al castillo y le encerré en una habitación. No duró mucho, ya que derribó la puerta. Me fui a la sala del trono y me senté donde se sentaba el dios de los infiernos.
-¡Vamos, Lelahel!
Mosqueada, lancé mis espadas y ella se protegió haciendo aparecer dos escudos pequeños en sus manos. Sobresalté del asiento, sorprendida.
-¿Lo viste? ¡Soy imparable!
Era infantil, cansina y misteriosa. Sonreí admirando cómo bailaba y canturreaba. Seguía sin creer que ella había sido Paradise
-¡Lelahel! Verás, yo no puedo contarte nada y con el tiempo lo haré, lo prometo.
-Eso espero, creo en tu palabra.
Se sienta a los pies de la silla y apoya su cabeza en ella.
-Tú y yo estamos solas, sin nadie, y podemos ser aliadas.
-Creo que ya lo éramos desde aquel día. Debemos estar tranquilas hasta que detecte el último fragmento.
Uzziel no me escuchó, ya que se durmió. Le cogí en brazos y llevé a uno de los dormitorios, correspondiendo al de Sublatti. Volví para dejarle descansar y me acuesto sobre el sillón de la sala del trono. Era reconfortante notar el olor y calor de mi mejor amigo, y oír su voz hablándome y recordando buenos momentos. Era un sueño que deseaba que fuese realidad.

Los días pasaron y mi convivencia con mi nueva diminuta compañera iba creciendo. Mientras tomaba su descanso, daba un paseo mirando el amanecer. Darkia había reconstruido la Tierra y salvado.

"-No os preocupéis, yo cuidaré de él..." -dije en el último paseo. Esa vez, fui porque la pareja, Darkia y Azazel, estaban en peligro por Diana o quién fuese.

"-¿Por qué debo dejar a nuestro hijo en tus manos?
-Por el destino...".

De los tres mundos.




Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora