Prisionero y consejero(Parte II)

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Al día siguiente, no vi a la consejera en todo el día, por lo que estuve con Satanás hablando durante horas. Como supuse, él también tenía un corazón con sentimientos. Nuestra conversación era amistosa, llena de risas y sonrisas. Ambos nos sentamos en el suelo de la sala del trono, manteniendo la charla. El jefe agarró la capucha que ocultaba mi cabeza, y lo echó hacia atrás dejando al descubrierto mis cabellos dorados, que estaban recogidos en una coleta baja.
–Nunca los había visto. Son... resplandecientes.
–No me gustaron demasiado. Me recuerdan a mi origen, de donde vengo. Lo único que hice fue huir de allí para no vivir entre la deshonra y la miseria. He estado durmiendo durante muchos años, y desperté por que pronto se acercará la desgracia -le dije volviendo a ponerme la capucha.
–¿Qué hiciste para no poder perdonarte, Lelahel? –Preguntó él de pronto. Sus ojos mostraban confianza y seguridad.
–Yo... Dejé entrar a un humano en el cielo. Según tengo entendido, tú lo mataste, ¿no?
–Solo son rumores –dijo levántandose dirigiéndose a su trono–. Los ángeles hablan por hablan sin saber.
Sorprendida de su respuesta, pegué un salto para ponerme de pie.
–Espera Satan... ¿Me estás diciendo que sigue vivo?
El dios asintió.
–De esto ya lo trataremos en otro momento, es otro de mis secretos, Lelahel. Será mejor que vayas a echar un vistazo a Sublatti y al prisionero.
Hice una reverencia.
–Como digas. Esperaré a escuchar tu secreto, Satanás. Será mejor que me vaya.
Salí de allí para irme al calabozo e investigar qué hacían la consejera y el comandante.
Esta vez, ella estaba sentada apoyada en la pared casi a su lado. Los dos hablaban con poca confianza, pero algo entre los dos había.
–Es duro vivir aquí, sin amigos ni familia. Seguramente en el cielo sabrán la pérdida de su comandante –dijo Yandak resoplando.
–¿Y ahora? ¿Quién ocupará tu lugar? –preguntó Sublatti volteándose para mirarle.
–Ni idea. Yo en verdad no soy el verdadero comandante, solo sustituyo al verdadero. El comandante real debería ser Anwin, mi mejor amigo. Él es el heredero de la comandancia, pero renunció a su cargo para estar junto con su esposa, Narnia. Los tres nos conocimos en la academia de ángeles. ¿Sabes lo que es?
Ella negó.
–Es el lugar donde los ángeles entrenamos desde jóvenes, pero para entrar teníamos que pasar unas pruebas. Ahí fue donde los conocí. Primero fue a Anwin, un auténtico vago que pasaba las pruebas justitas, acabó uno de los últimos en la clasificación.
»Después, estaba Narnia. Era todo lo contrario de Anwin, energética, fuerte, competitiva y rebelde. Quedó primera en todo y yo segundo. Los tres estuvimos juntos en el año de entrenamiento en la academia, y cuando la terminamos, nos hicimos los tres mejores amigos, a pesar de las diferencias de cada uno.
»Más tarde, Anwin me reunió a solas con él, para hablar algo urgente. Confesó que él iba a ser el nuevo comandante, pues su padre había fallecido recientemente y tenía que ocupar su lugar, pero él estaba en contra de ésto, pues quería formar una familia. A ambos nos gustaba Narnia, pero él estaba completamente enamorado de ella, pues se declararon y empezaron a salir.
»Mi amigo y yo hablamos con el consejo celestial, y aceptaron encantados la idea de tener otro comandante, así que... Decidieron que lo fuera yo, y acepté el cargo por hacerle el favor a mi amigo. Mira donde he acabado al final... -colocó su mano por debajo de las rejas, tomando un respiro.
–Hiciste algo muy bonito de tu parte. Ocupar de comandante por tus amigos... Asumiendo el peligro de serlo.
–¿Y tú, Sublatti? ¿Harías lo mismo por Satanás y por el otro ángel? Por que ellos son tus amigos, ¿no es así?
–No lo sé... Yo asumiría ese peso, pero me lo pensaría dependiendo de lo que me pasara a mí –contestó dejando una de sus manos apoyando el suelo, dando la casualidad de rozar las del ángel. Así estuvieron hasta que se dieron cuenta del contacto, apartando las manos rápidamente.
–¿Y tu amiga? Me refiero al ángel, ¿sabes algo de ella? –Habló el prisionero para romper el silencio.
–¿De Lelahel? Bueno, ella tiene muchos años, aunque no lo parezca. No la conozco demasiado, pero en ella veo que algo le perturba, le hiere. No sé nada de su pasado, y espero que algún día pueda perdonarse. Ella no fue aceptada en los cielos y Satanás la trajo aquí.
–Ha encontrado su verdadero hogar, ¿verdad? Donde el corazón esté a gusto, será el auténtico hogar. Eso me dijeron mis padres antes de irme de casa. Hace mucho que no sé de ellos.
–Los míos me abandonaron cuando era pequeña. Me crié junto a un brujo bastante viejo, que más adelante intentó matarme, pero yo fui más fuerte y le asesiné. Viví unos años en la soledad, leyendo libros y aprendiendo magia blanca. Mucho más tarde, Satanás me encontró y me llevó con él.
–No sabía que los demonios podían controlar la magia blanca –repuso observando el techo de su celda.
–Creo que soy la única que puede, aunque Lelahel domina la magia negra. Es algo extraño.
–¡Vaya! Sois realmente raras tú y esa Lelahel... Me impresiona.
"Sublatti..." –dije en mi interior.
–¿Lelahel? –Preguntó ella, buscándome con la mirada, sin encontrarme.
¡Podía comunicarme con ella!
–Ah, hola a los dos. Necesito que subas un momento. Deberías de hablar con Satan, hace un tiempo que no sabe nada de ti –aparecí de mi escondite.
–Es cierto -se levantó–. En un momento vengo.
–No te preocupes, yo me quedaré con el prisionero si es preciso. Será un momento, ¿cierto?
Asintió y se marchó.
Miré al comandante amenazante.
–Deberías tener cuidado con lo que haces, Yandak.
–No sé de que me hablas... –Dijo.
Metí los brazos por los barrotes y le agarré del cuello de su chaleco.
–Te lo juro, comandante, lo seas o no, hazle algo a Sublatti y no me importará hacerte pedazos con mis dos espadas, ¿entendido? Siento que entre vosotros dos hay algo... Y no soy idiota.
–Eh, para un momento. Suéltame, no le haré nada ni tengo intención. No soy de esos que van traicionando. Ella está empezando a tener un gran valor para mí, Lelahel. Jamás le haría daño. Puedes estar tranquila –lo solté y se alejó.
–Está bien... Te creeré.
En ese momento, Sublatti llegó y fui a mis aposentos para descansar. No me gustaría que Subatti y Satan se enfrentaran por el prisionero, pero notaba que entre la consejera y el comandante ocurriría algo.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora