El castigo de las bestias

63 11 0
                                    

No sabía lo que estaba pasando. Había un ser de piel escamosa, muy largo, repleto de piedras brillantes y doradas. Tenía unos afilados colmillos que sobresalían de su bocas y unas garras capaces de arañar el metal más fuerte.
El ser me miró suplicante. Había otro a su lado, muerto por desangrado. Me puse seria ante la situación.
–¿Qué está pasando aquí, Satan?
Él, sentado desde su trono, soltó una risotada.
–Es uno de mis monstruos creados, el dragón. Son máquinas de matar, y tienen la capacidad de volar y echar pir su boca un polvo letal. Sus piedras valen millones, cualquiera las querría. Han desobedecido mis ordenes, así que deben morir.
El dragón herido se alejó del dios, temiendo sus movimientos.
–¡Pero señor! ¡Yo jamás le desobedecería jamás! Pero... No pienso asesinar a mi pueblo. No me pida eso...
–Ya es demasiado tarde, has perdido a tu pueblo, Marfil. ¿Qué harás ahora que eres el último de tu especie?
Los dientes del dragón llamado Marfil rechinaron, haciendo un ruido molesto. Miró al jefe de los demonios con desprecio.
–No me uniré a una escoria como tú –dijo desafiante. Emprendió el vuelo y tragó aire, llenando sus pómulos. Después, de su boca salió una ráfaga de polvos dorados, que impactaron contra Satanás, sin hacerle rasguño.
–¿Crees que puedes hacer daño a tu propio creador? ¡Ya es hora de que desaparezcas! –El dios se levantó y dio un pequeño salto cogiendo al dragón por la cola y estampándole contra el suelo, y después terminó dándole una patada que lo envío a mis pies. Él cogió su espada y se dirigió hacia mi lugar, con intención de acanar con la vida del dragón.
Los ojos de Marfil y los míos coincidieron. No podía verle morir. Di un paso hacia delante, interponiéndone en la pelea.
–Lelahel... ¿Qué hace...?
–No más peleas y muertes en mi presencia, Satan. Ya bastante lo has herido, ¿no te basta? Si tienes que matar a alguien, que sea a mí.
El demonio se detuvo.
–Déjame a mi a la bestia, yo me encargaré de él.
Se dio la vuelta, decepcionado de no haber asesinado al pobre dragón.
–Haz lo que quieras, pero no quiero verlo más.
Asentí.
Cerca del dragón, se encontraba una pequeña piedra dorada, que seguramente se habría caído del cuerpo de Marfil. La cogí y recité unas palabras susurando, haciéndola brillar. Apunté la piedra hacia el dragón, y fue absorbiéndolo hasta estar en el interior de ella. Me la guardé en el bolsillo, y salí de la sala sin avisar.
Recorrí los largos pasillos, sin saber a dónde iba. Bajé unas escaleras, sabiendo mi destino. Las mazmorras.
El calabozo.
Entré y noté un gran cambio. Todo parecía más grande. Continué recto, y vi un montón de celdas llenas de extrañas criaturas. Una parecía una enorme serpiente, otra un escorpión gigante, una bestia con cuerpo de león y águila, un ser pálido femenino con ropa oscura... Y muchos otros más. Aunque... Todos ellos estaban heridos e insconcientes. Pasé por al lado de la cárcel del híbrido de león y águila, y agarró mi pierna.
–Esto... Ha sido Satanás... Mi pueblo... Perdido... Él nos ha hecho esto a todos los que estamos aquí. Yo pude aguantar algo... –Tosió, e intentó tragar saliva. Se notaba que estaba grave. Estaba derrumbado en el suelo, con una mano entre los barrotes.
Debía hacer algo por él. Me metí la mano en el bolsillo del pantalón, sacando la piedra que contenía al dragón. Me agaché y puse en su mano la piedra.
–Lo siento mucho, él está descontrolado. Esto es un castigo injusto. Acepta mi regalo, en nombre de Satan. Él te ayudará. Solo tienes que lanzar o golpear la piedra. Algún día, se lo entregarás a un ser que lo necesite de verdad. Por ahora, es tuyo –sonreí.
–Muchas... Gracias. Soy un grifo, y soy el jefe de mi pueblo... Él capturó a mi familia y casi me mata... –Abrió un poco más su pico.
Me marché de allí, dejando a las bestias castigadas. Me sentí bien al saber que había protegido al pobre Marfil. Regresé con Sublatti, que cobró el conocimiento. Hablé con ella sobre algo que quería hacer. La diablesa aceptó, aunque no le gustaba demasiado la idea.

Satanás estaba pasándose demasiado. Tenia que frenarle o seguiría hiriendo a más seres.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora