Regreso al cielo

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El comandante después de traspasar por el empuje de Lelahel, cayó de espaldas sobre el suelo rodando, abranzando a su hijo para protegerlo. Se incorporó para sentarse y miró al pequeño. Estaba bastante despierto para tener tan poca edad. Era muy blanco de piel, como un ángel, de ojos azules, delgado de musculatura, una frente considerable y sobre su cabeza una pequeña mata de pelo rubio.
–Ya estamos a salvo, Azazel...
Unos pasos se acercaron al padre e hijo. Eran dos guardias que al ver al comandante perdido, exclamaron:
–¡Comandante Azazel! ¡Ha vuelto!
Le ayudaron a levantarse.
–Necesito hablar con el Creador urgentemente –dijo–. No hace falta que me acompañéis.
Los dos ángeles asintieron y se retiraron.
Lelahel le había llevado en el edificio donde estaba el dios. Le había salvado, pero alejado de su amada Sublatti. La extrañaba. Ella se quedó en el infierno luchando contra Satanás junto con Lelahel, esa ángel que le advirtió que se marchara. Debería de haberle obedecido y eso no habría pasado.
Anduvo por los enormes pasillos, con alfombras de colores vivos y cálidos, y las paredes blancas que transmitían tranquilidad, paz. Alcanzó una puerta que medía más del triple de la altura del ángel. Él la abrió sin preguntar y entró interrumpiendo una reunión. Se alegró de saber quién estaba allí en la sala junto al dios celestial.
–¿Yandak? ¿Eres tú? –Dijo su viejo amigo, Anwin. El lucía una armadura no muy pesada, sin capa alguna, dejando ver partes de la ropa que llevaba debajo. Tanto su pelo y sus ojos eran marrones, y tenía una forma de la cara muy característico, con barbilla partida.
–¡Anwin! ¡Cuánto tiempo! –Fue a su encuentro y se dieron un apretón de manos.
Su amigo observó con detenimiento a Azazel, quien le extendió una de sus manos diminutas pronunciando palabras que no lograba entender.
–Yandak, ¿quién es este niño? –Contestó a la señal del pequeño haciendo una mueca.
–Verás... Él es mi hijo. Si no te importa, debo hablar con el Creador, compañero –le dejó a un lado para hablarle al dios.
–¿Así te diriges a tu comandante, Yandak? –Dijo en un tono grave para hacer divertida la pregunta.
–No es posible... ¡Eres comandante! –Exclamó.
–No te preocupes. Ya me contarás, creo que conversar con el Creador es más importante ahora.
Yandak se acercó al trono e hizo una reverencia intentando que Azazel no se cayese.
–Creador... He vuelto.
–Me alegro volver a verte, Yandak. Creía que no volverías. Como puedes ver, hemos hecho unos cambios. Tu amigo Yandak aceptó su cargo y dejarás de ser comandante. Cuéntame que pasó.
El ángel le explicó lo ocurrido, sobretodo de Lelahel, Sublatti y cómo regresó.
–¿Hablas de un ángel que estaba allí?
No podía ver su rostro, pues vestía con ropas oscuras y una capucha negra que ocultaba. Llevaba un collar dorado.
–¿Recuerdas su nombre, Yandak? –Preguntó el Creador, sospechando de saber quién era ese personaje.
–Se llamaba Lelahel. Controla la magia oscura siendo ángel. Al contrario, la madre de Azazel, es una diablesa y controla la magia blanca.
–¿La madre de tu hijo es un demonio? -exclamó atónito el nuevo comandante–. ¿Cómo puede salir un ángel de una mezcla de ángel y demonio?
–No lo sé -contestó decepcionado–. Me hubiera gustado que ella estuviera aquí conmigo, pero se quedó para poder huir nosotros.
El Creador tragó saliva por un momento.
–Bienvenido a casa, Yandak. Y tu hijo también. Supongo que querrás volver a tu hogar. ¿Podrías acompañarlo, comandante?
El otro ángel asintió.
–Por supuesto. Tengo muchas cosas que hablar con él.
Los dos ángeles y el pequeño salieron de la sala.
–Parece que te has ligado a una diablesa... Es impresionante... Antes eras un aburrido de categoría y ahora tienes un historial... –Dijo burlándose el comandante.
–¡Si hombre! No hablemos del vago de primera que se negaba a ser comandante... ¿Cómo vais Narnia y tú?
–¡Genial! Hace poco hemos tenido una niña. Le llamamos Diana. Fue un parto sin problemas, aunque prematuro. Pero hay algo que no me cuadra... ¿Él tiene la cicatriz en la espalda? –Señaló su espalda.
–Claro que sí –le mostró la marca.
–Resulta que mi hija no la tiene, pero los médicos dicen que tiene sangre pura de ángel, ¿te lo puedes creer?
_Vaya... Qué casualidad que nuestros hijos sean del mismo año...
-Espero que no salga igual de vaga que su padre.
La burla de Yandak acabó recibiendo en el hombro un puñetazo amistoso de Anwin, y ambos rieron como lo hacían en los viejos tiempos.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora