El dios de los infiernos

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Me acerqué hasta el trono donde se hallaba aquel que me había llamado.
Me arrodillé haciendo una reverencia.
–¿A que se debe su visita, ángel? –preguntó el gran demonio. Su voz imponía respecto y liderazgo.
–Usted me ha traído hasta aquí –respondí sin levantar cabeza.
–Entiendo... ¿Hay algo en que pueda ayudarte? Primero, necesito saber tu nombre, forastera.
–Señor, es un honor conocerle. Mi nombre es Lelahel, y quisiera solicitarle ser su sirviente. Los míos me rechazaron por ser distinta, y, al igual que usted, estoy en deuda con el Creador. Si nos unimos, podremos darle su merecido –terminé mirándole a los ojos rojizos del diablo. –Lelahel... Es un placer tenerte aquí en los infiernos, seguro que serás fiel a mí. No sé si te traje a este lugar, pero estoy seguro que lo has hecho por un buen propósito. Confiaré en tu palabra, ángel. Tus ojos reflejan sinceridad. Como tú misma has dicho, estoy en deuda con el dios de los cielos. Serás mi espía, la infiltrada. Te enviaré cada cierto tiempo allí y me informarás de todo.
–Haré lo que me pidas, señor.
–Me alegro de que lo entiendas –sonrió.
–Pero Satanás... –interrumpió una voz femenina.
–Oh, Sublatti, ¿qué ocurre?
–Satan, ¡es un ángel! Es nuestra enemiga, ¿vas a dejar que esté aquí? Yo no creería en su palabra.
Conque te llamabas Sublatti... Interesante nombre.
–Sublatti, siempre he seguido tus sugerencias, como consejera que eres. Esta vez, no lo haré. Quiero cumplir mi venganza hacia el Creador. Ella podría llevarme hasta él. Lelahel, levántate –hizo un gesto con la mano e hice lo que me ordenó.
Sublatti se colocó al lado de Satanás, y cruzó los brazos sin estar conforme de la decisión de su jefe.
–Ella es Sublatti, mi consejera. Lleva mucho tiempo a mi lado, es alguien de confianza. También estaba renegada y escondida de los demonios, y yo la saqué de su escondite. Ella es distinta a los otros de su especie, pero es algo que me fascina realmente. Cuando no estés de misión, te quedarás a mi lado como lo hace Sublatti.
–Sí, Satanás. Me gustaría hacer una pequeña pregunta –dije manteniendo mis brazos firmes.
–Claro.
–Es para Sublatti: ¿por qué tienes las uñas de los pies cortadas y de las manos no? Es lógico llevarlas por igual.
Sublatti se quedó petificada por mi pregunta, aunque en cambio, el dios de los demonios comenzó a reírse ocultando su rostro.
–Bueno... Lelahel... Eso no es una pregunta... ¡Es una tontería! –exclamó molesta.
–¡Eh! Cálmate. Este ángel me gusta. Tiene sentido del humor.
La diablesa suspiró.
–Ahora Sublatti, le enseñarás a hacer lo que hacemos los demonios, como la magia que empleamos –le dijo y después se dirigió a mí–. Respecto contigo, te arreglaremos tus vestiduras y aprenderás a ser una buena demonio. ¿Estás dispuesta a renunciar a los tuyos y a tu poder celestial? –Preguntó.
La tensión entró en escena. Mi respuesta estaba muy clara, pues en el cielo ya no quedaba nada. Solo ángeles desconocidos.
–Lo estoy –incliné mi cabeza dejando un mechón de mi pelo rubio caer.
–Pues entonces, te llevaré con alguien después de que Sublatti te muestre el infierno. Bienvenida, Lelahel –dijo con una risita más amplia.
Había encontrado un nuevo hogar, el infierno.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora