En busca de Diana

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Llegué al cielo, en un pequeño callejón oscuro. Unos pasos más hacia delante, se podía ver las casas y la iluminosidad que transmitía el cielo, mi antiguo hogar. Sabía que ella estaría cerca, pues en mi interior sentía cercana su presencia. Me puse la capucha de mi capa negra tapando todo mi rostro, como si llevara una máscara. Me asomé por una esquina, viendo a dos jóvenes discutiendo. A la chica se le veía enfadada mientras que el chico no entendía su enfado.
Era ella. Diana. La misma que vi el día que me arrebataron mi luz.
La chica se dio la vuelta y se marchó llorando, dirigiéndose a mi posición. Él no la detuvo, dejándola ir.
Me retiré esperando a que ella cayese en la trampa. Entró en el callejón, sin saber qué tenía en sus narices. Se sentó en el suelo, y siguió llorando desconsoladamente.
Podía escuchar sus pensamientos desesperados y sentir su dolor. Ella era mi luz, la futura Darkia.
–Si pudiera tener alas... –murmurró.
Me acerqué a ella, sin posibilidad de que viera mi rostro.
"Acabaré con ella sin ninguna arma, no vale la pena" –me dije antes de hablarle.
–¿Te gustaría tener lo que quieres, jovencita? –le dije con encanto.
Ella me miró y se secó las lágrimas. Como recordaba, tenía los ojos marrones oscuro, pelo castaño que le llegaba por los hombros. Parecía que tenía unos veinte años, aunque como máximo tendría unos veintidós. Vestía con una reluciente armadura y una espada agarrada a ésta.
–Tú no puedes darme unas alas –respondió mostrando desprecio.
–Sí que puedo, yo daré solución a tu problema. Solo tienes que confiar en mí –insistí.
–¿Tengo que dar algo a cambio? –Preguntó incorporándose. Sus ánimos parecían haber cambiado, pues mostraba una pequeña sonrisa.
–No, con tu felicidad me basta –le devolví la sonrisa con cierta maldad.
–¿Qué harás?
–Levántate y deja que mi magia actúe. –¿Magia? ¿No hará...?
–No no, será rápido. Y date la vuelta – ordené.
Ella se puso de pie y me se giró, haciendo lo que le pedía. Coloqué mis manos en su espalda, pensando en los que iba a hacer.

"Le envenaré y irá matando poco a poco. Le pondré unas alas malditas, y así sufrirá. Ella debe desaparecer" –me dije.

Recité el conjuro con sumo cuidado y me aparté de ella esperando que hiciera efecto. De mis manos aparecieron una luz morada que al rato desapareció.

"Desaparece, Darkia".

Ella comenzó a gritar de dolor y cayó. De sus homóplatos salieron dos hermosas alas blancas, pero mi víctima estaba demasiado débil y gritó más.
–¡¿Qué... Me has hecho?! –Dijo muy furiosa, desenfundando su espada. Si darme cuenta, la clavó sobre mi costado y la retiró brutalmente. La recogió y retrocedió unos pasos, respirando con dificultad.
Noté un dolor muy agudo en mi cuerpo. Palpé la parte herida, que derramaba mucha sangre. Caí al suelo, y estiré mi brazo para hacer mi último ataque.
–Maldita... ¡Yo te maldigo! Caerás por una brecha y te convertirás en un ángel, oscuro y maldito... –Cerré mis ojos creyendo que iba a morir.
Oí como se iba, asustada por lo ocurrido.

De pronto, lo vi todo. Vi el futuro, una guerra, los tres mundos y...

"Me equivoqué. Ella no es la Darkia que yo conocí. Es... Distinta. Cometí un error con ella. Eso no le matatá, sino que le hará más fuerte... Vaya... Esta vez... La he fastidiado. He sacrificado mi vida sin saber que no podría salvarle a él, aunque... Nunca es tarde" –hice el último portal, susurrando un nombre. Sublatti.

Esperé a que ella viniera, pues todavía podía hacer algo. Mi destino se iba acercando, y... Con ello... Mi muerte.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora