Humano con corazón, ángel con sentimientos

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Al terminar mi jornada, me dirigí al armamento para buscar a Vinn, quien se había llevado unas cuantas horas escondido en unos de los armarios.
Abrí la puerta, y vi que estaba bien.
–Hola.
–Hola, ya era hora de que regresaras. Las paredes de este armario empezaban a agobiarme –dijo saliendo de su escondite.
–Lo siento, he estado esperando a que los vigilantes se marcharan. Está todo despejado.
–Eso es una buena noticia. Creo que será mejor que nos vayamos de aquí, ¿no crees? –me preguntó cruzando sus brazos.
–Cierto, pero deberías llevar otra ropa...- señalé su escaso vestuario.
Sabía que en una de las pertenencias de algún vigilante habría ropa adecuada para él, pues en un momento lo encontré. Era una ropa muy simple, para ponerse debajo de una armadura.
–Voy un momento fuera mientras te cambias de ropa –dije saliendo de allí por un momento.
Al rato, el humano me avisó de que estaba listo. Me asombré por lo bien que le quedaba.
–¿Qué tal? –preguntó abriendo sus brazos para que lo contemplara.
–Te queda muy bien. Así no pareces tan... humano. Vámonos.
Asintió.
Paseamos por las casas de los habitantes de los cielos, intentando mantener silencio por si había alguien por allí. No todo el mundo dormía a estas horas. Las noches en el cielo era muy peculiares. De día las nubes que protegían los cielos eran blancos, y de noche, azul oscuro. Gracias a algunos inventos, podemos ver en la oscuridad de la noche con luces y antorchas.
Llegamos a la zona de casas abandonadas, y me aseguré de que no había rastro de ángel. Le hice un gesto con la mano a Vinn, entrando en la más segura que vimos. Regristramos el lugar.
–Supongo que esta casa está bien para ti.
–Sí, eso creo –se tumbó en el frío suelo mientras yo observaba sus movimientos–. ¿Por qué no te pones aquí conmigo? Es agradable.
Tumbarse en el suelo no me parecía muy normal, pero hice lo que me pedía.
–¿Los ángeles tenéis corazón? –cuestionó después de ese silencio.
–Claro que lo tenemos, incluidos los sentimientos –observé el antiguado techo de la casa.
–Lo que yo no tengo.
–¿No tenéis sentimientos los humanos?
–Tenemos corazón, pero hay algunos como yo que no tienen sentimientos.
–Vaya... Entonces no sientes nada.
–La verdad no noto nada, sólo mi corazón latir. Tú que los tienes, ¿sabes lo que son los sentimientos?–se giró para mirar a mis ojos azulados.
–Es algo díficil de explicar... Pienso que son emociones que experimientamos en situaciones distintas. Si haces un amigo, te sentirás felicidad, pero si lo pierdes, sentirás tristeza.
Él soltó un ruidito de asombro.
–Teniendo corazón sin sentimientos se siente... vacío. Has dicho la palabra amigo, ¿verdad?
Asintí.
–¿Qué es un amigo? –preguntó.
–Un amigo... Es una persona ajena a tu familia, con la que compartes sentimientos y momentos felices.
–Yo no tengo amigos ni familia –dijo.
-Yo la tengo, pero no amigos. Siento que todos los que he tenido nunca me han dado la amistad que necesitaba.
–¿De verdad?¿Tú quieres ser... mi amigo?
Sonreí.
–Soy una chica, sería amiga.
–Eso, amiga. ¿Quieres ser mi amiga? –Volvió a preguntar con una sonrisa.
–¿Por qué no? Tener un amigo diferente es lo que siempre he querido.
–Eso me alegra, aunque no sienta nada.
De pronto, una preguntá rondó por mi cabeza.
–Oye Vinn, ¿has conocido al ser que te creó?
–No lo recuerdo bien. Recuerdo que empecé a existir, pero no vi a nadie más por el lugar de donde vengo.
Un momento... ¡Era el primer humano!
–Impresionante...
–Pasado el tiempo aparecieron otros como yo, pero se comportaban de distinta manera que yo. Vi una especie de agujero en una de las rocas y lo traspasé, pero no pude volver, llevándome a este lugar. No sé como volver.
–Hay otro mundo, se llama infierno, donde viven los demonios, pero no te aconsejo que vayas allí. Dicen que sus habitantes son muy peligrosos. Aquí estarás seguro.
–Tienes razón. Esos demonios, ¿tienen el mismo aspecto que ustedes?
–Pues no. Tienen la piel rojiza y rasposa, menos pelo y unos cuernos sobre la cabeza.
–Mmmm... Sabes mucho sobre estas cosas.
–Pues sí –reí–. de pequeña mis padres me explicaron estas cosas. También antes de trabajar me gustaba leer mucho –bostecé.
Mi bostezo se contagió al humano, haciéndolo también. Sin darme cuenta, mis párpados se fueron cerrando mientras miraba a sus verdosos ojos. 

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora