Ángel maldecido

67 11 2
                                    

El cielo. Cuánto tiempo. La primera pisada hacia la entrada de este mundo fue un mar de recuerdos. Era el lugar de mi origen, donde había pasado mi infancia.
Aparecí frente a una pequeña casa, que junto a otras más como ésta, se podía ver una gran casa. Di unos toquecitos en la puerta y dudé un instante. ¿Cómo llegué a todo esto?
Se escuchó un ruido y la puerta se abrió.
–Lelahel.
–Yandak, necesito hablar. Es urgente –le aparté a un lado para entrar. Él cerró la puerta y me miró enfadado.
–¿Dónde está Sublatti?
No respondí.
–Donde está –repitió, casi perdiendo los nervios.
Yo solo me apoyé en una de las blancas paredes y dirigí mi mirada al suelo.
–¡¿Dónde, Lelahel?! ¡Responde! –Me agarró del cuello de mi ropa, ahogándome.
Negué contestar. El enojado ángel se retiró, asustado.
–No me digas qu...
–Está viva, pero... No está aquí. No pude hacer más, iba a matarnos. Ella... Esta en un sitio que ni siquiera yo sé. Le envié allí ciegamente. Espero... Que puedas perdonarme –dije con tristeza, apartándome de la pared.
Recuerdo su expresión, su reacción. Una sensación de tristeza y dolor se hizo presente. Sus ojos estaban empañados, aguantando para no llorar. Agarró mis hombros y apretó haciéndome daño, agachando la cabeza.
–Yo...
–¡Tú no lo entiendes! –Interrumpió mis disculpas. Un montón de lágrimas recorrían sus mejillas–. ¡Todo es por tu culpa! La he perdido... Ella... ¡Era todo para mí y tú me la had arrebatado!  ¿Por qué, Lelahel?  ¿Por qué haces sufrir a los demás?
Esas palabras me derrotaron. Con una mano le empujé alejándolo de mí.
–No he venido para que vengas a llorarme por Sublatti. Ella y tú se habéis separado y no estaréis juntos. El motivo por el que estoy aquí es por que uno de vosotros sufre una maldición –dije sin sentimiento alguno.
–¿Maldición? ¿Qué quieres decir? –Ya no lloraba.
–Utilicé un conjuro prohibido para calmar a Satanás, después de enviar a otro lugar. Desconocía sus consecuencias, pero es más grave de lo que yo creo. Dicen que si utilizas ese hechizo, alguien con quién has tenido contacto y de la misma raza. Lo malo es que... –Acaricié mi barbilla– no sé quién y qué.
Cerré los ojos para concentrarme y encontrar lo que buscaba. Inmediatamente, sentí una presencia un tanto lejana pero dentro de la casa. Unas palabras resonaron en mi cabeza:

"Furia del demonio negro".

¿Qué clase de maldición era esa? Abrí mis párpados y anduve por la casa hasta llegar a una salita donde el pequeño Azazel dormía.
–Vaya... A ti te tocó.
Su padre me siguió y se quedó confundido.
–Tu hijo tiene la maldición, Yandak, pero no es malo. Dentro de unos años, él sentirá tanta cólera que se transformará en un demonio distinto a los demás, y nadie podrá controlarle.

Ambos miramos al bebé, que sonreía y extendía sus brazos moviéndose en su cuna, con una gran felicidad.

Dishonored Angel(#0.2)[SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora