La Bella Durmiente

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Will se revolvió en la cama. Llevaba ya cinco horas intentando dormirse. No podía. No sin Helena.

-Supéralo.-Se dijo.-Hace dos semanas que está...

Y por enésima vez se echó a llorar. Casi muerta. Muriendo. Así estaba Helena.

Muerta según todos los médicos, porque físicamente aún vivía. Pero su vida peligraba. Estaba inconsciente. No había despertado ni una sola vez. Sobrevivía gracias a la comida que le daban los doctores a través del suero. Ya no tenía posibilidades de despertar. Eso decían todos los médicos. Sería un verdadero milagro.

-Ella no despertará...

Se sentía horrible. Si ella moría, era por culpa de él. Él debería haber recibido el impacto. No ella. Y si no hubiera bebido y hubiera conducido él, lo mismo habría pasado. Sólo que Helena estaría viva.

Will había considerado tantas veces la idea de quitarse la vida que le parecía que él también estaba muerto. Junto con ella.

Lloraba sin cesar. No lo dejaban verla. No podía. Estaba en Terapia Intensiva, decían. Lo cierto es que temían que verla así supusiera un suicidio.

Pero tenía que verla. Tenía que decirle lo que sentía. Sólo en ella podía confiar. En la única persona a la que jamás amó, y la única a la que amaría. De eso estaba seguro.

Will salió del apartamento. Eran las cinco de la mañana. Tenía que ver a Helena. Tenía que verla. De otro modo, él iba a morir de angustia.

***---***---***---***---***

Elizabeth estaba de turno en la guardia cuando miró por la ventana. Una sombra se coló por una puerta lateral. Ella se apresuró a salir de su consultorio para investigar. No sería la primera vez que entraba un ladrón. La seguridad no era muy buena y menos a aquellas horas.

De todos modos, prefirió ocuparse personalmente del asunto. No avisó a nadie por si habían sido ideas suyas. Tampoco sería la primera vez que ocurriese. Ya una vez había alertado a todos por creer ver una sombra y era sólo un gato, que entró porque afuera hacía frío. Una enfermera le había dado de comer y lo había adoptado como mascota. Fin de la historia.

Como sea, se encargó de caminar hacia el pasillo principal. Sabía que esa entrada lateral llegaba hasta allí. Pensó que tal vez fuese un ladrón que quisiera robar del mostrador de la recepción, vacío a esa hora.

Pero vio a alguien entrar a Terapia Intensiva furtivamente. Enseguida lo supo. Era Will. Sin dudas.

Se apresuró a seguirlo.

Will entró al cuarto de Helena. La camilla estaba rodeada por una cortina. Se armó de valor, abrió un poco la cortina... Y miró.

La pelirroja descansaba sobre la camilla. Tenía un cable conectado a su antebrazo, por donde le daban la comida. Tenía enyesado un brazo y una pierna. Will sabía eso. Había escuchado que los médicos lo decían. Y sabía que al día siguiente iban a poder quitarle todo. Había tenido el otro brazo vendado y le habían quitado el vendaje ese mismo día. Llevaba una venda que le envolvía el abdomen y otra en una parte de la cabeza.

Will suspiró. Por eso. Era por eso que no creían que iba a despertar. Se había herido en la cabeza. Por eso...

Lloró. Lloró como nunca en su vida.

Elizabeth, oculta, tenía el corazón quebrado por verlo así. Pero nada podía hacer. Mientras dudaba si sacarlo o no de allí, Will comenzó a hablar en voz alta.

-Hola, princesa. Espero que te sientas bien... Porque yo no. No me voy a ir con rodeos. Voy a ser directo. No tenías que sacrificarte. Y menos por mí. No valgo. No valgo nada. Tú lo eres todo. Tendrías que haber dejado que muriese. Al fin y al cabo, si me puse ebrio era mi culpa, no tuya. No debiste hacer lo que hiciste. Debiste dejarme morir. No sacrificarte por mí. Así que estoy agradecido. Salvaste mi vida, aún sin tener que hacerlo. Salvaste mi vida. En más de un sentido. Y te diré por qué: Tú eres la razón que me impulsa a vivir cada día. La que me obliga a levantarme. La que me hace pensar y sentir y sufrir y amar, Helena. Eres el amor de mi vida. Eres mi vida. Mi vida entera. Nada vale la pena si te pierdo. No puedes hacerme esto. Sencillamente no puedes. Tienes que quedarte conmigo. Moriré si no lo haces. ¿Recuerdas que cuando me fui dejaste de dormir y comer? Pues ahora te estás vengando. Me siento un asesino si como sabiendo que no estás aquí. Hace días que la comida no puede atravesar mi garganta. Y a la noche estoy solo, y no puedo conciliar el sueño. No tengo quien me sonría cada mañana. No tengo quien me obligue a ir de compras. A quien me obligue a ir a la Universidad. A quien me aconseje si estoy triste. A quien me ame. No tengo a quien amar. No puedo amar a nadie como a ti. Eres en serio mi vida. No puedes dejarme. Pensar que casi formamos una familia. Sé que ibas a casarte conmigo aunque no lo dijeras. Y que ibas a ser una madre espectacular. No puedes dejarme. Y lo sabes. Todos te extrañamos aquí. Llevamos dos semanas esperando a que despiertes y no lo haces. ¿Por qué? ¿Acaso no amabas tu vida aquí? ¿Acaso no me amabas como para vivir por mí? ¿Me equivoco? Dime qué tengo que hacer y lo haré. Aunque sea morir por ti. No dudaré ni un segundo. Te amo. Tienes que saberlo. Y te extraño tanto. Duele. Duele mucho. Y ningún diagnóstico ayuda. Todos dicen que morirás. Pero lo último que se pierde es la esperanza. Eso no lo perderé jamás. Lo prometo. Pero no sé cuánto tiempo sobreviviré sin ti. Te necesito. A tu optimismo, a tu sonrisa, a tu alegría. A ti. Te necesito. Por favor. No me dejes. No puedes hacerlo...

Junto al río Támesis (Emma Watson y Rupert Grint) [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora