Contigo

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Rupert despertó con deseos de asesinar a alguien, pensando en esos asquerosos mafiosos.

Miró la cabecita castaña que descansaba en su pecho.

Emma.

Los recuerdos del día anterior se agolparon en su cabeza.

Ella llevaba una mano vendada, donde la bala la había tocado. Tenía unos cortes en el rostro por la silla rota, que la había raspado cuando cayó, pero por lo demás estaba bien.

Rupert tenía unos cuantos moretones, por todas las veces que lo habían golpeado, y dos o tres cortes en el cuello porque lo habían amenazado con un cuchillo.

Cerró los ojos y suspiró. Volvió a abrirlos y sonrió. Ahora sí aprovecharía la vida junto a ella. No pensaba pasar por otro episodio como el del día anterior... Nunca. Jamás.

Le acarició la espalda desnuda. Pobrecita, todo por lo que había tenido que pasar su princesa.

Siguió acariciándola convencido de que allí en sus brazos estaba su tesoro más preciado. Era justo lo que él pensaba. Su tesoro...

Se inclinó un poco sobre ella y le dio un beso en el cabello.

Como siempre, olía a canela y jazmín. Ella era así. Sencilla como un jazmín. Siempre van a existir las rosas, pero a Rupert le gustaban más las flores más sencillas, menos ostentosas, como los jazmines. Como Emma comparándola con todas las mujeres que había conocido.

No era menos bonita. Al contrario. Pero era más simple en el sentido de que no le importaba ser el centro de atención. Le bastaba con ser ella. Y si a alguien no le gustaba eso, qué mal. No cambiaría lo que era. Cómo la amaba...

Se había sacrificado por él. De todas las personas en el Universo que podría haber amado lo había elegido a él. Y por él se había interpuesto entre un arma y él mismo. No por otro. Por él. ¿Cómo no amarla? Lo hacía sentir especial. Se sentía querido. Y amado.

-¿Rupert?

El pelirrojo sonrió.

-Buenos días.

Emma bostezó estirando los brazos.

-¿Qué hora es?

-Hora de volver a agradecer lo que hiciste por mí...

Ella frunció el ceño.

-¿Dónde estoy?

Rupert palideció.

-Emma...

Ella sonrió.

-Es broma. Recuerdo lo que ocurrió ayer. No tengo secuelas. Ya que estamos, podrías decírselo a Elizabeth para que ya no me vuelva a preguntar cómo me llamo.

Rupert le tomó la mano.

-¿Recuerdas anoche?

-Ajá. Recuerdo. Me quedé en el hospital ayer y regresé a la noche. Y las cosas son siempre muy... Cuando nos quedamos solos. En especial cuando casi morimos los dos.

Rupert sonrió y volvió a acariciarla.

-No entiendes, Emma.

-¿Qué no entiendo?

-No entiendes lo mal que me sentía cuando te vi...

Ella suspiró.

-Sí te entiendo. Te repito que es igual a verte llegar diciendo que te asaltaron y luego ver cortes en todo tu abdomen y...

-¿No podemos olvidarnos de esos mafiosos ya? Estoy harto.

Emma sonrió.

-¿De qué quieres hablar?

Junto al río Támesis (Emma Watson y Rupert Grint) [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora