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Luego de despedirme por décima vez le di un último abrazo a la señora Blanca y tomando por el aza la pequeña mochila en la que llevaba mis casi nulas pertenencias, salí.

- Te voy a extrañar –Dijo desde la puerta

- Y yo a usted –Me despedí con la mano y emprendí mi caminata hacía el lugar donde se quedaba Manu

Estuve cerca de dos días más, luego de que me pidiera irme. No lo lamentaba, era lo mejor, ella no deseaba problemas y yo no deseaba ver nunca más al señor Alejandro, no le guardaba rencor alguno, pero tampoco lo creía el buen hombre que imaginé en algún momento.

Llegué al lugar en el que vivía Manu, ya había sido advertida de que compartía una pequeña casa con otras cinco personas. Por supuesto que iba a ser agobiante, luego de tanto tiempo acostumbrada a mi propia habitación y mi propio baño, agua caliente por las mañanas y unas increíbles comidas, pero en fin, había estado en peores situaciones.

- No te preocupes por nada, hay dos parejas de un poco más edad que nosotros y la otra es una chica que llegó hace poco. Todos estamos en la misma situación, sin dinero para vivir normal –La voz de Manu, explicándome todo, me sacó de la ensoñación

- Oh amigo, sabes que no me quejo, viví en un basurero –Dije haciéndolo reír

- ¿Buscarás trabajo? –Asentí

- Llamaré al tipo de la limusina ¿Lo recuerdas? A lo mejor él tiene algo para mí –Sonrió

- También podrías venir al centro comercial –Lo pensé por un momento

- Es verdad, ya sé leer mejor y no soy mala en las matemáticas...

- No Lia, sin documentos que digan que estudiaste algo, a lo más que llegas en ese lugar es acomodar en los estantes o limpiar los suelos –Lo miré confundida y bastante desilusionada

- ¿De verdad?

- No tendría por qué mentirte –Rompió cualquier ilusión

- No me importaría realmente hacer eso Manu, cualquier trabajo es bueno –Sonrió

- Que bueno que pienses así Lia, igual quizá sea una buena idea llamar al hombre de la limusina, mientras mejor paga, más rápido sacaremos a Sus de ahí –Sonreí recordando a mi pequeño amigo

Tomé el viejo móvil y marqué el número de la tarjeta, después de todo, mientras más pronto encontrara algún trabajo sería mejor.

- Buenas tardes señor Gerónimo, soy Lia...

- ¡Que gusto Lia! –Ni siquiera me permitió terminar la frase, me interrumpió con sonora felicidad

- Que pena molestarlo...

- No es ninguna molestia. Dime ¿Cómo estás? –Parecía contento por mi llamada

- Bien... En realidad me gustaría pedirle un favor ¿Recuerda que me dijo que lo llamara cualquier cosa? –Estaba un poco nerviosa

- Claro que si Lia, dime lo que sea –Su tono de voz no cambió

- Bueno, salí de mi casa y necesito encontrar un trabajo pronto –Dije esperando no molestarlo

- ¿Tienes dónde quedarte? –Se preocupó un poco

- Si, si, por eso no tengo problema. El trabajo es lo que me preocupa ahora –Dije apresurada

- Quizá yo pueda ayudarte, recomendándote con mis patrones. Ellos no necesitan a nadie ahora pero conocen mucha gente, es probable que encuentren algo rápido –Era una promesa esperanzadora

Flores en tu peloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora