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Cada noche que mi padre abusaba sexualmente de mí, yo sabía que tendría un futuro oscuro, lo supe desde que mi madre murió a manos suyas. Todo cambió cuando conocí a Michael, cuando nos casamos soñé que todo sería perfecto, imaginé la vida de ensueño que los libros me pintaron siempre, Michael se volvió mi todo, lo amaba como nunca amé a nadie, lo puse sobre cualquier persona, me aseguraba que a su lado nunca sufriría de nuevo, no de la manera en que lo hice de niña.

- A la nanita nana nanita ella, nanita ella
Mi niño tiene sueño bendito sea, bendito sea.
Fuentecita que corre clara y sonora
Ruiseñor que en la selva cantando llora
Calla mientras la cuna se balancea
A la nanita nana, nanita ella –Cantaba a susurros mientras mecía a mi pequeña Katheryn de tres meses.

Era mi diminuto sueñito, una pequeña niña, aún no se le encontraba gran parecido, pero ante mí, era casi Michael, rubia, ojitos azul grisáceo, su cabellito rizado la hacía parecer un ángel.

La tomé con delicadeza para ponerla en la cunita mecedora, la miré y sonreí como una boba, nada imposible creer que ese rayito de sol hacía que mis tristezas y temores se esfumaran.

- Señora, la buscan al teléfono –Apareció susurrando Mar.

- ¿Has preguntado quién era? –Dije mientras caminábamos juntas.

- Sí señora, me han dicho que es de la universidad.

- Gracias, puedes retirarte –Le sonreí y tomé el teléfono– Diga, Elizabeth Allard –Dije en cuanto tomé la bocina.

- Buenas tardes señora Allard, lamento molestarla –La inconfundible voz de Alejandro.

- Buenas tardes –Dije sin demasiado ánimo.

- ¿A caso ha olvidado la importante reunión de equipo que tenía hoy para presentar una exposición la semana siguiente? Le recuerdo que mi papel como su asesor, me da derecho a regañarla un poco.

- He tenido un par de contratiempos, pero no tardare mucho en llegar –Alegué.

- Eso espero porque sus compañeros llevan aquí 20 minutos y es la única que falta –Estaba un tanto molesto.

Nada más colgar fui por una chaqueta y tomé las llaves del auto.

- Debo salir. Ya conoces los horarios de Katheryn, seguramente no tardaré –Le dije a la mucama que hacía de segunda madre para mi bebé cuando yo debía salir de casa.

- Claro señora, no se preocupe –Respondió la amable mujer.

Conduje hasta la universidad y entré a la biblioteca en busca de mis compañeros, luego de fervientes disculpas comenzamos a elaborar y revisar el trabajo que debíamos entregar.

- Elizabeth ¿Pero que no tienes calor? Al parecer el aire se averió y calienta de más –Comentó una chica al notar que seguía con la chaqueta puesta.

- En realidad estoy tan centrada que no había notado que estoy sudando –Reí y comencé a quitarme el no muy grueso abrigo.

En cuanto me deshice de la manga derecha recordé porque no me lo había quitado nada más entrar, había un par de pequeños hematomas en mi brazo, pasé la mano fugazmente por la marca y seguí como si nada.

Estuvimos trabajando cerca de dos horas, noté que faltaban 15 minutos para las 7:00 pm, esa era la hora en la que Michael y yo nos veíamos en la clase de tango que comenzamos a tomar juntos luego de que naciera nuestra hija.

- Se han ido todos ¿No crees que es suficiente castigo por haber llegado 30 minutos tarde? –Le pregunté a Alejandro, quien me miraba teclear lo último de un análisis.

Flores en tu peloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora