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Llegamos a casa y mantuvo la misma tranquilidad hasta estar dentro de la habitación.

- ¿Podemos hablar ahora? –Sacó aire luego de que me atreviera a preguntar.

- Dime –Seguía sin ser el Michael furioso que habría arremetido contra mí.

- Te lo he dicho antes, me voy... Me iré, quiero el divorcio...

- Bien, busca a tu abogado...

- No, hagámoslo de común acuerdo ¿Quieres? Algo apacible y sin problemas, yo no te pediré nada que no necesite Katheryn.

- Katheryn lo tendrá todo, Elizabeth. Iré a dormir y cuando quieras comenzar el trámite por mí está bien –Salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

Me quedé ahí, atónita, embobada en la nada, pensando en la posibilidad de que Michael amara a Amanda y por ello no deseaba líos conmigo. No puedo negar que me dolió pensarlo, pero qué más daba, era libre de tomar a mi bebé y alejarme de él, que al parecer hacía bastante tiempo que no me amaba.

Luego de un tiempo, cuando salí del shock de su amable respuesta, caminé hasta la habitación de mi hija.

- Hola cielo –Me acerqué a la cuna y casi se detiene mi corazón cuando noté que la niña no estaba. Intentando no entrar en pánico salí en búsqueda de Michael.

Luego de revisar todas las habitaciones comenzaron a sudarme las manos me preguntaba ¿Qué carajos estaba haciendo Michael llevándose a la niña? Ahí comprendí que creer que me dejaría llevarme a mi hija había sido un error de mi parte.

- ¡Michael! ¡Michael! –Comencé a Gritar desesperada.

- ¿Señora necesita algo? –Apareció la mucama adormilada.

- Busca al señor ¿Sabes si la nana dejó a Katheryn en su habitación?

- Sí, señora, la niña estaba en su cuna –Medio despertó.

Estuvimos buscándolos por toda la casa, casi por media hora, estaba muy nerviosa y asustada, no sabía qué alcances tendría Michael. En unos minutos aquello se convirtió en un movimiento de todo el personal, incluyendo los de seguridad. Pensaba en tantas posibilidades, que se la llevaría y nunca la volvería a ver, era mi preocupación en ese momento.

- ¿Qué sucede? –Apareció de pronto caminando a mitad de la sala apenas iluminada. Llevaba a la niña en brazos.

- Katheryn –Solté en un suspiro, estaba aliviada– Pueden retirarse –Avisé a todos.

- ¿Por qué tanto alboroto? –Preguntó con una enorme carga de cinismo.

- ¿Dónde estabas? –Me acerqué para tomar a la niña y se alejó.

- He ido a dar un paseo, la niña lloraba –Me miraba como amenazador.

- La llevaré a dormir –Me acerqué de nuevo con la intención de alejarla de él y se retiró de nuevo.

- ¿Qué haces? Es mi hija, jamás le haría daño. La amo –Dijo tranquilo.

- Me asusté –Dije manteniéndome calma, intentando no arrebatársela de los brazos.

- Lo entiendo ¿Sabes algo? Será difícil para Katheryn vivir sin su madre, pero no te preocupes, ella lo tendrá todo –Arrullándola un poco besó su frente cubierta por sus rubios cabellos y luego de mirarme con desdén caminó hacía las escaleras.

- ¡Michael! –Susurré intentando que me escuchara él, pero el servicio no– ¿Qué carajos dices? –Lo seguí presurosa, con el corazón latiendo velozmente y la voz quebrantada por las lágrimas.

Flores en tu peloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora