59.-.

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Después de una ducha rápida me vestí y bajé en busca de Michael.

- Buenos días –Dije a la recepcionista.

- Buenos días señora Allard –Respondió amable.

- Estoy buscando a mi esposo.

- Claro –Sonrió y después llamó a uno de los botones –El señor Allard nos indicó que se le acompañara a una visita por los jardines cuando bajara.

- ¿Dónde está él? –Pregunté un poco extrañada ante su respuesta.

- En un espacio del hotel destinado a conferencias –Eso no me aclaraba nada.

- Bien ¿Me llevas a ese lugar? –Me referí al botones.

- Señora, pidió que no lo molestaran –Claro.

- Vamos al jardín entonces –Sonreí sin ganas.

Luego de caminar un rato con el botones sosteniendo una sombrilla.

- Baja eso –Le pedí un poco exasperada pero sin dejar que lo notara en mi voz.

- Disculpe.

- No, no te disculpes, camina aquí –Señalé mi lado ya que caminaba varios pasos atrás.

- Es incorrecto –Dijo apenado.

- No, si es una orden mía –Sonreí y se sintió más cómodo, era un chiquillo de unos 15 años – ¿Cuántos años tienes?

- Catorce, señora –Dijo aún intimidado.

- ¿Estudias?

- No señora –Sonó apenado.

- ¿Por qué? –Me interesé de inmediato.

- Mi madre no tiene para pagar mi escuela y la de mis hermanos –Confesó con mucha pena.

- ¿Y tú le ayudas? –Asintió– Eres un gran chico –Me recordaba a mi pequeño Sus.

- ¿En verdad no quiere que sostenga la sombrilla? Para eso me pagan –Dijo luego de unos minutos de silencio.

- No, no me gusta que sostengan la sombrilla por mí, de hecho me gusta que el sol me dé en toda la cara, me recuerda cuando trabajaba limpiando parabrisas –Lo último lo agregue con toda la intención de hacerle sentir más cómodo con la mujer que parecía tener mucho dinero.

- ¿Usted? No... No lo creo –Dijo incrédulo.

- No miento –Le sonreí – Justo en la ciudad de alado.

- No lo creo –Rio un poco.

- De verdad, vendía flores, dulces e incluso me disfrazaba de payaso –Reí, recordando aquello.

- ¿Y luego se casó con un hombre rico? –Era la verdad.

- Tuve bastante suerte... ¿Cómo te llamas?

- Gabriel, señora –Era un chico muy educado.

- Tuve bastante suerte Gabriel, él me encontró e intentó ayudarme, luego nos enamoramos.

- Espero tener tanta suerte algún día –Dijo sin creer que pudiera sucederle.

- Espero que la tengas –Sonreí, segura de que ese era su día de suerte– Oye ¿Tú sabes dónde está mi esposo?

- No –Luego dudó– Sí, pero no sé si sea correcto, tal vez me despidan.

- Vamos, diré que no notaste cuando salí en busca del lugar ¿De acuerdo? –Lo pensó

Flores en tu peloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora