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- Elizabeth ¿Cenas conmigo? –La voz se escuchaba tan lejana, un par de toques me despertaron por completo

- Lo siento –Dije levantándome enseguida y abriendo la puerta

- No te preocupes, comprendo que estés cansada –Era el señor Michael, con esa sonrisa tranquilizadora

- Pero lo acompaño –Se sonrojó un poco cuando lo descubrí mirándome en pijama, en seguida me sonroje también por estar en tales fachas– Me refiero a que me visto y lo acompaño –Se rio

- Te espero abajo –Caminó alejándose de la puerta

No hacía mucho que habíamos vuelto de las compras y la visita a la psicóloga, me había hecho bastante bien hablar con ella, aunque ambas estábamos de acuerdo que aquello me llevaría más que una plática casual.

Abrí la bolsa de lo que compre... Con el dinero de otra persona, me sentía un tanto apenada por causarle tantas molestias, pero Edmond no paraba de decir que eligiera esto y aquello porque pasaría cerca de dos semanas más en el país.

Tomé unos jeans y una camiseta negra, un suéter de lana y bajé casi corriendo. Al verme se levantó y acomodó la silla para mí.

- Gracias –Sonrió– ¿Qué tal su día de trabajo? –Intenté remplazar el silencio

- Increíble –Dijo con ironía– tengo tantos pendientes que probablemente aparezcan en mis sueños. Hablé con mis conocidos sobre tu tema y... –Comenzó a hablar en ese alemán que mi cerebro no asimilaba– ¿Me comprendes? –Negué– Puedo hablar español, lo olvidé, es pésimo mi español pero intento –Dijo todo aquello en mi idioma y sonreí como tonta

- Hace tanto que anhelaba escuchar palabras en mi idioma –Sonrió

- Te decía, hablé con amigos y me dijeron que es cosa de hablar con la embajada mexicana en Alemania... Pero Elizabeth yo quería pedirte un enorme favor, el problema es que implica tu estancia en este lugar –Me puse un poco nerviosa

- ¿Qué favor?

- Quiero que denuncies, que hables sobre todas las personas que te hicieron daño. Tienen a más chicas en sus manos...

- Si –Dije enseguida

- ¿Si? –No parecía haberme escuchado bien

- Sí, lo haré. En primera porque es lo correcto y después porque usted me lo pide y es lo menos que puedo hacer –Tomó mi mano y la besó fugazmente

- Eres una buena chica –Sonrió

Terminamos de cenar y el tiempo paso volando, me habló de tantas cosas, de casos de mujeres que habían pasado lo mismo que yo y se dedicaban a ayudar a los demás, a dar conferencias e incluso se infiltraban para desmantelar redes de trata.

- Mañana tengo algo de tiempo libre y me gustaría que me acompañaras a platicar con un amigo que ha estado siguiendo el caso en contra de un norte americano, le dicen el gringo...

- Sé quién es –Reaccioné de inmediato –Él me engaño para venir aquí

- Qué mejor, están buscando pruebas en su contra –La ruleta rusa de la vida

- Lo que sea, ayudaré en lo que sea –Asintió

- Mañana lo visitamos entonces...

Después de un rato me despedí para ir a dormir y él se dirigió a otra parte de la casa. Yo seguía deseando conocer a su esposa, pero ese día no sucedió.

A la mañana siguiente desayuné sola, al parecer el señor estaba dormido y nadie deseaba molestarlo, me quedé un rato con la mirada perdida en los árboles y después lo vi bajar las escaleras en pijama.

Flores en tu peloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora