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La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento de Theresa fue que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.

- Los de primer año, profesora Mcgonagall -dijo Hagrid.

- Muchas gracias. Yo los llevaré desde aquí.

Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era enorme. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.

- Bienvenidos a Hogwarts -dijo la profesora Mcgonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestra casa y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa. Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia. Por favor, esperad tranquilos.

Salió de la habitación. Theresa se acomodó el cabello. Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... muchos de los que estaban atrás gritaron.


- ¿Qué es...? -resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared.


- ¡Alumnos nuevos! -dijo uno de ellos, sonriendo a todos-. Estáis esperando la selección, ¿no? ¡Espero veros en Hufflepuff!


- En marcha -dijo una voz aguda-. La Ceremonia de Selección va a comenzar. -La profesora Mcgonagall había vuelto.- Ahora formad una hilera y seguidme.


Con la extraña sensación de que sus piernas eran de plomo, Theresa se puso detrás de una chica de pelo enmarañado, con Draco tras ella. Entraron en el Gran Comedor. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año. Sacó un sombrero remendado, raído y muy sucio. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar.


Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez. La profesora Mcgonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.

- Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen -dijo-. ¡Abbott, Hannah!

Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero y se sentó.

- ¡Hufflepuff! -gritó el sombrero. Draco rió en el oído de Theresa.

Muchos alumnos después, Draco se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y lo seleccionó para Slytherin. Fue a reunirse con Crabbe y Goyle con aire de satisfacción. Ni siquiera le dedicó una mirada a su amiga.

Ya no quedaba mucha gente.

- ¡Potter, Harry! -mientras éste se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.

- ¡Gryffindor! -exclamó el sombrero luego de unos minutos. La mesa roja estalló en vítores. Sólo quedaban Theresa, una chica que no conocía y el pelirrojo amigo de Potter.

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