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Theresa se despertó pronto el sábado por la mañana y se quedó un rato en la cama pensando en el partido de quidditch. Se ponía nerviosa, sobre todo al imaginar lo que diría Wood si Gryffindor perdía, pero también al pensar que tendrían que enfrentarse a un equipo que iría montado en las escobas de carreras más veloces del mercado. Después de estar tumbada media hora con las tripas revueltas, se levantó, se vistió y bajó a desayunar. El hambre nadie se lo quitaba. Encontró al resto del equipo de Gryffindor apiñado en torno a la gran mesa vacía. Todos estaban nerviosos y apenas hablaban. Fred le dedicó una mirada de arrepentimiento que la chica ignoró. Su muñeca no dolía, pero seguía teniendo marcas.

Cuando faltaba poco para las once, el colegio en pleno empezó a dirigirse hacia el estadio de quidditch. Hacía un día bochornoso que amenazaba tormenta. Cuando Theresa iba hacia los vestuarios, vio como Ron y Hermione se acercaban a Harry para desearle buena suerte. Miró hacia otro lado, pero notó unas pequeñas manos en sus hombros y detrás de ella estaba Hermione, con una sonrisa afligida.

- Buena suerte, Tess -sonrió, dándole un corto abrazo. Theresa miró como Ron se alejaba lentamente hacia las gradas-. Ronald es un orgulloso, pero me ha pedido que te desee suerte de su parte -sonrió e hizo reír un poco a la chica-. Lo harás genial, ¡hasta luego! -dijo mientras alcanzaba al pelirrojo.

Los jugadores se vistieron con sus túnicas rojas de Gryffindor y luego se sentaron a recibir la habitual inyección de ánimo que Wood les daba antes de cada partido.

- Los de Slytherin tienen mejores escobas que nosotros -comenzó-, sólo Theresa se les asemeja, aunque son una contra siete. Pero nosotros tenemos mejores jugadores sobre las escobas. Hemos entrenado más que ellos y hemos volado en todas las condiciones meteorológicas.

- ¡Y tanto! -murmuró George-. No me he secado del todo desde agosto.

- Y vamos a hacer que se arrepientan del día en que dejaron que ese pequeño canalla, Malfoy, les comprara un puesto en el equipo. Es misión tuya, Harry, demostrarles que un buscador tiene que tener algo más que un padre rico. Tienes que coger la snitch antes que Malfoy o perecer en el intento, porque hoy tenemos que ganar.

- Así que no te sientas presionado, Harry -dijo Fred, guiñándole un ojo.

Cuando salieron al campo, fueron recibidos con gran estruendo; eran sobre todo aclamaciones de Hufflepuff y de Ravenclaw, cuyos miembros y seguidores estaban deseosos de ver derrotado al equipo de Slytherin, aunque la afición de las serpientes también hizo oír sus abucheos.

- Cuando toque el silbato -dijo la señora Hooch-: tres... dos... uno...

Animados por el bramido de la multitud que les apoyaba, los catorce jugadores se elevaron hacia el cielo plomizo. Theresa vio como Harry y Draco ya entablaban una conversación para nada agradable.

Había empezado a llover. Theresa notaba en la cara las gruesas gotas. No tuvo ni idea de lo que pasaba con los otros jugadores hasta que oyó la voz de Lee Jordan diciendo: <Slytherin en cabeza por sesenta a cero>.

Theresa vio que Fred y George no se separaban de Harry, y que una bludger perseguía al azabache. Se acercó un poco a ellos.

- Alguien... está... manipulando... esta... bludger -gruñó Fred, golpeándola con todas sus fuerzas para rechazar un nuevo ataque contra Harry.

- Hay que detener el juego -dijo Theresa, intentando hacerle señas a Wood. Este captó el mensaje. La señora Hooch hizo sonar el silbato y Harry, Theresa, Fred y George bajaron al césped.

- ¿Qué ocurre? -preguntó Wood cuando el equipo de Gryffindor entero se les unió, mientras la afición de Slytherin los abucheaba-. Nos están haciendo papilla. Fred, George, ¿dónde estábais cuando la bludger le impidió marcar a Angelina?

- Estábamos ocho metros por encima de ella, Oliver, para evitar que la otra bludger matara a Harry -dijo George, enfadado-. Alguien la ha manipulado...

La señora Hooch iba hacia ellos.

- Escuchad -les dijo Harry mientras ella se acercaba-, con vosotros dos volando todo el rato a mi, la única posibilidad que tengo de atrapar la snitch es que se me meta por la manga. Volved a proteger al resto del equipo y dejadme que me las arregle solo con esa bludger.

- No seas tonto -dijo Fred-, te partirá en dos.

- Oliver, esto es una locura -dijo Theresa, enfadada-, no puedes dejar que Harry se las apañe solo con la bludger. Esto hay que investigarlo.

- ¡Si paramos ahora, perderemos el partido! -argumentó Harry-. ¡Y no vamos a perder frente a Slytherin solo por una bludger loca! ¡Venga, Oliver, diles que dejen que me las apañe yo solo! 

- Esto es culpa tuya -dijo George a Wood, enfadado-. <¡Atrapa la snitch o muere en el intento!> ¡Qué idiotez decir eso!

Llegó la señora Hooch.

- ¿Listos para seguir? -preguntó. Wood contempló la expresión absolutamente segura de Harry.

- Bien -dijo-. Fred y George, ya lo habéis oído... dejad que se enfrente el sólo a la bludger.

La lluvia volvió a arreciar. Al toque de silbato de la señora Hooch, Theresa dio una patada en el suelo que la propulsó por los aires. Theresa ascendió, iba detrás de los Slytherins impidiendo que estos marcaran tantos. Hasta que oyó un silbato.

- ¡Gryffindor gana! ¡Harry Potter tiene la snitch! -decía Lee Jordan. Theresa miró por todo el estadio y vio en el barro a Harry tirado, desmayado, con la snitch dorada en la mano. Tenía el brazo roto. Lockhart estaba a su lado, intentando arreglarle el brazo.

- ¿Por qué no me envían a la enfermería? -masculló Harry.

- Así debería hacerse, profesor -dijo Theresa, llena de barro.

- Fabulosa jugada, Harry, realmente espectacular, la mejor que hayas hecho nunca, diría yo -dijo Wood, sin evitar sonreír.

Theresa vio a Fred y George forcejeando para meter la bludger loca en una caja. Todavía se resistía.

- Apartaos -dijo Lockhart, arremangándose la túnica verde jade.

- No... ¡no! -dijo Harry débilmente. Lockhart apuntó hacia el brazo de Harry. Theresa ahogó un grito cuando notó como el brazo de Harry perdía los huesos, y parecía como si tuviera un guante de goma color carne.

- ¡Ah! Sí, bueno, algunas veces ocurre esto. Pero el caso es que los huesos ya no están rotos. Eso es lo que importa. Así que, Harry, ahora debes ir a la enfermería. La señora Pomfrey podrá... esto... arreglarlo un poco.


Después de ducharse y cambiarse, los del equipo de Gryffindor quedaron en ir a visitar a Harry a la enfermería.

- Un vuelo increíble, Harry -dijo George-. Acabo de ver a Marcus Flint gritando a Malfoy algo parecido a que tenía la snitch encima de la cabeza y no se daba cuenta. Malfoy no parecía muy contento.

Theresa dejó en la mesita los pasteles, dulces y botellas de zumo de calabaza que había traído. Se situaron todos alrededor de la cama de Harry cuando se acercó la señora Pomfrey gritando:

- ¡Este chico necesita descansar, tiene que recomponer treinta y tres huesos! ¡Fuera! ¡FUERA!

Y dejaron solo a Harry, yendo a la sala común de Gryffindor. Había sido un extraño día.

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