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Las clases de la profesora McGonagall eran siempre muy duras, pero Theresa tenía un don para esa materia. Tenía que convertir un escarabajo en un botón, pero su magia era tan avanzada que lo convirtió en un sickle.

A Harry le iba fatal, lo único que conseguía era cansar al escarabajo, porque cada vez que éste esquivaba la varita mágica, se caía del pupitre. A Ron le iba aún peor. Su varita rota estaba ahora recompuesta con un poco de celo, pero parecía que no era suficiente. Crujía y echaba chispas en los momentos más raros. En un momento de agobio, Ron aplastó el escarabajo con el codo sin querer y tuvo que pedir otro. A la profesora McGonagall no le hizo mucha gracia.

Después de que Theresa ganara otros diez puntos para Gryffindor, sonó la campana de la comida. Todos salieron ordenadamente de la clase salvo Harry y Ron, que seguían golpeando furiosos en el pupitre con la varita.

Un rato después, Harry y Ron llegaron al comedor. Pero Ron se puso de mal humor cuando Theresa le enseñó todos los sickles que había conseguido, y Hermione sus botones.

- ¿Qué hay esta tarde? -dijo Harry.

- Defensa Contra las Artes Oscuras -dijo Hermione.

- ¿Por qué has rodeado todas las clases de Lockhart con corazoncitos? -dijo Theresa, cogiéndole el horario y mirando a la chica con una ceja alzada. Hermione le quitó el horario. Se había puesto roja.

Terminaron de comer y salieron al patio. Estaba nublado. Theresa se sentó en el césped bajo un árbol y se puso a observar a todo el mundo. Hermione se sentó en un peldaño de piedra y hundió sus narices en un libro de Lockhart. Harry y Ron se pusieron a hablar de quidditch, junto a Theresa. Un chico de cabello castaño de primer año llegó donde estaban ellos.

- ¿Me dejas, Harry? Soy... soy Colin Creevey -dijo. Tenía en las manos lo que parecía una cámara de fotos muggle normal y corriente-. Estoy en Gryffindor también. ¿Podría... me dejas... que te haga una foto? -dijo, levantando la cámara esperanzado.

- ¿Una foto? -repitió Harry sin comprender.

- Con ella podré demostrar que te he visto -dijo con impaciencia, acercándose un poco más-. Lo sé todo sobre ti -a Theresa le pareció tierno-. Esto es estupendo, ¿verdad? Yo no tenía ni idea de que las cosas raras que hacía eran magia, hasta que recibí la carta. Mi padre es lechero y tampoco podía creérselo. Así que me dedico a tomar montones de fotos para enviárselas a casa.

- Si revelas el negativo en la poción adecuada, la foto saldrá con movimiento -le informó Theresa, sonriendo. El chico la miró con un brillo en los ojos y asintió frenéticamente.

- Sería estupendo hacerte una foto, Harry. Tal vez tu amiga querría sacárnosla para que pudiera salir yo a tu lado. ¿Y me la podrías firmar luego?

- ¿Firmar fotos? ¿Te dedicas a firmar fotos, Potter?

En todo el patio resonó la voz potente y cáustica de Draco. Se había puesto detrás de Colin, flanqueado por Crabbe y Goyle, como siempre.

- ¡Todo el mundo a la cola! -gritó Malfoy a la multitud- ¡Harry Potter firma fotos!

- No es verdad -dijo Harry apretando los puños-. ¡Cállate, Malfoy!

- Lo que pasa es que le tienes envidia -dijo Colin, cuyo cuerpo entero no era más grueso que el cuello de Crabbe.

- ¿Envidia? -dijo Draco, que ya no necesitaba gritar porque la mitad del patio lo escuchaba-. ¿De qué? ¿De tener una asquerosa cicatriz en la frente? No, gracias. ¿Desde cuando uno es más importante por tener la cabeza rajada por una cicatriz?

- Para ya, Draco, te estás pasando... -dijo Theresa con cara de malas pulgas. Crabbe dejó de reír y empezó a restregarse de manera amenazadora los nudillos, que eran del tamaño de castañas. Theresa rió- ¿Qué vas a hacer? -le preguntó al gorila- ¿Pegarme? ¿Le vas a ordenar que me pegue, Malfoy? -dijo acercándose al rubio con los brazos cruzados. La multitud estaba en completo silencio y Theresa vio a Fred asentirle con aprobación.

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