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Ron, Hermione y Theresa observaron tranquilos a Harry durante toda la cena en el Gran Comedor, sin atreverse a decir nada sobre lo que habían oído, porque Percy estaba sentado cerca. Subieron a la sala común atestada de gente y Harry se escabulló hasta los dormitorios sin despedirse. Theresa suspiró y se sentó en el sillón más cercano a la chimenea.

A la mañana siguiente, la mayoría de los alumnos se marcharon a casa por Navidad. Theresa, Ron y Hermione bajaron a la sala común cuando despertaron y esta estaba desierta. Harry no despertó hasta la hora de comer.

- No tienes buen aspecto, ¿sabes? -dijo Hermione, preocupada.

- Estoy bien -dijo Harry.

- Escucha, Harry -dijo Theresa, cambiando con Ron una mirada-. Debes de estar realmente disgustado por lo que oímos ayer. Pero no debes hacer ninguna tontería.

- ¿Como qué?

- Como ir detrás de Black -dijo Ron, tajante. Harry no dijo nada.

- No lo harás. ¿Verdad que no, Harry? -dijo Hermione.

- Porque no vale la pena morir por Black -dijo Ron. Harry los miró.

- ¿Sabéis qué veo y oigo cada vez que se me acerca un dementor? -preguntó Harry-. Oigo a mi madre que grita e implora a Voldemort. Y si vosotros escucharais a vuestra madre gritando de ese modo, a punto de ser asesinada, no lo olvidaríais fácilmente. Y si descubrierais que alguien que en principio era amigo suyo la había traicionado y le había enviado a Voldemort...

- No puedes hacer nada -dijo Theresa-. Los dementores atraparán a Black, lo mandarán otra vez a Azkaban.

- Ya oísteis lo que dijo Fudge. A Black no le afecta Azkaban como a la gente normal. No es un castigo para él como lo es para los demás.

- Entonces, ¿qué pretendes? -dijo Ron muy tenso-. ¿Acaso quieres... matar a Black?

Harry volvió a quedarse callado.

- Malfoy sabe algo -dijo de pronto. Theresa rodó los ojos-. En la clase de Pociones me dijo que debía ir a cazarlo yo mismo.

- ¿Vas a seguir el consejo de Malfoy y no el nuestro? -dijo Theresa furiosa.

- El padre de Malfoy debe de haberle contado algo -dijo Harry-. Pertenecía al círculo de allegados de Voldemort. Entonces está claro que los Malfoy sabían que Black trabajaba para Voldemort.

- ¡Y a Malfoy le encantaría verte volar en mil pedazos! -gritó Theresa-. Contrólate. Lo único que quiere Malfoy es que te maten antes de que tengamos que enfrentarnos en el partido de quidditch.

- Harry, por favor -dijo Hermione, con los ojos brillantes de lágrimas-, se sensato. Black hizo algo terrible, terrible. Pero no... no te pongas en peligro. Eso es lo que Black quiere... Estarías metiéndote en la boca del lobo si fueras a buscarlo. Tus padres no querrían que te hiciera daño, ¿verdad?

- No sabré nunca lo que querrían, porque por su culpa no he hablado con ellos nunca.

Hubo un silencio abrupto.

- Mira -dijo Ron, tratando de cambiar de tema-, ¡estamos en vacaciones! ¡Casi es Navidad! Vamos a ver a Hagrid. No lo visitamos desde hace mucho tiempo.

- ¡No! -dijo Hermione-. Harry no debe abandonar el castillo, Ron.

- Sí, vamos -dijo Harry incorporándose.

Recogieron las capas de los dormitorios y se pusieron en camino, cruzando el agujero del retrato. Recorrieron el castillo vacío y salieron por las puertas principales de roble. Cada árbol brillaba como plata y la cabaña de Hagrid parecía una tarta helada. Llamaron a la puerta y esta se abrió con un chirrido. Hagrid estaba allí, con los ojos rojos e hinchados, con lágrimas que salpicaban la parte delantera del chaleco de cuero.

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