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Cuando Theresa, Harry, Ron y Hermione entraron en el Gran Comedor para desayunar al día siguiente, lo primero que vieron fue a Draco Malfoy, que entretenía a un grupo de gente de Slytherin con una historia muy divertida. Theresa lo miraba con una leve sonrisa hasta que al pasar por su lado, Draco hizo una parodia de desmayo, coreado por una carcajada general. Theresa, que iba la primera, se dio la vuelta para mirar a Harry.

- No le hagas caso. Tú, ni el menor caso. No merece la pena...

- ¡Eh, Potter! -gritó Pansy Parkinson, una chica de Slytherin que tenía la cara como un perro-. ¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuh!

Theresa se sentó en un asiento de la mesa de Gryffindor, junto a Fred. Harry se sentó junto a George.

- Los nuevos horarios de tercero -dijo George, pasándolos-. ¿Qué te ocurre, Harry?

- Malfoy -contestó Ron, echando una mirada desafiante a la mesa de Slytherin.

George alzó la vista y vio en aquel momento a Draco repitiendo su pantomima.

- Ese imbécil... -dijo Fred, mirando con desprecio a Malfoy. Theresa veía chispas salir de sus ojos.

- Tranquilo, Harry, son horribles esos dementores, yo tampoco me sentía muy bien -dijo George.

- Se le hiela a uno la sangre, ¿verdad? -dijo Fred.

- Pero no os desmayasteis, ¿a que no? -preguntó Harry en voz baja.

- No le des más vueltas, Harry -dijo George-. Mi padre tuvo que ir una vez a Azkaban, ¿verdad, Ron?, y dijo que era el lugar más horrible en que había estado. Regresó débil y tembloroso...

- Los dementores absorben la alegría del lugar en que están. La mayoría de los presos se vuelven locos allí -dijo Theresa, observando como Fred le escogía el desayuno a la chica.

- De cualquier modo, veremos lo contento que se pone Malfoy después del primer partido de quidditch -dijo Fred, entregándole el plato a Theresa-. Gryffindor contra Slytherin, primer partido de la temporada, ¿os acordáis?

Hermione se aprendía su nuevo horario:

- Bien, hoy comenzamos asignaturas nuevas -dijo alegremente.

- Hermione, se han confundido con tu horario -dijo Ron mirando detrás de ella-. Mira, te han apuntado unas diez asignaturas al día. No hay tiempo suficiente.

- Ya me apañaré. Lo he concertado con la profesora McGonagall.

- Pero mira -dijo Ron riendo-, ¿ves la mañana de hoy? A las nueve Adivinación y Estudios Muggles y... mira, Aritmancia. Todo a las nueve. ¿Cómo vas a estar en tres clases a la vez?

Theresa se atragantó con su salchicha y Fred tuvo que palmearle la espalda. La chica sabía todo lo que Hermione había concertado con la profesora McGonagall.

- No seas tonto -dijo Hermione bruscamente-, por supuesto que no voy a estar en tres clases a la vez.

- Bueno, entonces...

- Basta, Ron -dijo Theresa.

- Pero...

- ¿Y a ti qué te importa si mi horario está un poco apretado, Ronald? Ya te he dicho que lo he arreglado todo con la profesora McGonagall.

En ese momento entró Hagrid.

- ¿Va todo bien? -dijo con entusiasmo-. ¡Estáis en mi primera clase! ¡Inmediatamente después del almuerzo! Me he levantado a las cinco para prepararlo todo. Espero que esté bien... Yo, profesor..., francamente...

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