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- No le digáis a vuestra madre que habéis apostado -imploró a Fred y George el señor Weasley, y luego se volvió hacia Theresa-. Tú tampoco a tus padres, Tess.

- Tranquilo, señor Weasley -dijo Theresa con una sonrisa tranquilizadora.

- Tenemos grandes planes para este dinero, y no queremos que nos lo confisquen -dijo Fred.

Pronto se vieron rodeados por la multitud que abandonaba el estadio para regresar a las tiendas de campaña. Cuando por fin llegaron a las tiendas, nadie tenía sueño y, dada la algarabía que había en torno a ellos, el señor Weasley consintió en que tomaran todos juntos una última taza de chocolate con leche antes de acostarse. Se quedaron hablando por horas, y el señor Weasley no dio por finalizada la conversación hasta que Ginny se cayó dormida sobre la pequeña mesa, derramando el chocolate por el suelo. Entonces los mandó a todos a dormir. Hermione y Ginny se metieron en su tienda, y Theresa iba detrás de ellas cuando sintió una mano en su muñeca.

- Tú duermes con nosotros -le dijo Fred en el oído. Theresa lo miró sonrojada.

- Fred, tu padre...

- Él mismo cambió tu mochila a nuestra habitación -dijo Fred sonriendo-. Le he contado lo de las pesadillas...

- ¡Fred! ¡No! -se quejó la chica mientras fruncía el ceño.

- Oh, venga, sabes que tú también quieres dormir con George y conmigo...

- Pero no hay sitio. En tu habitación sólo hay cuatro camas.

- Duerme conmigo, entonces, en la misma cama -Fred se encogió de hombros.

- ¿Estás loco? -le dijo Theresa mirándolo a los ojos.

- Muy loco -contestó Fred. A Theresa se le vino a la mente la escena que tuvieron en el expreso de Hogwarts antes de besarse. Se volvió a ruborizar.

Luego de discutir unos minutos más, Fred la arrastró a su habitación, donde Harry y Ron la miraban con una sonrisa pervertida.

- ¡No me miréis así! -les advirtió Theresa señalándolos con el dedo y dándole un zape a Ron en la rodilla, ya que el pelirrojo estaba sentado en la litera de arriba, con los pies colgando.

Theresa se puso el pijama en el baño y volvió a la habitación. Todos dejaron de hablar cuando ella entró, y empezaron a acurrucarse en sus camas. Theresa se sentía incómoda. Fred se acercó a ella.

- Fred, yo duermo en los pies y tú en el cabecero, ¿sí?

- Duerme tú en el cabecero -le contestó Fred. Theresa asintió y se metió en la cama.

Theresa no llegaría a saber a ciencia cierta si se había dormido o no; lo único que supo fue que, de repente, sintió unos brazos en su cintura.

- ¿Qué haces? -susurró la chica, dándose la vuelta y encontrándose con unos ojos claros en la oscuridad.

- Hace frío -susurró Fred con voz adormilada.

- Idiota -dijo Theresa con una sonrisa. Volvería a suceder. Fred se estaba acercando. Podía sentir su respiración. Estaban apunto de besarse.

- ¡Levantaos! ¡Tessa, Fred... deprisa, levantaos, es urgente! ¡Harry, Ron, George!

Era el señor Weasley. Theresa se incorporó de un salto y se golpeó la cabeza con la litera de arriba.

- ¿Qué pasa? -preguntó Harry.

Theresa intuyó que algo malo ocurría, porque los ruidos del campamento parecían distintos. Los cánticos habían cesado. Se oían gritos, y gente que corría.

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