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La vida en La Madriguera no se parecía en nada a la de la mansión Stone. Theresa estaba contenta con su familia, pero era completamente distinto. Los Stone lo querían todo limpio y ordenado; la casa de los Weasley estaba llena de sorpresas y cosas asombrosas. Theresa se llevó un buen susto la primera vez que se miró en el espejo que había sobre la chimenea de la cocina y éste le dijo: <¡Péinate!> El espíritu del desván aullaba y golpeaba las tuberías cada vez que parecía que reinaba demasiada tranquilidad en la casa. Y las explosiones en el cuarto de los gemelos se consideraban completamente normales.

- Han llegado cartas del colegio -dijo el señor Weasley entregándoles sobres idénticos de pergamino amarillento, con la dirección escrita en tinta verde.- Dumbledore ya sabe que estáis aquí, chicos; a ése no se le escapa una.

Hubo unos minutos de silencio mientras leían las cartas. A Theresa le indicaban que cogiera el tren a Hogwarts el 1 de septiembre, como de costumbre, en la estación de King's Cross. También se adjuntaba la lista de los libros de texto que necesitaría en el curso.

Después de leer su lista, Fred echó un vistazo a la carta de Theresa.

- ¡También a ti te han mandado todos los libros de Lockhart! -exclamó-. El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras debe ser un fan suyo; apuesto a que es una bruja.

- Todos estos libros no resultarán baratos -observó George, mirando de reojo a sus padres-. De hecho, los libros de Lockhart son muy caros...

- Bueno, ya nos apañaremos -repuso la señora Weasley, aunque parecía preocupada-. Espero que a Ginny le puedan servir muchas de vuestras cosas.

- Tengo una túnica de Gryffindor del curso pasado que nunca llegué a estrenar -habló Theresa, ruborizada-. Puedes probártela a ver si te queda bien, Gin.

- Es un detalle de tu parte, cariño. Creo que le quedará bien -dijo la señora Weasley.

- ¿Es que ya vas a empezar en Hogwarts este curso? -le preguntó Harry a Ginny. Ella asintió con la cabeza, enrojeciendo hasta la raíz del pelo, que era de color rojo encendido, y metió el codo en el plato de la mantequilla.

- Buenos días a todos -saludó Percy llegando a la cocina-. Hace un hermoso día.

- ¿Qué vais a hacer hoy? -preguntó la señora Weasley.

Theresa, Harry, Ron, Fred y George planeaban subir la colina hasta un pequeño prado que tenían los Weasley. Allí podían jugar quidditch, ya que los árboles los protegían de las miradas indiscretas del pueblo que había abajo. Aunque no podían usar pelotas de quidditch reales, en su lugar usaban manzanas. Theresa subió a la habitación de los gemelos y sacó su Nimbus 2001, regalo de los Malfoy por su cumpleaños. La Nimbus 2001 de Theresa y la Nimbus 2000 de Harry eran con mucho las mejores escobas; a la vieja Estrella Fugaz de Ron la adelantaban incluso las mariposas.

Cinco minutos después se encontraban subiendo la colina, con las escobas al hombro. Percy no quería ir, ya que decía que estaba ocupado.

- Me gustaría saber qué se trae entre manos -dijo Fred frunciendo el entrecejo-. No parece el mismo.

- No sé cómo se las van a arreglar papá y mamá para comprarnos todo lo que necesitamos este curso -dijo George-. ¡Cinco lotes de los libros de Lockhart! Y Ginny necesitará una varita, entre otras cosas...

Theresa y Harry no decían nada. Se sentían un poco incómodos al saber que tenían una pequeña fortuna en sus respectivas cámaras de Gringotts.



El miércoles siguiente, la señora Weasley los despertó a todos temprano. Después de tomarse rápidamente media docena de emparedados de beicon cada uno, se pusieron las chaquetas y la señora Weasley, cogiendo una maceta de la repisa de la chimenea, echó un vistazo dentro.

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