En el Gran Comedor, se sentaron en la mesa de Gryffindor. Ron puso mucho interés en sentarse orientado hacia la puerta de entrada, porque Krum y sus compañeros de Durmstrang seguían amontonados junto a ella sin saber dónde sentarse. Los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Ravenclaw y observaban el Gran Comedor con expresión crítica. Viktor Krum y sus compañeros se habían colocado en la mesa de Slytherin.
- Parece que están mucho más contentos que los de Beauxbatons -comentó Theresa.
Los alumnos de Durmstrang se quitaban las pesadas pieles y miraban con expresión de interés el negro techo lleno de estrellas. Dos de ellos cogían los platos y las copas de oro y los examinaban, aparentemente muy impresionados.
Habiendo entrado todos los alumnos en el Gran Comedor y una vez sentados a las mesas de sus respectivas casas, empezaron a entrar en fila los profesores, que se encaminaron a la mesa del fondo y ocuparon sus asientos. Los últimos en la fila eran el profesor Dumbledore, el profesor Karkarov y Madame Maxime. Al ver aparecer a su directora, los alumnos de Beauxbatons se pusieron inmediatamente en pie. Algunos de los de Hogwarts se rieron, incluída Theresa. El grupo de Beauxbatons no parecía avergonzarse en absoluto, y no volvió a ocupar sus asientos hasta que Madame Maxime se hubo sentado. Dumbledore, sin embargo, permaneció de pie, y el silencio cayó sobre el Gran Comedor.
- Buenas noches, damas, caballeros, fantasmas y, muy especialmente, buenas noches a nuestros huéspedes -dijo Dumbledore, dirigiendo una sonrisa a los estudiantes extranjeros-. Es para mí un placer daros la bienvenida a Hogwarts. Deseo que vuestra estancia aquí os resulte al mismo tiempo confortable y placentera, y confío en que así sea.
Una de las chicas de Beauxbatons profirió lo que inconfundiblemente era una risa despectiva.
- Nadie te obliga a quedarte -dijo Theresa, lo bastante alto para que llegara a los oídos de los Ravenclaws pero no a los de los profesores. La chica miró a Theresa sonrojada.
- El Torneo quedará oficialmente abierto al final del banquete -explicó Dumbledore-. ¡Ahora os invito a todos a comer, a beber y a disfrutar como si estuvierais en vuestra casa!
Como de costumbre, las fuentes que tenían delante se llenaron de comida. Ante ellos tenían la mayor variedad de platos que Theresa hubiera visto nunca, incluidos algunos que eran evidentemente extranjeros.
Unos minutos después, cuando Theresa se estaba sirviendo la quinta ración de pastel de carne y riñones, dijo una voz:
- <Pegdonad>, ¿no <queguéis> bouillabaise?
Se trataba de la misma chica de Beauxbatons que se había reído durante el discurso de Dumbledore. Una larga cortina de pelo rubio plateado le caía casi hasta la cintura. Tenía los ojos muy azules y los dientes muy blancos y regulares. Ron se puso colorado.
- Puedes llevártela -dijo Harry, acercándole a la chica la sopera.
- ¿Habéis <tegminado> con ella?
- Sí -repuso Ron sin aliento.
La chica cogió la sopera y se la llevó con cuidado a la mesa de Ravenclaw. Ron seguía mirándola con ojos desorbitados, como si nunca hubiera visto una chica. Theresa y Hermione se miraron y rodaron los ojos.
- ¡Es una veela! -dijo Ron con voz ronca.
- ¡Por supuesto que no lo es! -repuso Hermione-. No veo que nadie más se haya quedado mirándola con la boca abierta como un idiota.
Pero no estaba totalmente en lo cierto. Cuando la chica cruzó el Gran Comedor muchos chicos volvieron la cabeza, y algunos se quedaban sin habla, igual que Ron.
- ¡Te digo que no es una chica normal! -exclamó Ron-. ¡Las de Hogwarts no están tan bien!
- En Hogwarts las hay que están muy bien -contestó Harry, sin pensar. Theresa lo miró y vio que el chico la miraba fijamente. Se sonrojó y siguió devorando su pastel.
Un rato después, llegaron Ludo Bagman y el señor Crouch, los organizadores del Torneo.
Una vez limpios los platos de oro, Dumbledore volvió a levantarse. Todos en el Gran Comedor parecían emocionados y nerviosos.
- Ha llegado el momento -anunció sonriendo-. El Torneo de los tres magos va a dar comienzo. Me gustaría pronunciar unas palabras para explicar algunas cosas antes de que traigan el cofre, sólo para aclarar en qué consiste el procedimiento que vamos a seguir. Pero antes, para aquellos que no los conocéis, permitidme que os presente al señor Bartemius Crouch y al señor Ludo Bagman -todos aplaudieron-. Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante los últimos meses en los preparativos del Torneo, y estarán conmigo, con el profesor Karkarov y con Madame Maxime en el tribunal que juzgará los esfuerzos de los campeones. Señor Filch, si tiene usted la bondad de traer el cofre...
Filch se acercó a Dumbledore con una gran caja de madera con joyas incrustadas. Parecía extraordinariamente vieja. De entre los alumnos se alzaron murmullos de interés y emoción.
- Los señores Crouch y Bagman han examinado ya las instrucciones para las pruebas que los campeones tendrán que afrontar, y han dispuesto todos los preparativos necesarios para ellas. Habrá tres pruebas, espaciadas en el curso escolar, que medirán a los campeones en muchos aspectos diferentes: sus habilidades mágicas, su osadía, sus dotes de deducción y, por supuesto, su capacidad para sortear el peligro.
Dumbledore sacó su varita mágica y golpeó con ella tres veces en la parte superior del cofre. La tapa se levantó lentamente con un crujido. Dumbledore introdujo la mano para sacar un gran cáliz de madera toscamente tallada. No habría llamado la atención de no ser porque estaba lleno hasta el borde de unas temblorosas llamas de color blanco azulado. Dumbledore cerró el cofre y con cuidado colocó el cáliz sobre la tapa, para que todos los presentes pudieran verlo bien.
- Todo el que quiera proponerse para campeón tiene que escribir su nombre y el de su colegio en un trozo de pergamino con letra bien clara, y echarlo al cáliz. Los aspirantes a campeones disponen de veinticuatro horas para hacerlo. Mañana, festividad de Halloween, por la noche, el cáliz nos devolverá los nombres de los tres campeones a los que haya considerado más dignos de representar a sus colegios. Esta misma noche el cáliz quedará expuesto en el vestíbulo, accesible a todos aquellos que quieran competir. Para asegurarme de que ningún estudiante menor de edad sucumbe a la tentación -prosiguió Dumbledore-, trazaré una raya de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que lo hayamos colocado en el vestíbulo. No podrá cruzar la línea nadie que no haya cumplido los diecisiete años. Y ahora me parece que ya es hora de ir a la cama. Buenas noches a todos.
- ¡Una raya de edad! -dijo Fred con ojos chispeantes de camino hacia la puerta que daba al vestíbulo-. Bueno, creo que bastará con una poción envejecedora para burlarla.
- Pero no creo que nadie menor de diecisiete años tenga ninguna posibilidad -dijo Theresa autosuficiente-. No hemos aprendido bastante...
- Habla por ti -replicó George. Theresa rió.
- Sois unos idiotas.
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treat you better;
FanfictionTheresa conocía a Draco desde que eran unos niños, se habían criado juntos. En Hogwarts, los seleccionaron para casas separadas, pero eso no frenó la amistad que se tenían, o eso creía Theresa. En su casa, conoce a Harry Potter y Fred Weasley, unos...