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Aquella noche, Theresa fue la primera de su dormitorio en irse a dormir. En parte fue porque no creía poder soportar a Fred y George cantando: <Con el cabello dorado como el sol redondeado> una vez más, y también porque quería repasar sus deberes de Historia de la Magia con tranquilidad, y sabía que con todas las miradas sobre ella en la sala común era imposible.

Se sentó en el escritorio y repasó palabra por palabra si había alguna falta de ortografía, notaba como sus ojos se iban cerrando. Dio un suspiro y dobló el pergamino, se puso su pijama y se tumbó en la cama, dando paso a una noche llena de sueños sin ninguna interrupción.

Despertó al día siguiente con un sol intenso y una brisa ligera y refrescante.

- ¡Perfectas condiciones para jugar al quidditch! -dijo Wood, emocionado, a los de la mesa de Gryffindor.

Después del desayuno, Theresa subió a la carrera la torre de Gryffindor, cogió su Nimbus 2001 y se mezcló con la gente que se dirigía hacia el campo de juego. Se puso su túnica de juego en los vestuarios.

Los equipos saltaron al campo en medio del clamor del público. Oliver Wood despegó para hacer un vuelo de calentamiento alrededor de los postes, y la señora Hooch sacó las bolas. Los de Hufflepuff, que jugaban de color amarillo canario, se habían reunido para repasar la táctica en el último minuto.

Theresa se apretaba su cola de caballo subida en su escoba, en el aire, cuando la profesora McGonagall llegó corriendo al campo, llevando consigo un megáfono de color púrpura.

- ¡El partido acaba de ser suspendido! -gritó por el megáfono, dirigiéndose al estadio abarrotado. Hubo gritos y silbidos.

Oliver Wood, con aspecto desolado, aterrizó y fue corriendo a donde estaba la profesora sin desmontar de la escoba.

- Pero ¡profesora! -chilló-. Tenemos que jugar... la Copa... Gryffindor...

La profesora McGonagall no le hizo caso y siguió gritando por el megáfono:

- Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Id lo más deprisa que podáis, por favor!

Luego bajó el megáfono y le hizo una seña a Harry y a Theresa para que se acercaran.

- Chicos, creo que será mejor que vengáis conmigo.

Ron se unió a ellos en el camino. Para sorpresa de Theresa, la profesora McGonagall no se opuso.

- Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Weasley.

Los tres siguieron a la profesora McGonagall y, al llegar al castillo, subieron con ella la escalera de mármol. Pero esta vez no se dirigían a ningún despacho.

- Esto os resultará un poco sorprendente -dijo con voz amable cuando se acercaban a la enfermería-. Ha habido otro ataque... Un ataque doble.

A Theresa le dio un brinco al corazón. La profesora McGonagall abrió la puerta y entraron a la enfermería. La señora Pomfrey atendía a una muchacha de sexto curso con el pelo largo y rizado. Y en la cama de al lado estaba...

- ¡Hermione! -gimió Theresa. Hermione yacía completamente inmóvil, con los ojos abiertos y vidriosos.

- Las encontraron junto a la biblioteca. Supongo que no podéis explicarlo. Esto estaba en el suelo, junto a ellas...

Levantó un pequeño espejo redondo. Theresa, Harry y Ron negaron con la cabeza, mirando a Hermione.

- Os acompañaré a la torre de Gryffindor. De cualquier manera, tengo que hablar con los estudiantes.

- Todos los alumnos estarán de vuelta en sus respectivas salas comunes a las seis en punto de la tarde. Ningún alumno podrá dejar los dormitorios después de esa hora. Un profesor os acompañará siempre al aula. Ningún alumno podrá entrar en los servicios sin ir acompañado por un profesor. Se posponen todos los partidos y entrenamientos de quidditch. No habrá más actividades extraescolares. Es probable que se cierre el colegio si no se captura al agresor. Si alguno de vosotros sabe de alguien que pueda tener una pista, le ruego que lo diga.

La profesora salió por el agujero del retrato con cierta torpeza.

- Han caído dos de Gryffindor, sin contar al fantasma, que también es de Gryffindor, uno de Ravenclaw y otro de Hufflepuff -dijo Lee Jordan, contando con los dedos-. ¿No se ha dado cuenta ningún profesor que los de Slytherin parecen estar a salvo? ¿No es evidente que todo esto proviene de Slytherin? El heredero de Slytherin, el monstruo de Slytherin... ¿Por qué no expulsan a todos los de Slytherin? -preguntó con fiereza. Se oyeron aplausos aislados.

- Percy está asustado -dijo George a Theresa en voz baja. Miró a Percy y estaba pálido y parecía ausente-. Esa chica de Ravenclaw... Penélope Clearwater... es prefecta. Percy creía que el monstruo no se atrevería a atacar a un prefecto.

Theresa no parecía poder olvidar la imagen de Hermione, inmóvil sobre la cama de la enfermería, como esculpida en piedra.

Aquellos días, la sala común de Gryffindor estaba siempre abarrotada porque, a partir de las seis, los de Gryffindor no tenían otro lugar adonde ir. También tenían mucho de que hablar, así que la sala no se vaciaba hasta pasada la medianoche.

Después de cenar, Theresa se sentó junto a los gemelos, Harry, Ron y Ginny en la sala común para jugar a los naipes explosivos. Ginny estaba sentada en el sitio habitual de Hermione. Theresa en su sillón de siempre, frente a la chimenea, observando como Fred y George competían contra Harry y Ron, los cuales perdieron.

Bien pasada la medianoche, Theresa notó en la cara de Harry y Ron que tenían prisa por algo, así que intentó ayudarles mandando a los gemelos y a Ginny a la cama, yendo ella detrás de ellos. Se acostó en su cama quedando profundamente dormida al instante. Echaba de menos ver a su mejor amiga Hermione en la cama contigua.


Al día siguiente, en la primera clase de la mañana, Transformaciones, ocurrió algo que por primera vez en varias semanas les hizo a todos olvidar la Cámara de los Secretos. A los diez minutos de empezada la clase, la profesora McGonagall les dijo que los exámenes comenzarían el 1 de junio, y sólo faltaba una semana.

- ¿Exámenes? -aulló Seamus Finnigan-. ¿Vamos a tener exámenes a pesar de todo?

Sonó un fuerte golpe detrás de Theresa. A Neville Longbottom se le había caído la varita, haciendo desaparecer una de las patas del pupitre. La profesora volvió a hacerla aparecer con un movimiento de su varita y se volvió hacia Seamus con el entrecejo fruncido.

- El único propósito de mantener el colegio en funcionamiento en estas circunstancias es el de daros una educación -dijo con severidad-. Los exámenes, por lo tanto, tendrán lugar como de costumbre, y confío en que estéis todos estudiando duro.

Theresa estaba tranquila; debido a que a partir de las seis no podían salir de la sala común, se pasaba el tiempo estudiando en los sillones, o en su cama, o en el escritorio. Llevaba al día todas las asignaturas.

Se oyeron murmullos de disconformidad en toda el aula, lo que provocó que la profesora McGonagall frunciera el entrecejo aún más.

- Las instrucciones del profesor Dumbledore fueron que el colegio prosiguiera su marcha con toda la normalidad posible -dijo ella. El profesor Dumbledore dejó la dirección varios días atrás debido al Consejo Escolar-. Y eso, no necesito explicarlo, incluye comprobar cuánto habéis aprendido este curso.

Theresa contempló el par de conejos blancos que tenía que convertir en zapatillas. ¿Qué había aprendido durante aquel curso? Muchas cosas, pero no le venía a la cabeza ni una sola que pudiera resultar útil en un examen.

treat you better;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora