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El sábado por la mañana, Theresa y Hermione se prepararon para la salida a Hogsmeade y bajaron a desayunar. Theresa sabía perfectamente que Harry iba a acabar apareciendo por el pueblo, y Hermione no dejaba de mirar al chico con suspicacia.

Cuando Theresa terminó su tercer cuenco de gachas de avena, Hermione la tironeó del brazo y se dirigieron hacia los carruajes no sin antes entregarle a Filch sus permisos.

El día era agradable, con un poco de brisa, y Theresa y Hermione visitaron todas las tiendas de la calle. Pasaron demasiado tiempo en Honeydukes, vaciándose los bolsillos de oro pero llenándolos de varitas de regaliz, plumas de azúcar y ranas de chocolate.

Luego de eso, las chicas se dirigían a paso lento hacia la colina que dejaba ver la casa de los gritos, cuando oyeron la voz de Draco:

-  Ojalá pudiera oír a ese gigante imbécil y peludo defendiéndose: <Es inofensivo, de verdad. Ese hipogrifo es tan bueno como un...> -Draco se cayó de repente-. ¿Qué haces, Weasley? ¿Dónde habéis dejado a Stone y a la sangre sucia? -Theresa y Hermione se acercaron y se pusieron tras el rubio y sus gorilas. Ron pudo verlas-. Supongo que te encantaría vivir ahí, ¿verdad, Ron? -preguntó señalando la casa en ruinas tras ellos-. ¿Sueñas con tener un dormitorio para ti solo? He oído decir que en tu casa dormís todos en una habitación, ¿es cierto?

- ¿Malfoy? -preguntó Theresa con voz inocente. El chico se dio la vuelta lentamente, con los ojos muy abiertos-. ¿Decías algo?

- Ahora mismo estábamos hablando de tu amigo Hagrid -dijo-. ¿Crees que llorará cuando al hipogrifo le corten...?

¡PLAF!

A Draco le golpeó una bola de barro en la cabeza. Su pelo rubio platino chorreaba barro de repente.

- ¿Qué demo...?

Ron se sujetó a la valla para no revolcarse en el suelo de la risa. Malfoy, Crabbe y Goyle miraban a todas partes. Draco se limpiaba el pelo.

- ¿Qué ha sido? ¿Quién lo ha hecho?

- Esto está lleno de fantasmas, ¿verdad? -observó Ron, como quien comenta el tiempo que hace.

Draco daba vueltas y miraba como loco el desierto paisaje.

¡PATAPLAF!

Crabbe y Goyle recibieron algo esta vez. Goyle saltaba sin moverse del sitio, intentando quitarse el barro de sus ojos.

- ¡Ha venido de allá! -dijo Draco limpiándose la cara y señalando a un punto.

Un palo le dio a Crabbe en la  espalda. El gorila se dirigía hacia Theresa a pasos agigantados, con expresión amenazante. La chica no sabía qué hacer. Cuando estaba a punto de llegar a ella, Crabbe tropezó, trastabilló y su pie grande y plano se cayó de espaldas. La cabeza de Harry apareció flotando en el aire.

- ¡AAAAH! -gritó Draco, señalando la cabeza de Harry. El rubio dio media vuelta y corrió colina abajo como alma que llevara el diablo, con Crabbe y Goyle detrás.

- Harry -dijo Theresa-. Más vale que huyas. Si Malfoy se lo cuenta a alguien... lo mejor será que regreses rápidamente al castillo.

- ¡Nos vemos más tarde! -dijo Harry, poniéndose su capa y desapareciendo.

Theresa miró a Ron y agarró a Hermione del brazo. Ambas chicas se fueron por donde habían venido, aprovechando las escasas horas que les quedaban en el pueblo.


Tres horas después las chicas llegaron al castillo. Justo en la entrada, una lechuza negra apareció frente a Theresa y Hermione. Les traía un pergamino arrugado y con una letra cursiva pero temblorosa. Hagrid.

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