Las vacaciones de Semana Santa no resultaron lo que se dice relajantes. Los de tercero nunca habían tenido tantos deberes. Neville Longbottom parecía encontrarse al borde del colapso nervioso y no era el único.
Pero nadie tenía tanto trabajo como Hermione. Abandonó la clase de Adivinación días atrás, y a pesar de aquello, cursaba más asignaturas que ningún otro. Normalmente era la última en abandonar por la noche la sala común y la primera en llegar al día siguiente a la biblioteca. Tenía ojeras como Lupin y parecía en todo momento estar a punto de echarse a llorar.
Ron se estaba encargando de la apelación en el caso de Buckbak. Cuando no hacía sus propios deberes estaba enfrascado en enormes volúmenes sobre hipogrifos. Estaba tan absorto en el trabajo que se olvidó de tratar mal a Crookshanks.
Theresa y Harry, mientras tanto, tenían que combinar sus deberes con el diario entrenamiento de quidditch, por no mencionar las interminables discusiones de tácticas con Wood. El partido de Gryffindor y Slytherin tendría lugar el primer sábado después de las vacaciones. Slytherin iba en cabeza y sacaba a Gryffindor doscientos puntos exactos.
Esto significaba que necesitaban ganar el partido con una ventaja mayor, si querían ganar la copa. También significaba que la responsabilidad de ganar caía sobre Harry en gran medida, porque capturar la snitch se recompensaba con ciento cincuenta puntos.
- Así, si les sacamos una ventaja de cincuenta puntos, no tienes más que cogerla -decía Wood a Harry-. Sólo si les llevamos más de cincuenta puntos, Harry, porque de lo contrario ganaremos el partido pero perderemos la copa. Lo has comprendido, ¿verdad? Tienes que atrapar la snitch sólo si estamos...
- ¡YA LO SÉ, OLIVER! -gritó Harry.
Toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada por el partido. Gryffindor no había ganado la copa de quidditch desde que el legendario Charlie Weasley había sido buscador.
Nadie recordaba un partido precedido de una atmósfera tan cargada. Cuando las vacaciones terminaron, la tensión entre los equipos y entre sus respectivas casas estaba al rojo vivo.
Después del desastroso beso de días atrás, Theresa no había vuelto a hablar con Draco, a pesar de que el chico la llamaba por los pasillos y a veces incluso la esperaba en el retrato de la señora gorda. Theresa no quería hablar con él. Estaba confundida. Muy confundida. Y eso Fred lo había notado.
- ¿Ocurre algo? -le preguntó-. Estás rara últimamente.
La chica lo miró luego de haberse quedado en babia. Se encogió de hombros.
- Estoy saturada. De todo -respondió mientras intentaba concentrarse en sus apuntes de Historia de la Magia.
- ¿Seguro? Yo creo que te pasa algo más. Me han contado la bofetada que le diste al rubio mimado. Me hubiera encantado estar ahí para verlo -pudo ver de reojo la sonrisa que había aparecido en los labios de Fred.
- Apenas le dolió -musitó Theresa con voz queda.
- También me han contado que luego te arrastró con él hacia el castillo. ¿Qué te hizo?
<Confundirme>.
- Nada importante. Es un idiota -dijo y rezó a Merlín para que no le preguntara nada más.
- Bueno, haré como que no se nada sobre aquel beso -se dejó caer en su sillón y la chica abrió los ojos como platos.
- ¿Lo viste? -le preguntó cerrando el libro y abalanzándose sobre Fred.
- ¿O sea, que es verdad? -dijo Fred, poniéndose colorado hasta las orejas-. ¡Lo decía por decir! Vaya, Tessita, no me esperaba esto de ti.
- ¡Eres un tonto, Fred Weasley! -la chica le daba golpes en el pecho.
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treat you better;
أدب الهواةTheresa conocía a Draco desde que eran unos niños, se habían criado juntos. En Hogwarts, los seleccionaron para casas separadas, pero eso no frenó la amistad que se tenían, o eso creía Theresa. En su casa, conoce a Harry Potter y Fred Weasley, unos...