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La época de exámenes llegó. Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde las pruebas escritas se llevaban a cabo. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.

También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick les pedía hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall, que convirtieran un ratón en una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas más bonitas, pero los perdían si tenían bigotes. Snape los puso nerviosos a todos, respirando sobre sus nucas mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar.

A Theresa todos los exámenes le salieron bastante bien. Llevaba varias noches sin dormir ya que se pasaba las horas estudiando. Sus ojeras, su palidez y su delgadez eran ahora más notorias. Sus amigos más cercanos estaban preocupados, ya que ni siquiera Hermione había tenido un cambio tan radical.

El último examen era Historia de la Magia. Una hora respondiendo preguntas sobre viejos magos chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, libres durante toda una maravillosa semana, hasta que recibieran los resultados. Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran sus pergaminos, todos estaban muy alegres.

Fuera del aula, los gemelos esperaban a Theresa con una enorme cesta en las manos.

- Hola, ¿qué es eso? -preguntó la chica mientras les daba un beso en la mejilla a cada uno. Escuchó a Malfoy bufar a sus espaldas.

- Ha llegado a nuestros oídos que estás estresada, así que, aprovechando que has terminado los dichosos exámenes... -comenzó a decir Fred.

- ...hemos preparado un picnic para almorzar bajo el árbol -terminó George.

- En realidad han sido los elfos, que estaban encantados de hacernos unos deliciosos sándwiches -aclararon al unísono.

Theresa sonrió, embelesada al darse cuenta de que tenía a unos increíbles amigos que lo hacían todo por ella. Y una parte de su corazón estaba triste, ya que Draco nunca había hecho algo así para animarla.

La chica iba en medio de los dos gemelos, mientras estos contaban chistes que le hacían reír a carcajadas.

Llegaron a su árbol de siempre y los tres se sentaron en la sombra. Fred extendió un mantel y encima de este pusieron la comida. Deliciosos sándwiches de pollo, queso e incluso albóndigas. Hacía días que Theresa no probaba bocado.

Cuando terminaron de comer, los tres estaban tumbados en el mantel mirando las nubes.

- Esa se parece al turbante de Quirrell -bromeó George, señalando a una nube que parecía una espiral.

- Esa se parece a una zanahoria -rió Theresa, haciendo que Fred le diera un leve codazo en las costillas, lo que hizo que se riera más-. Tengo una idea.

La chica se levantó y se dirigió al árbol. Sacó su varita y en el tronco aparecieron las letras F + A + G, rodeadas con un corazón. Los gemelos sonrieron. Entonces Fred se puso a su lado, y con su varita hizo que aparecieran las palabras Travesura Realizada.

- Te queremos mucho -dijeron los gemelos a la vez. Theresa se giró y los abrazó, teniendo por seguro de que siempre estarían a su lado, porque así era como tenía que ser.




Ese mismo día, Harry, Ron, Hermione y Theresa se disponían a salvar la Piedra Filosofal. Tras la cena, los cuatro se sentaron en la sala común, lejos de todos. Theresa revisaba sus apuntes, confiando en encontrar algunos de los encantamientos que debían conjurar. Poco a poco, la sala se fue vaciando y todos se fueron a acostar.

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