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Las dos familias fueron al día siguiente al callejón Diagón a comprar todo lo que necesitarían sus hijos para el curso escolar. Los dos pequeños iban delante de los mayores, hablando de quidditch, de Hogwarts y sobretodo de la casa en la que quedarían.

- Yo tengo claro que voy a quedar en Slytherin -decía Draco.- Espero que tú también.

Theresa se encogió de hombros.

- Quiero estar en Slytherin para estar contigo, pero no me importa en qué casa quedar, mientras no sea Hufflepuff -sonrió inocente la castaña e hizo reír a Draco. Los padres se marcharon y dejaron que Draco y Theresa entraran solos en la siguiente tienda.

En la tienda de túnicas, la dueña era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva: Madame Malkin.

- ¿Hogwarts, niños? -dijo cuando Theresa iba a saludar. Ambos asintieron y madame Malkin los condujo hasta el fondo de la tienda. Se subieron a unos escabeles y otra bruja les empezó a tomar medidas. Minutos más tarde, entró en la tienda un niño azabache y de gafas.

- Hola -dijo Draco.- ¿También Hogwarts?

- Sí -respondió. No dejaba de mirar a Theresa.

- Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas -dijo el rubio con voz de aburrido-. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carrera. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.

Theresa rodó los ojos. El azabache iba a decirle algo a la chica cuando Draco volvió a hablar.

- ¿Tú tienes escoba propia?

- No -contestó.

- ¿Juegas al menos al quidditch? -Theresa pensaba que Draco se estaba poniendo pesado.

- No -dijo de nuevo, confundido.

- Yo sí. Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?

- No -dijo el chico, Theresa pensaba que no sabía decir otra cosa. Tenía muchas ganas de presentarse ante el chico, pero Draco no dejaba de hablar.

- Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?

- Mmm -contestó, deseando poder decirle algo a la chica que lo miraba expectante.

- ¡Oye, mira a ese hombre! -dijo súbitamente Draco, al ver que el azabache abría la boca para decirle algo a su amiga, señalando a la vidriera de delante. Un hombre enorme se encontraba allí, sonriendo al chico y señalando dos grandes helados, para que viera por qué no entraba.

- Ése es Hagrid -dijo, al parecer, contento.- Trabaja en Hogwarts.

- Oh -dijo Draco-, he oído hablar de él. Es una especie de sirviente, ¿no?

- Es el guardabosques -dijo el pobre chico. Se notaba que no le caía bien Draco.

- Sí, claro. He oído decir que es una especie de salvaje, que vive en una cabaña en los terrenos del colegio y que de vez en cuando se emborracha. Trata de hacer magia y termina prendiendo fuego a su cama.

- Yo creo que es estupendo -dijo fríamente el chico. Theresa sonrió.

- ¿Eso crees? -preguntó Draco en tono burlón-. ¿Por qué está aquí contigo? ¿Dónde están tus padres?

- Están muertos -respondió en pocas palabras y Theresa dio un gritito de impresión. Draco la miró mal y se volvió hacia el chico.

- Oh, lo siento -dijo, aunque no parecía que le importara.- Pero eran de nuestra clase, ¿no?

- Eran un mago y una bruja, si es eso a lo que te refieres.

- Realmente creo que no deberían dejar entrar a los otros, ¿no te parece? No son como nosotros, no los educaron para conocer nuestras costumbres. Algunos nunca habían oído hablar de Hogwarts hasta que recibieron la carta, ya te imaginarás. Yo creo que debería quedar todo en las familias de antiguos magos. Y, a propósito, ¿cuál es tu apellido?

- Déjalo ya, Draco. Lo estás incomodando -lo regañó Theresa. Antes de que Harry pudiera darle las gracias, Madame Malkin dijo:

- Ya está listo lo tuyo, guapo.

Y el chico bajó del escabel.

- Bien, te veré en Hogwarts, supongo -dijo Draco. Después de eso, el azabache salió de la tienda. Draco fulminó con la mirada a su amiga.- Quería saber su apellido -dijo éste.

- Eres idiota, ¿no? Es Harry Potter -dijo la castaña mirando a su mejor amigo. Éste hizo una expresión de sorpresa.- El rayo en su frente me hizo sospechar. Luego dijo que sus padres estaban muertos y ya lo supe. Te has portado mal, Draco. Él no sabía nada de Hogwarts hasta que recibió la carta, y es mestizo. ¿No veías que no quería responder a tus preguntas? No es mal chico.

- ¿Acaso te gusta? -preguntó Draco con recelo, cruzándose de brazos.

- Eres un tonto, Draco. No se puede hablar contigo -Theresa lo imitó cruzándose de brazos.

Por fin, luego de unos minutos, terminaron sus túnicas. Pagaron y se marcharon, aún enfadados.


Al atardecer, ya habían terminado sus compras y ya se habían reunido con sus padres. Theresa tenía como nueva mascota un precioso gato blanco como la nieve, con las orejas y el rabo grises y con los ojos claros. Se llamaba Snow.

Cuando ambos chicos se tenían que despedir, Theresa dejó atrás el tonto enfado y abrazó a su amigo. Éste se sorprendió, pero automáticamente enroscó sus brazos en la espalda de la chica.

- Nos vemos en el andén -le dijo el rubio y la chica asintió sonriente. Besó la mejilla del chico y agarró de la mano a sus padres para desaparecerse.

Lo que quedaba de verano, lo había pasado en su casa jugando con su gato y leyendo los libros de Hogwarts. Tenía muchas ganas de empezar el nuevo curso y sentía una curiosidad inmensa por saber en qué casa estaría. Pero, sobre todo, quería hacer amigos y pasarlo bien en la escuela.

treat you better;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora