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Al día siguiente, los Weasley y Theresa se disponían a recoger a Harry a casa de sus tíos, en Privet Drive. La señora Weasley, Ginny y Hermione se quedarían en La Madriguera.

Ya lo tenían todo listo. Cada uno tenían un puñado de polvos flu en la mano, esperando su turno para entrar por la chimenea. Primero entró Arthur, y Fred y Theresa lo siguieron. Pero cuando los chicos creían que iban a aparecerse en un salón muggle, se vieron obstaculizados por una pared de ladrillo.

- ¡Ay! No, Fred, Tessa... Volved, volved. Ha habido algún error. Decidle a George que no... ¡Ay! No, George, no hay espacio. Regresa enseguida y dile a Ron... -decía el señor Weasley. Los cuatro estaban muy apretados en ese pequeño cuadrado. Theresa tenía a Fred pegado a su espalda.

- A lo mejor Harry nos puede oír, papá... A lo mejor puede ayudarnos a salir...

Golpearon con los puños la pared.

- ¡Harry! Harry, ¿nos oyes?

- ¡Señor Weasley! ¿Me oye?

- ¡Shh! -dijo Theresa a los gemelos, que no paraban de martillear la pared.

- ¡Soy Harry, señor Weasley...! La chimenea está cegada. No podrán entrar por aquí. Tienen una estufa eléctrica...

- ¿De verdad? -preguntó emocionado el señor Weasley-. ¿Has dicho ecléctica? ¿Con enchufe? ¡Santo Dios! ¡Eso tengo que verlo...! Pensemos... ¡Ah, Ron!

El más pequeño de los varones Weasley apareció en el diminuto cubículo, haciendo que Theresa y Fred estuvieran aún más pegados.

- ¿Qué hacemos aquí? ¿Algo ha ido mal? -preguntó Ron.

- No, Ron, qué va -dijo Theresa sarcásticamente.

- Éste es exactamente el sitio al que queríamos venir -añadió Fred.

- Sí, nos lo estamos pasando en grande -terminó George.

- Vosotros tres no me hacéis ningún bien -gruñó Ron. Theresa rio.

- Muchachos, muchachos... -dijo vagamente el señor Weasley-. Estoy intentando pensar qué podemos hacer... Sí... el único modo... Harry, échate atrás.

- ¡Esperen un momento! -Theresa oyó una voz ronca al otro lado-. ¿Qué es lo que pretenden...?

¡BUM!

Theresa, Fred, George y el señor Weasley salieron disparados de la chimenea entre una nube de escombros y gravilla suelta.

- Así está mejor -dijo el señor Weasley, sacudiéndose el polvi de la larga túnica verde y colocándose bien las gafas-. ¡Ah, ustedes deben de ser los tíos de Harry! Eh... bueno... disculpe todo esto. Ha sido culpa mía: no se me ocurrió que podía estar cegada. Hice que conectaran su chimenea a la Red Flu, ¿sabe? Sólo por esta tarde, para que pudiéramos recoger a Harry. Se supone que las chimeneas de los muggles no deben conectarse, pero me han hecho el favor. Puedo dejarlo como estaba en un segundo, no se preocupe. Encenderé un fuego para que regresen los muchachos, y repararé su chimenea antes de desaparecer yo mismo.

- ¡Hola, Harry! -lo saludó Tessa alegremente dándole un abrazo. Luego volvió junto a los gemelos y notó una mirada sobre ella. Vio a un chaval demasiado gordo para lo que sería sano. La miraba extrañamente. Fred puso un brazo sobre los hombros de la chica.

- ¿Tienes listo el baúl? -preguntó el señor Weasley.

- Arriba, en la habitación.

- Vamos por él -dijo Fred de inmediato. Agarró a Theresa de la mano y él, ella y George salieron de la sala guiñándole un ojo a Harry. Sabían dónde estaba su habitación porque en una ocasión lo habían ayudado a fugarse de ella en plena noche.

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